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jueves, 10 de octubre de 2024

Semblanza de Franz Kafka

(Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924) Escritor checo en lengua alemana cuya obra señala el inicio de la profunda renovación que experimentaría la novela europea en las primeras décadas del siglo XX. Franz Kafka dejó definitivamente atrás el realismo decimonónico al convertir sus narraciones en parábolas de turbadora e inagotable riqueza simbólica: protagonizadas por antihéroes extraviados en un mundo incomprensible, sus novelas reflejan una realidad en apariencia reconocible y cotidiana, pero sometida a inquietantes mutaciones que sumergen al lector en una opresiva y asfixiante pesadilla, plasmación de las angustias e incertidumbres que embargan al hombre contemporáneo. 

Franz Kafka

Biografía

Nacido en el seno de una familia de comerciantes judíos, Franz Kafka se formó en un ambiente cultural alemán. Su padre, Hermann Kafka, había obtenido una cómoda posición con un matrimonio ventajoso y pudo costear una buena formación para el primogénito en uno de los colegios alemanes de Praga. Concluido el bachillerato (1901), el cabeza de familia lo obligó a cursar estudios de leyes, materia por la que nunca sintió el menor interés, y se doctoró en derecho en 1906.

Los años universitarios le dejaron tiempo para cultivar sus aficiones filosóficas y literarias; leyó a numerosos autores y conoció al futuro escritor y crítico literario Max Brod, con quien trabó una íntima amistad destinada a perdurar toda una vida. La personalidad enérgica y activa de Brod, totalmente opuesta a la del temeroso e introvertido Kafka, mitigó su soledad y su marcada tendencia al aislamiento.

Finalizados sus estudios, trabajó en diversos bufetes de abogados y, desde 1908, en una compañía de seguros de Praga. Allí desempeño sus tareas con eficiencia y puntualidad, llegando a merecer un ascenso; sin embargo, carecía por completo de ambición profesional. El aburrido empleo (que no abandonaría definitivamente hasta 1920, a causa de su deteriorada salud) le ocupaba solamente las mañanas y podía dedicar las tardes y las noches a la literatura, su verdadera pasión.


Kafka en 1906

En 1911 conoció a Yitzchak Lowy, actor de teatro yiddish; pronto empezó a interesarse por la mística y la religión judías, que ejercieron sobre él una notable influencia y favorecieron su adhesión al sionismo. Su proyecto de emigrar a Palestina se vio frustrado en 1917 al padecer los primeros síntomas de tuberculosis, que sería la causante de su muerte. El diagnóstico decidió a Kafka a romper definitivamente su compromiso matrimonial con Felice Bauer, a la que había conocido en 1912 a través de Max Brod. Durante los cinco años que duró, la relación con Felice había sido repetidamente abandonada y retomada debido a las interminables vacilaciones de Kafka.

La enfermedad obligó a Kafka a pasar largas temporadas en diversos sanatorios, primero en los Alpes italianos y finalmente en Kierling, cerca de Viena. En uno de ellos se enamoró de la joven checa Julie Wohryzek, pero la radical oposición del padre de Kafka imposibilitó el matrimonio. Este episodio originó el más revelador documento de aquella conflictiva relación paternofilial: la célebre Carta al padre que Kafka escribió en 1919. Publicada póstumamente, nunca llegó a ser enviada a su destinatario.

En 1920, el encuentro con la traductora y periodista checa Milena Jesenská se transformó en una relación profunda, testimoniada en las Cartas a Milena, que verían la luz en 1952. Pero ni Kafka ni la propia Milena, casada con otro hombre, tuvieron el aliento necesario para romper el matrimonio, y a partir de 1921 comenzaron a distanciarse. Se estableció entonces en una casa de campo adquirida por su hermana, en la que escribió El castillo. En 1923, con la enfermedad ya muy avanzada, conoció a la jovencísima y vital Dora Diamant, el gran amor que había anhelado siempre, y que le devolvió brevemente la esperanza. Pero en abril del año siguiente sus dolencias se agravaron; en compañía de Dora Diamant, de su amigo Max Brod y de su tío Siegfried, falleció el 3 de junio de 1924 en el sanatorio de Kierling.

La obra de Kafka

A pesar de la enfermedad, de la hostilidad manifiesta de su familia hacia su vocación literaria, de sus cinco tentativas matrimoniales frustradas y de su empleo de burócrata en una compañía de seguros de Praga, Franz Kafka se dedicó intensamente a la literatura. Su obra, que nos ha llegado en contra de su voluntad expresa (ordenó a su íntimo amigo y consejero literario Max Brod que quemara todos sus manuscritos tras su muerte), constituye una de las cumbres de la literatura alemana y se cuenta entre las más influyentes e innovadoras del siglo XX.

En la línea de la Escuela de Praga, de la que es el miembro más destacado, la escritura de Kafka se caracteriza por una marcada vocación metafísica y una síntesis de absurdo, ironía y lucidez. Ese mundo de sueños, que describe paradójicamente con un realismo minucioso, ya se halla presente en su primera novela corta, Descripción de una lucha, que empieza con una lección de danza en Praga, traslada muy pronto al héroe al Japón y le sitúa en el centro de salvajes aventuras espirituales; fragmentos de este relato fueron publicados en 1909 en la revista Hyperion, dirigida por Franz Blei.


Con Felice Bauer

En 1913, el editor Rowohlt accedió a publicar su primer libro, Meditaciones, pequeños fragmentos en prosa de una inquietud espiritual penetrante y un estilo profundamente innovador, a la vez lírico, dramático y melodioso. Los textos eran en realidad extractos de su diario personal: a instancias de su amigo Max Brod, Kafka seleccionó una serie de pasajes del Diario que había iniciado en 1910 y que continuaría, casi sin interrupciones, hasta el mismo año de su muerte. El libro pasó desapercibido; los siguientes tampoco obtendrían ningún éxito, fuera de un círculo íntimo de amigos y admiradores incondicionales.

El estallido de la Primera Guerra Mundial y el final del noviazgo con Felice Bauer señalaron el inicio de una etapa creativa prolífica en la que redactó las obras más características de su producción. Su legado, que plantea numerosas dificultades de interpretación, se caracteriza en cambio por una extrema y deliberada claridad estilística, como se observa en la más conocida de sus narraciones, La metamorfosis (1915). Su protagonista es un mediocre viajante de comercio, Gregorio Samsa; un mañana, al despertarse, Samsa descubre que se ha transformado en un enorme insecto, lo que es narrado con normalidad pese a la monstruosidad de la situación. Este doble juego será una constante en la creación del autor, y en él reside en buena medida su singularidad y eficacia.

Primera edición de La metamorfosis

Casi contemporáneo al anterior y escrito en una sola noche es el relato de un conflicto paternofilial: La condena (1913), en el que un padre viejo y aparentemente enfermo recobra de repente su vitalidad y autoridad opresiva para maldecir a su hijo, que tan sólo deseaba vivir su propia vida. Años después aparecerían impresos el cuento En la colonia penitenciaria (1919) y el volumen de relatos Un médico rural (1919). Todas las restantes obras de Kafka no serían publicadas hasta después de su muerte. Títulos esenciales de su producción, como El proceso o El castillo, se hubiesen perdido para siempre de no haber incumplido Max Brod su orden de quemar los manuscritos; de hecho, el propio Brod se encargó de preparar las ediciones.

Su primera novela propiamente dicha (las narraciones anteriores deben considerarse cuentos o novelas cortas por su extensión) es El proceso, que había comenzado a escribir hacia 1914 y fue publicada póstumamente en 1925. El protagonista de El proceso es Joseph K., empleado en un banco. Una mañana, dos individuos de uniforme le notifican su detención en virtud de un proceso que se ha incoado contra él. Es inútil que quiera conocer el delito de que se le acusa: son simples funcionarios que se limitan a cumplir su cometido, a saber, notificarle su detención. Pese a ello, es dejado provisionalmente en libertad; será citado en domingo para los interrogatorios a fin de no perturbarle en su trabajo.

Fotogramas de El proceso (1962), de Orson Welles


En sus intentos de probar su inocencia, Joseph K. penetra en los entresijos de un inquietante sistema judicial. Las sesiones del juzgado de instrucción se celebran en casa de un carpintero; los libros de la ley no son más que novelas sádicas e indecentes; los archivos judiciales están instalados en el granero de una casa miserable, en cuya irrespirable atmósfera escriben incesantemente los empleados sobre sus pupitres. Un tío de Joseph K. le presenta a su abogado, un viejo enfermo que recibe a sus clientes en la cama y cuya enfermera se siente atraída eróticamente por todos los procesados; tampoco él consigue adelantar el asunto. Se cuenta que la absolución es posible, que hace muchísimos años se dictó una sentencia absolutoria, pero es una leyenda de dudoso crédito, pues, en realidad, los fallos del tribunal no se publican nunca. Un pintor retratista de jueces le informa de que podría ser aparentemente absuelto, lo que equivale a decir que el día menos pensado podría volver a ser detenido.

Todo ello va minando la inicial determinación de Joseph K. Obsesionado por el caso, descuida su trabajo en la oficina para pasar largas horas perdido en el examen de las varias posibilidades de salvación que aparentemente se le ofrecen, o bien va corriendo de un lado a otro de la ciudad para confiar su defensa a un abogado o para buscar afanosamente la ayuda de cualquier persona que conozca a los jueces que se hacen cargo de su proceso. Al mismo tiempo, percibe miradas y sonrisas maliciosas en los escenarios donde se desarrollaba su metódica vida (el banco, la pensión, el café); de forma inexplicable, todos están enterados de su proceso.

Sus medios de defensa resultan insuficientes y equivocados; al cabo de casi un año, sin haber llegado nunca a conocer cuál era la acusación, y extenuado e impotente tras una lucha imposible y absurda, Joseph K. es llevado sin resistencia a la afueras de la ciudad y ejecutado. El centro de la obra es el crecimiento del sentimiento de culpa y los tormentos que éste desencadena. La novela fue dramatizada en 1947 por André Gide y Jean-Louis Barrault, mientras que Gottfried von Einem hizo con ella una ópera, con libreto de Boris Blacher y Heinz von Cramer, que se estrenó en 1953. En 1962, Orson Welles rodó una soberbia adaptación cinematográfica.


Franz Kafka en 1917

El argumento de su segunda novela, El castillo (escrita entre 1921 y 1922 y publicada en 1926), es en ciertos aspectos similar. Un agrimensor llamado K. llega a una aldea gobernada por un conde que vive en un castillo sobre la colina; el agrimensor ha sido llamado por el conde para trabajar a su servicio, y su intención es establecerse allí y ejercer su profesión.

Sin embargo, topa de inmediato con inesperadas e insuperables dificultades. Por un lado, el castillo parece ser la sede de una monstruosa e incomprensible maquinaria burocrática a la que es casi imposible acceder; cuando parece lograrlo, no obtiene sino comunicaciones contradictorias. Por otro, no obtiene ninguna cooperación de las gentes del pueblo, que aceptan con naturalidad los absurdos dictados del castillo y parecen dejarlo de lado. A pesar de su empeño y sus esfuerzos, K. nunca logra más que aparentes avances en su propósito de iniciar su trabajo e integrarse en la comunidad, seguidos de retrocesos que lo devuelven una y otra vez al punto de partida. Max Brod hizo una versión dramática de esta obra en 1953.

América (1927), por último, es una novela inconclusa, además de fragmentaria, que presenta dos grandes saltos y carece de final. Aunque en la publicación póstuma ocupa el tercer lugar, fue la primera que escribió: su primer capítulo, "El chófer", se había impreso en 1913 como relato independiente. Su protagonista es Karl Rossmann, un muchacho de dieciséis años que, a consecuencia de una desdichada aventura con la criada de sus padres, se ve obligado a separarse de ellos y de Alemania, su patria, para emigrar a América, donde uno de sus tíos debe recibirle.

Pronto se encuentra abandonado a sus propias fuerzas en aquel inmenso y complicado país. Karl trata de trabajar en diversos oficios, pero dura poco en ellos; conoce así numerosos aspectos de aquella sociedad y pasa por múltiples experiencias que ponen claramente de relieve su imposibilidad de adaptarse. Como en las novelas antes reseñadas, el lector tiene la impresión de seguir al héroe a través de un oscuro laberinto indescifrable, donde los acontecimientos cobran un valor simbólico, pero sin que jamás se aclare la significación de los símbolos ni el efecto que puedan tener en la vida del personaje.

La muralla china (1931) es un volumen que recoge relatos y textos en prosa escritos a partir de 1917; además del cuento que le da título, abarca dieciocho narraciones diversas y dos colecciones de notas y pensamientos. Los Diarios 1910-1923 se publicaron en 1948-1949, aunque una selección de ellos y de las cartas del autor ya se habían impreso en 1937 en Praga. Estos textos son de gran importancia para la interpretación de la persona y la obra de Kafka, e incluyen un proyecto inconcluso de obra aforística que Max Brod compiló con el título Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el verdadero camino.

La existencia atribulada y angustiosa de Kafka se refleja en el pesimismo irónico que impregna su obra, que describe, en un estilo que va desde lo fantástico de sus obras juveniles al realismo más estricto, trayectorias de las que no se consigue captar ni el principio ni el fin. Sus personajes, significativamente designados con una inicial (Joseph K. o simplemente K.), son zarandeados y amenazados por instancias ocultas, materializadas en las autoritarias estructuras burocratizadas y anónimas creadas por la misma sociedad. Así, el protagonista de El proceso no llegará a conocer el motivo de su condena a muerte, y el agrimensor de El castillo buscará en vano el rostro del aparato burocrático en el que pretende integrarse; ambos padecen la angustiosa desorientación, la impotencia y finalmente el sentimiento de culpa y desamparo frente a un mundo ininteligible y deshumanizado que escapa a todo intento de control y que acaba degradando y sometiendo al hombre.

Tan singular es la opresiva atmósfera que emana de sus más características narraciones, que incluso la lengua común ha incorporado el adjetivo kafkiano para referirse a una situación particularmente absurda y angustiosa. Los elementos fantásticos o absurdos, como la transformación en escarabajo del viajante de comercio Gregorio Samsa en La metamorfosis, evidencian la alienación del individuo e introducen en la realidad más cotidiana aquella distorsión que permite desvelar su propia y más profunda inconsistencia, un método que se ha llegado a considerar como una especial y literaria reducción al absurdo.

Por su trascendental influencia, Franz Kafka se coloca a la cabeza de la renovación que emprendió el género novelístico en las primeras décadas del siglo XX, en la que también han de ubicarse grandes maestros como el francés Marcel Proust, el irlandés James Joyce y el estadounidense William Faulkner. Pero su originalidad irreductible y el inmenso valor literario de su obra le han valido a posteriori una posición privilegiada, casi mítica, en la literatura contemporánea. Cien años después de La metamorfosis, las múltiples interpretaciones trazadas desde los más variados puntos de vista (desde el enfoque existencialista al sociológico o psicoanalítico, pasando por las que parten del judaísmo o de la biografía del autor) siguen pareciendo reducciones o simplificaciones de una obra que, por su riqueza significativa, apenas tiene parangón en la literatura universal.

(Fuente:Biografías y Vidas)

jueves, 8 de agosto de 2024

Semblanza de Adolfo Bioy Casares, el gran escritor fantástico argentino de los mil seudónimos

Adolfo Bioy Casares  nació en Buenos Aires, en 1914. Fue un escritor argentino, uno de los más destacados autores de la literatura fantástica universal. Miembro de una familia de hacendados bonaerenses, en 1929 escribió "Prólogo", manuscrito que revisó y mandó a imprimir su padre. Su temprana vocación por las letras fue estimulada por su familia, y ya en 1933 publicó el volumen de cuentos Diecisiete disparos contra lo porvenir.

Adolfo Bioy Casares.

Pronto se vinculó culturalmente al círculo cosmopolita de la revista Sur; su amistad con Jorge Luis Borges sería decisiva en su carrera literaria. En 1932 conoció a Borges en casa de Victoria Ocampo, y también a su hermana Silvina Ocampo, quien se convirtió en su esposa en 1940. La estrecha amistad con Borges duró hasta la muerte de éste en 1986 y dio origen a una serie de obras escritas en colaboración y firmadas con los seudónimos de B. Suárez Lynch, H. Bustos Domecq, B. Lynch Davis y Gervasio Montenegro: "Seis problemas para don Isidro Parodi" (1942), "Dos fantasías memorables" (1946), "Un modelo para la muerte" (1946), "Crónicas de Bustos Domecq" (1967) y "Nuevos cuentos de Bustos Domecq" (1977). Escribieron también dos guiones cinematográficos, "Los orilleros" y "El Paraíso de los creyentes" (ambos de 1955).

El mismo año de su boda publicó "La invención de Morel" (1940), su obra más famosa y un clásico de la literatura contemporánea. Narrada en primera persona y ambientada en una isla desierta, en la trama se entrecruzan el delirio, la pasión amorosa y la idea de inmortalidad. Un fugitivo, cuyo nombre no se conoce, llega a una isla en la que vive Faustine, mujer de la que se enamora, aunque se limita a observarla escondido en los atardeceres. Allí el científico Morel había inventado una máquina capaz de reproducir las impresiones de todos los sentidos, pero para poder recrear un ser humano, éste antes tiene que morir. El fugitivo pone en marcha la máquina y se graba durante siete días al lado de Faustine. Como estaba sentenciado, el protagonista muere, aunque será inmortal en la eterna reproducción de su imagen.

Para entonces Bioy Casares había renegado de sus escritos anteriores, entre ellos las narraciones "La estatua casera" (1936) y "Luis Greve, muerto" (1937). En la fructífera década de 1940 publicó los volúmenes de relatos "La trama celeste" (1944), "El perjurio de la nieve" (1948) y "Las vísperas de Fausto" (1949), además de la novela "Plan de evasión" (1945), que relata una diabólica propuesta del Dr. Castel, gobernador de la isla del Diablo y discípulo de William James, consistente en practicar sobre unos prisioneros una nueva teoría de la percepción. En colaboración con su mujer escribió la novela policíaca "Los que aman, odian" (1946); codirigió con Jorge Luis Borges la prestigiosa colección del género El Séptimo Círculo y los tres compaginaron la "Antología de la literatura fantástica" (1940).

En el decenio de los cincuenta publicó los cuentos de "Historia prodigiosa" (1956) y "Guirnalda con amores" (1959). "El sueño de los héroes" (1954), quizás su mejor novela, narra cómo una pandilla de amigos recorre los suburbios de Buenos Aires durante los tres días del carnaval de 1927 en busca de aventuras y diversiones; años después el protagonista, Gauna, intenta regresar al pasado ignorando que el viaje puede originar el despliegue de posibilidades anteriormente evitadas.

En esta obra la geografía del barrio porteño está inmersa en un clima alucinante que vuelve a encontrarse en "Diario de la guerra del cerdo" (1969), sobre la guerra de los jóvenes contra los viejos, y en "Dormir al sol" (1973), centrada en el informe que Lucio Bordenave escribe en un sanatorio frenopático en el que ha sido confinado. Humor, ironía y parodia aparecen en los cuentos de "El lado de la sombra" (1962), "El gran Serafín" (1967) y "El héroe de las mujeres" (1978). Por otra parte, "Breve diccionario del argentino exquisito" (1971) es una observación sobre el lenguaje.

Obras posteriores de Bioy Casares son las novelas "La aventura de un fotógrafo en La Plata" (1985) y los cuentos de "Historias desaforadas" (1986) y "Una muñeca rusa" (1991). En la década de los noventa publicó la novela "Un campeón desparejo" (1993), los libros de recuerdos "Memorias. Infancia, adolescencia y cómo se hace un escritor" (1994) y "De jardines ajenos" (1997), y el volumen de cuentos "Una magia modesta" (1998).

Junto con Jorge Luis Borges y los escritores más asociados al "boom" de los años 60 (Julio Cortázar, Ernesto Sábato), Adolfo Bioy Casares ha sido justamente apreciado como uno de los autores más relevantes de la literatura argentina del siglo XX. Su obra narrativa le valió diversos galardones, como el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1975 y el Premio Cervantes en 1990. Se lo distinguió como Miembro de la Legión de Honor de Francia (1981) y Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires (1986). Fueron llevadas al cine "El perjurio de la nieve" (con el título de "El crimen de Oribe"), "Diario de la guerra del cerdo" (dirigida por Leopoldo Torre Nilsson) y "El sueño de los héroes" (con dirección de Sergio Renán).

La narrativa de Bioy Casares se caracteriza por un racionalismo calculado y por un anhelo de geometrizar sus composiciones literarias. El contrapunto a este afán ordenador viene dado por un constante uso de la paradoja y por un agudísimo sentido del humor. Para Bioy, el mundo está hecho de infinitos submundos, a la manera de las muñecas rusas, y la barrera entre verdad y apariencia es sumamente endeble, como se revela especialmente en las ya citadas obras La invención de Morel (1940), Plan de evasión (1945), La trama celeste (1948) o El sueño de los héroes (1954).

La aparición de La invención de Morel situó inmediatamente a Bioy Casares entre los primeros que en la Argentina abordaron con maestría el género fantástico; de hecho, esa novela actuó como referencia insoslayable para las siguientes generaciones de escritores, que se interesaron por conocer y profundizar en las estrategias del género. La invención de Morel es una historia de amor en la que los enamorados viven vidas incompatibles, que transcurren en ámbitos y tiempos enfrentados. Uno de ellos, el fugitivo, es un hombre real de carne y hueso; el otro, Faustine, es un fantasma, el repertorio de apariencias de una mujer grabadas por la máquina de Morel y proyectadas sin cesar. Años más tarde, en La trama celeste, Bioy insistirá en entablar curiosas relaciones entre realidades en principio incompatibles, dibujadas sobre un tejido de espacios y tiempos paralelos.

En general, en las novelas y los relatos de Bioy se cuestionan de modo obsesivo y recurrente los estatutos del orden espacial y temporal. Sus personajes se presentan atrapados por fantasmagóricas tramas, obligados a descifrar la compleja estructura de las percepciones, en las que las misteriosas combinaciones entre realidad y apariencia rigen sus existencias cotidianas. Además de un hábil y exquisito manejo del humor y la ironía, la prosa de Bioy Casares suele ser considerada como una de las más depuradas y elegantes que ha dado la literatura latinoamericana.

(Fuente: Biografías y vidas/Wikipedia)

jueves, 1 de agosto de 2024

Semblanza de Ernesto Sábato, el escritor imprescindible que plasmó nuestras épocas más oscuras

Escritor argentino, (Rojas, Argentina, 1911 - Santos Lugares, 2011). Sólo tres novelas, espaciadas en el tiempo, componen su producción estrictamente literaria: "El túnel" (1948), "Sobre héroes y tumbas" (1961) y "Abaddón el exterminador" (1974); a pesar de ello, Ernesto Sábato figura entre los más destacados autores del "boom" de la literatura hispanoamericana de los años 60. Con ellos compartió un afán renovador manifiesto en las técnicas narrativas (la superposición de tramas y la fusión de novela y ensayo fueron patentes desde su segunda novela), mientras que en lo temático se orientó hacia una indagación de signo existencialista sobre los abismos de la naturaleza humana y la pervivencia de la barbarie en la civilización moderna.

Ernesto Sábato.

Ernesto Sábato se doctoró en física en la Universidad de la Plata (1938) e inició una prometedora carrera como investigador científico en París, donde había ido becado para trabajar en el laboratorio que fundara la célebre Marie Curie. Allí trabó amistad con los escritores y pintores del movimiento surrealista, en especial con André Breton, quien alentó la vocación literaria de Sábato y despertó su fascinación por los arcanos del inconsciente, motivo que sería recurrente en su obra. En París comenzó a escribir su primera novela, "La fuente muda", de la que sólo publicaría un fragmento en la revista Sur.

En 1940, de regreso en Argentina, comenzó a dictar clases en la Universidad Nacional de La Plata, pero se vio obligado a abandonar la enseñanza tras perder su cátedra a causa de unos artículos que escribió contra Juan Domingo Perón. Aquel mismo año publicó su ensayo "Uno y el Universo" (1945), en el que criticaba el reduccionismo en el que desemboca el enfoque científico y la deshumanización de la ciencia; tales ideas y una honda crisis vocacional y existencial padecida dos años antes lo orientaron definitivamente a la literatura. La obra prefiguraba buena parte de los rasgos fundamentales de su producción literaria y ensayística: brillantez expositiva, introspección, psicologismo y cierta grandilocuencia retórica.

Su carrera literaria estuvo influida desde el principio por el experimentalismo y por el alto contenido intelectual de sus obras, marcadas por una problemática de raíz existencialista. Así, "El túnel" (1948) ahonda en las contradicciones e imposibilidades del amor, mientras que "Sobre héroes y tumbas" (1961) presenta una estructura más compleja; los diversos niveles de la narración enlazan vivencias personales del autor y episodios de la historia argentina en una reflexión caracterizada por un creciente pesimismo. Ambas novelas tuvieron gran repercusión y otorgaron a Sábato un puesto prominente entre los grandes autores argentinos y latinoamericanos del siglo.

Extraordinaria muestra de sus aptitudes para el relato de corte psicológico, "El túnel" fue rápidamente traducida a diversos idiomas y llevada al cine. La narración tiene indudable originalidad y valores psicológicos relevantes: la confesión de Castel, que ha cometido un crimen pasional, enfrenta al hombre de hoy con una sociedad desquiciada y resalta los contrastes con pincel agudo y lleno de color. El estilo está en consonancia con el tema, dentro de un desequilibrado equilibrio.

La pintura fue otra de las pasiones de Sábato.

"Sobre héroes y tumbas" (aunque publicada en 1961, la edición definitiva es de 1966) es su obra más ambiciosa. La compleja construcción de esta novela y los diversos registros del habla rioplatense que el autor plasma en ella se alejan tanto del tecnicismo formal como de la dispersión. La pericia narrativa de Sábato consiste, justamente, en hacer pasar desapercibidas para el lector las evidentes dificultades compositivas que supone la historia de la joven Alejandra y, a través de ella, la del país.

La novela es contada a través de tramas paralelas y circulares; se presenta por un lado a los últimos miembros de una declinante familia de la oligarquía bonaerense; por otro, el funesto desenlace de la trayectoria vital del general Juan Lavalle: tras caer en combate durante una sublevación contra Juan Manuel de Rosas (1841), sus seguidores llevaron su cadáver al exilio. Pero la línea central de la obra es la atormentada pasión entre dos jóvenes contrapuestos, Martín y Alejandra. Sobre el padre de Alejandra, Fernando Vidal, pende la culpa de un incesto, y su familia está genéticamente predispuesta a la locura: el abismo personal e histórico comulgan en un mismo plano.

Fernando reconoce que su largo aprendizaje en la perversidad no tenía otro fin que situarle en posición de dar cumplimiento a esa necesaria búsqueda de lo subterráneo que cristaliza en su alucinante "Informe sobre ciegos", texto que constituye la tercera parte de la novela y que puede ser leído, como de hecho lo fue, con entera autonomía. Una vez adquirido este terrible saber vuelve a la vida para ser asesinado por su hija y amante, la cual, a su vez, busca su propia catarsis en el fuego, abrasándose entre los familiares recuerdos de la historia de su patria, en la casa natal.

Además de obtener un éxito de público impresionante, Sobre héroes y tumbas situó a Ernesto Sábato en la primera línea del llamado Boom de la literatura hispanoamericana, fenómeno editorial que, en la década de 1960, supuso el descubrimiento internacional de los narradores del continente: sus compatriotas Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa son algunos de los grandes autores que, junto a Ernesto Sábato, arrancaron de la superación del realismo que había caracterizado la novela europea y norteamericana de entreguerras para construir, por diversos caminos, una narrativa de altísimo nivel, unánimemente aplaudida por los lectores y la crítica.

Su tercera novela, "Abaddón el exterminador" (1974), se centra en torno a consideraciones sobre la sociedad contemporánea y sobre el pueblo argentino, su condición "babilónica" y su presente, que adquieren en la novela una dimensión surreal, en que se funden realidad y ficción en una visión apocalíptica. La novela comienza con la breve reseña de "algunos acontecimientos producidos en la ciudad de Buenos Aires en los comienzos del año 1973", acontecimientos que, en buena medida, tienen que ver con la instauración de la dictadura militar que sumió en el terror a Argentina a lo largo de una década; uno de los referidos sucesos no es otro que la muerte de un estudiante, en el sótano de una comisaría, a manos de sus torturadores.

El resto de la narración pretende ayudar a comprender estos acontecimientos, si bien el método utilizado por Sábato dista de basarse en el científico; los argumentos utilizados por el novelista son "confesiones, diálogos y algunos sueños". Además, y ésta es una nueva singularidad de la novela, el propio autor es uno de los personajes, que vive y habla con sus criaturas, procedentes algunas de ellas de Sobre héroes y tumbas. El camino seguido para explicar la barbarie no pasa, al menos de forma preferente, por la sociología o la historia; es más bien un viaje al fondo de la propia noche, una búsqueda de la barbarie inconsciente, que no siempre presenta, cuando se manifiesta, un rostro sanguinario, sino también la mueca jocosa de lo grotesco o de lo insustancial.

Sábato entrega a Alfonsín el informe de la CONADEP (1984).

El reconocimiento internacional acabó por convertir a Ernesto Sábato en una autoridad dentro de la sociedad argentina, una suerte de formador de opinión que, por paradójico que parezca, al asumir ese papel se fue alejando progresivamente de la actividad literaria. Desde mediados de la década de 1970, más que un escritor consagrado, Sábato representó una conciencia moral que actuaba como un llamado de alerta frente a una época que él no dudó en calificar de "sombría".

Esa identificación entre Sábato y la autoridad ética quedó muy reforzada por su labor como presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), para la que fue designado en 1983 por el entonces presidente de la República, Raúl Alfonsín. Los meses que dedicó a investigar la represión durante el anterior gobierno militar de Jorge Videla no le dejaron aliento ni espacio para la literatura; finalizados los trabajos de la comisión, resumió aquella dura experiencia con las siguientes palabras: "He estado en el infierno". La conclusiones de la comisión quedaron recogidas en las cincuenta mil páginas del llamado "Informe Sábato". En 1984 fue galardonado con el Premio Cervantes.

La obra de Sábato, que ha sido prestigiada con numerosos premios internacionales y difundida en múltiples traducciones, incluye además multitud de ensayos, como "Hombres y engranajes" (1951), "El escritor y sus fantasmas" (1963), "El otro rostro del peronismo" (1956), "Tango: discusión y clave" (1963), "La cultura en la encrucijada nacional" (1973), "Tres aproximaciones a la literatura de nuestro tiempo" (1974), "Apologías y rechazos" (1979), "Antes del fin" (1998), "La resistencia" (2000) y "España en los diarios de mi vejez" (2004). El narrador y ensayista argentino se dedicó además a la pintura, otra de sus pasiones, pero en sus últimos años se vio aquejado de un grave problema de visión.

(Fuente: Biografías y vidas)