martes, 12 de marzo de 2024

¿Qué es la Psicología Social?

La Psicología Social es una nueva disciplina dentro de las Ciencias Sociales y permite la percepción singular de cada sujeto pero abordados desde una trama vincular. Es decir, se estudia al sujeto desde su condición social.

Es decir, a la Psicología Social le interesa la persona singular y le interesa su inclusión social, pero la dimensión específica de su indagación, fundamentación e intervención es el campo interaccional humano (vínculos). Sus ámbitos de intervención son privilegiadamente los grupos, las organizaciones (empresas y de la sociedad civil) y las comunidades.

De esta forma, el grupo se constituye como el ámbito destacado para que la Psicología Social investigue, teorice, indague y opere sobre aquello que ocurre u acontece entre las personas en comunicación humana. Así, sus temas relevantes y objeto de análisis son: la comunicación, los vínculos, las problemáticas de los equipos, de los cambios, los proyectos grupales, etc.

Berger y Luckman plantean que las Instituciones existen o perduran porque dan respuestas permanentes a problemáticas permanentes. Cuando los seres humanos se reúnen para desarrollar tareas comunes (sean pedagógicas, empresariales, comunitarias, de capacitación, para conformar equipos, prevenir enfermedades, enfrentar cambios, etc.) surgen problemas de comunicación, rivalidades, malos entendidos y conflictos varios. La Psicología Social tiene respuesta y resolución para ello.

Pichon Rivière, una figura pionera en el desarrollo de la Psicología Social en Latinoamérica, piensa esta disciplina como una interciencia. Su concepcion teórica (ECRO – Esquema Conceptual Referencial Operativo) incluye saberes transdisciplinarios provenientes de los campos del psicoanálisis, la sociología, la antropología, la Psicología Social, la filosofía y la epistemología, entre otras.

Enrique Pichon Rivière

Enrique Pichon Rivière nace en Ginebra, Suiza el 25 de junio de 1907. Fue un médico psiquiatra argentino (nacido en Suiza y francés naturalizado) pionero en la región en el desarrollo de la psiquiatría dinámica, el psicoanálisis freudiano y kleiniano, la terapia familiar y de grupo, las comunidades terapéuticas, el psicoanálisis de la psicosis y el análisis institucional y comunitario.

Como creador de la corriente argentina de Psicología Social concibe al sujeto como un anudamiento singular de complejas tramas de relaciones que van desde el primer vínculo con la madre y la estructura edípica hasta las condiciones institucionales, comunitarias, políticas y socio históricas, incluyendo el azar.


Considera que los conceptos teóricos son instrumentos (conceptos instrumentales) valiosos en tanto dan cuenta de una práctica específica o de una determinada “lectura de la realidad”. Para sistematizar esa lectura crea un “aparato para pensar la realidad” (aparato como arte-facto y no como máquina): el ECRO. Se convierte así en el generador de la teoría de grupo conocida como Grupo Operativo, dispositivo destacado de su ECRO.

En la década de 1940 se convirtió en uno de los miembros fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y en la década de 1950 participó en la creación de la Primera Escuela Privada de Psicología Social y del Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES).

En 1951 viaja a Londres, donde expone su luego famosa tesis sobre la transferencia en los pacientes psicóticos. Con Pichon viaja su esposa, Arminda Aberastury, también prestigiosa psicoanalista, que traba relación con el referente más importante en psicoanálisis infantil: la austriaca Melanie Klein, con quien realizan una serie de controles. Luego viaja a Francia, donde Pichon afianza su antigua relación epistolar con Jacques Lacan.

En el año 1958 lleva a cabo la llamada "Experiencia Rosario": por primera y única vez se toma como material de una investigación a toda una ciudad y además ratifica su concepción de la investigación social como indagación operativa. La dimensión y la heterogeneidad de la población hicieron de este laboratorio social un acta de fundación de la técnica de Grupos Operativos.

Los años sesenta se despiertan con singular brío creativo en tanto la generación de trabajos fundamentales, artículos, publicaciones, notas, donde además crea la Primera Escuela Privada de Psicología Social.

En el año 1976, tras un año de reuniones donde revisan temas y anécdotas, se publica "Conversaciones con Enrique Pichon Rivière", con la firma de Vicente Zito Lema.

En el año 1977 se festejan "Los primeros 70 años del maestro". Una multitud se reúne en el Teatro SHA para celebrarlo. A los pocos días, el 16 de julio, a los setenta años, muere.

La originalidad de su teoría se basa en la visión dialéctica del funcionamiento de los grupos. Como pensador moderno, Pichon articula en su cuerpo teórico no sólo las condiciones por las cuales el sujeto produce y reproduce su existencia y la sociedad donde vive, sino las condiciones a partir de las cuales la cambia y cambia él mismo. Esto es la modernidad como oportunidad transformadora y como drama y angustia subjetiva.

“La Psicología Social es una de las formas que asume la crítica de la vida cotidiana, una indagación permanente del acontecer cotidiano, en el que por ser cotidiano e inmediato constituye, de manera fundamental, un objeto de conocimiento científico… la tarea del psicólogo social sólo puede ser comprendida desde esta perspectiva: la investigación de la realidad en que está inmerso para esclarecerse y esclarecer en la explicación de lo implícito”.

Diferencia entre Psicología y Psicología Social

La diferencia entre Psicología Clínica y Psicología Social es que el objeto de estudio de la primera es el individuo y sus problemas internos, mientras que la segunda trata fundamentalmente el tema de la dinámica grupal, de los vínculos, las comunicaciones, las interrelaciones que se generan entre los individuos cuando se agrupan con un objetivo común; también estudia lo que acontece en el ámbito individual, pero no con el énfasis que le da la Psicología Clínica.

Los conocimientos de Psicología Clínica son necesarios para la Psicología Social, pues lo que ocurre en el individuo es fundamental, pero el enfoque apunta a lo grupal y a su relación con lo social.

La Sociología estudia lo que sucede a nivel de la sociedad, de las comunidades. La Psicología lo que sucede a nivel individual, es decir, los problemas, dificultades, traumas y vivencias de una persona. Lo que hace la Psicología Social es estudiar ese nivel intermedio entre ambas especialidades, es decir: problemáticas grupales, vinculares y comunicacionales a nivel del grupo de trabajo, familia, escuela, o cualquier ámbito donde aparezcan los grupos.

Si te interesa la Psicología, la Sociología o cualquier otra carrera asociada, se abre la posibilidad de cursar los 3 años de carrera aquí en nuestra Escuela y luego articular con Universidades para alcanzar, en unos años más, la licenciatura en Psicología.

Pichon y su discípula

Semblanza de Pichon (Texto de la Dra. Gladys Adamson)

Es una tarea compleja trazar una semblanza de un profesional como el Dr. Enrique Pichon Rivière. Soy consciente que se deslizará en ella mi afecto entrañable por él que se mantiene a través de los años, la admiración que me despierta su condición de genio anticipatorio, mis recuerdos de su energía infatigable, su presencia serena, reflexiva, su escucha incondicional, su carácter fuerte y obstinado cuando de sostener un deseo se trataba.

Conocí a Pichon Rivière en abril de 1967 cuando me inscribí como alumna en su Primera Escuela Privada de Psicología Social. Él fue el docente exclusivo de ese primer año multitudinario en plena dictadura de Onganía. Cursaba la Carrera de Psicología en Filosofía y Letras de la UBA y luego de "la noche de los bastones largos" todos los profesores habían renunciado y la Universidad había quedado vacía.

José Bleger -quien debía ser mi profesor en el cuatrimestre siguiente- ya no estaba, pero descubrí que era docente de la Escuela de Pichon Rivière y allí fui tras sus huellas. Encontré más de lo que esperaba ya que Pichon Rivière era su maestro.

En ese primer año me deslumbraron su posibilidad de articular conceptos teóricos de compleja abstracción con hechos de la vida cotidiana, la autonomía que otorgaba a cada uno en el proceso de formación a través de la técnica del Grupo Operativo, la libertad de palabra -tan escasa en esos momentos-, su rigurosidad al atenerse a los emergentes de la producción grupal que lo llevaba por momentos a repetir casi textualmente una clase ya dada por el nivel de dudas registradas. Su presencia constante en la Escuela, su afabilidad cuando se lo abordaba incluso en la mesa de un bar, su respuesta siempre dispuesta.

Siendo todavía alumna participé como observadora en un Seminario de psiquiatría que dictó en el Hospital Borda. Allí me impactó su capacidad de recepcionar serena y afablemente las múltiples demandas de los psicóticos que deambulaban por los pasillos y jardines del Hospicio: "una moneda", "un cigarrillo", "papá", etc. Pichón los dejaba acercarse, los tocaba, les pasaba un brazo sobre los hombros, les palmeaba la cabeza, abrazaba cariñosamente a "Coquito", un microcéfalo famoso en el Hospicio, y todo espontáneamente sin ningún tipo de aprensión, como cualquiera podría hacerlo con un grupo de jóvenes que se acercara a bromear. Era muy espontáneo y locuaz también en relación con su vida privada.

Tenía una extraordinaria capacidad de lectura de lo latente a partir de mínimos indicios. Un verano, en Gesell, fui a visitarlo a la casa donde residía. Bajé de mi auto y me acerqué caminando al porche de la casa donde estaba Pichón sentado en un sillón. Cuando me incliné para besarlo me dijo casi al oído: "a vos te pasó algo bueno". Me quedé sorprendida, pensando. La noche anterior había conocido a un hombre que me había gustado y que sería luego mi primera pareja después del divorcio.

Tenía una insólita capacidad para metaforizar. Vino a mi casa una primavera y al invitarlo a ver "los malvones que habían florecido en mi balcón" me dijo: “parecés una adolescente a quien le vino la menstruación”.

Pichon Rivière tenía un don por el cual era muy fácil entrar en transferencia con él. En una oportunidad lo invité a cenar. Hacía dos o tres semanas un coche había pisado a la perrita fox-terrier de mi hija mayor que en ese momento tendría tres años. Ella había llorado en un primer momento pero no había vuelto a hablar del hecho. Cuando entra Pichón a mi casa los presento, mi hija lo mira y le empieza a contar que su perrita se había soltado de la correa, que había corrido a la plaza y un coche la había pisado. Pichón la escuchaba atentamente.

Como Director de la Escuela estaba siempre dispuesto a acceder al pedido de supervisiones o consultas relativas a clases, análisis de crónicas grupales, etc.

En 1975, vísperas del golpe militar y de la dictadura sangrienta de Videla, Pichon fue amenazado por la Triple A (grupo paramilitar de ultraderecha que actuó, durante el gobierno de Isabel Perón, con el mismo estilo de los Grupos de Tareas del Ejército quienes durante el gobierno de facto secuestraron, hicieron desaparecer y mataron con total impunidad a miles de personas).

A través de llamados telefónicos (como solían hacerlo) le ordenaron cerrar la Escuela e irse del país. Pichon Rivière, criado en una cultura aguerrida como la guaraní de Corrientes, hizo caso omiso a la amenaza y la Escuela siguió abierta. Se juzgó, de todas maneras, que por precaución durante la noche no permaneciera en su departamento (la mayoría de los secuestros solían ser nocturnos). Como yo vivía con mi pequeña hija a dos cuadras de distancia, Ana Quiroga me consultó acerca de la posibilidad de que durmiera en mi departamento. Pichon Rivière estaría durante el día en su departamento trabajando y a la noche yo lo iría a buscar para llevarlo a cenar y luego a dormir hasta la mañana en que pasarían a buscarlo alrededor de las 9. Esto implicaba para mí, que estaba divorciada, separarme de mi hijita a quien no quería arriesgar y que por lo tanto iría a vivir temporariamente con su padre.

Los pocos días que conviví con él fueron agotadores. Nuestro itinerario solía ser, un poco más o menos, el siguiente: al caer la noche siempre tenía una conferencia, o un reportaje o una inauguración de plástica donde se esperaba su crítica, luego íbamos a cenar a Edelweis, su lugar favorito, a continuación a las librerías de la calle Corrientes, luego a un café y finalmente a recorrer Buenos Aires en auto: "llevame a tal calle de Belgrano, y luego a tal sitio y luego a otro y otro y otro". A mí me habían recomendado que tratara que Pichón se acostara temprano, pero cada vez que yo insinuaba que ya era hora de regresar él golpeaba el bastón contra el piso del auto y ordenaba ir a un nuevo sitio. A las cinco de la mañana llegábamos finalmente al departamento y me invitaba: "¿Vos no querías supervisar la clase sobre Narcisismo?", "Sí, Pichón, pero, ¿ahora?", "", y comenzábamos nuevamente. Me pedía libros de la biblioteca, consultábamos mitos griegos: "Leé". A las seis o seis y media de la mañana se iba a la cama, no sin antes recorrer la biblioteca y llevarse varios libros de los más variados temas. A las nueve lo pasaban a buscar y si bien era difícil levantarlo lo hacía, trabajaba todo el día y a la noche ¡vuelta a empezar!

Yo generalmente comenzaba mi día laboral a las ocho de la mañana. A los pocos días de convivencia, la energía arrolladora de Pichón (quien ya tenía casi setenta años) me hacía temer por mi salud, a lo que se sumaba que extrañaba enormemente la cotidianidad con mi hija, aún pequeña. Sucedió entonces que mi hermano menor se fue a trabajar a Brasil y su departamento quedó desocupado, por lo que lo ofrecí como hogar temporario de Pichón quien lo utilizó durante el tiempo que se juzgó prudencial.

Tenía mucho sentido del humor y una disposición lúdica a flor de piel. En una fiesta de cumpleaños (creo que mis 33 años) luego de bailar tangos y chamamés, el disc jockey puso la Marcha de San Lorenzo y Pichon en la pista parodió un desfile militar. La única foto que conservo junto a él fue la de esa fiesta, bailando juntos un tango. No nos preocupábamos por retener los momentos vividos con él a través de fotos. Tal vez, como dice Borges de Buenos Aires, "lo juzgábamos tan eterno como el sol y el aire".

En 1977 se le festejaron "Los primeros 70 años del maestro" en el Teatro Sha. Fue un evento multitudinario. El teatro estaba repleto. Pasaron al escenario, para rendirle homenaje, una diversidad de personas realmente notable: poetas, psiquiatras, psicólogos sociales, psicoanalistas, actores, comentaristas deportivos, compositores de tango, artistas plásticos; recibió telegramas y cartas desde el exterior que se leyeron por micrófono. Se interpretaron escenas de obras de teatro, se leyeron los Poemas de Maldoror del Conde de Lautréamont, actuaron conjuntos de música, actores recitaron poemas, hubo palabras de homenaje de sus múltiples alumnos, etc. Fue un hermoso acto que se desplegó cual inmenso y vivo collage con una intensidad y heterogeneidad que hacia honor a su estilo.

Recuerdo la escena final: Pichón, de pie, acodado en el escenario, mirando hacia la platea que ovacionaba y aplaudía interminablemente. Era la escena del hombre y su obra: su figura delgada, frágil ya, pero firme, sosteniendo de pie, receptivo, serenamente, lo que sus discípulos expresaban en su homenaje.

Todo el festejo tuvo la emoción de una despedida. Todos lo sabíamos. A los quince días moría.

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