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lunes, 20 de mayo de 2024

Cómo el lenguaje influye en la forma en la que percibimos el tiempo y el espacio

Si nos pidieran que caminaramos en diagonal por un campo abierto, ¿sabríamos qué hacer? O si nos ofrecieran cierta cantidad de dinero hoy o el doble de esa cantidad en un mes, ¿estaríamos dispuestos a esperar? ¿Cómo ordenaríamos 10 fotos de nuestros padres si nos pidieran que las clasificaramos en orden cronológico? ¿Las colocaríamos en forma horizontal o en vertical? ¿En qué dirección se movería la línea de tiempo?


(Imagen: Getty Images).


Estas preguntas pueden parecer simples pero, sorprendentemente, es probable que nuestras respuestas estén influenciadas por el idioma o los idiomas que hablamos. Se ha explorado los muchos factores internos y externos que influyen y manipulan la forma en que pensamos, desde la genética hasta la tecnología digital y la publicidad. Y parece que el lenguaje puede tener un efecto fascinante en la forma en que pensamos sobre el tiempo y el espacio.

La relación entre el lenguaje y nuestra percepción de estas dos importantes dimensiones está en el centro de una pregunta largamente debatida: ¿el pensamiento es algo universal e independiente del lenguaje, o nuestros pensamientos están determinados por él?

Pocos investigadores hoy en día creen que nuestros pensamientos están completamente moldeados por el lenguaje; después de todo, sabemos que los bebés y los niños pequeños piensan antes de hablar. Pero un número creciente de expertos cree que el idioma puede influir en la forma en que pensamos, al igual que nuestros pensamientos y nuestra cultura pueden dar forma a cómo se desarrolla el idioma.

Por ejemplo, sabemos que las personas recuerdan las cosas a las que prestan más atención. Y los diferentes lenguajes nos obligan a prestar atención a una variedad de cosas diferentes, ya sea género, movimiento o color.

Lingüistas, neurocientíficos, psicólogos y otros especialistas han pasado décadas tratando de descubrir las formas en las que el lenguaje influye en nuestros pensamientos, a menudo centrándose en conceptos abstractos como el espacio y el tiempo, métricas ambas abiertas a la interpretación. Pero obtener resultados científicos no es fácil.

Si sólo comparamos el pensamiento y el comportamiento de las personas que hablan diferentes idiomas, es difícil estar seguro de que las diferencias no se deban a la cultura, la personalidad o algo completamente distinto. El papel central que juega el lenguaje en la expresión de nosotros mismos también hace que sea difícil separarlo de estas otras influencias.

Sin embargo, hay maneras de evitar este enigma. Sabemos que las personas a menudo usan metáforas para pensar en conceptos abstractos, por ejemplo, un "precio alto", "mucho tiempo" o "misterio profundo". De esta manera, no está comparando personas de diferentes culturas, lo que puede influir en los resultados.

En cambio, nos estamos enfocando en cómo cambia el pensamiento en las mismas personas de la misma cultura mientras hablan de dos maneras diferentes. Por lo tanto, cualquier diferencia cultural se elimina de la ecuación.

Izquierda, derecha, arriba, abajo

Los anglo e hispanoparlantes, por ejemplo, suelen ver el tiempo como una línea horizontal. También tienden a ver el tiempo viajando de izquierda a derecha, muy probablemente en línea con la forma en que estamos leyendo el texto en esta página o la forma en que se escriben la enorme mayoría de los idiomas occidentales.

Los hablantes de hebreo, sin embargo, que leen y escriben de derecha a izquierda, imaginan que el tiempo sigue el mismo camino que su texto. Si le pedimos a un hablante de hebreo que coloque fotos en una línea de tiempo, lo más probable es que comiencen desde la derecha con las imágenes más antiguas y luego ubiquen las más recientes a la izquierda.

Mientras tanto, los hablantes de mandarín a menudo imaginan el tiempo como una línea vertical, donde arriba representan el pasado y abajo el futuro. Por ejemplo, usan la palabra xia ("abajo") cuando hablan de eventos futuros, de modo que "la semana que viene" se convierte literalmente en "semana baja".

Al igual que con el inglés y el hebreo, esto también está en línea con la forma en que tradicionalmente se escribía y leía el mandarín, con líneas verticales, desde la parte superior de la página hasta la parte inferior. Esta asociación entre la forma en que leemos el lenguaje y organizamos el tiempo en nuestra mente también afecta nuestra cognición cuando tratamos con el tiempo.


(Imagen: Getty Images).

Los hablantes de diferentes idiomas procesan la información temporal más rápido si está organizada de manera que coincida con su idioma.

Un experimento, por ejemplo, mostró que los ingleses monolingües eran más rápidos para determinar si una imagen era del pasado o del futuro (representado por imágenes al estilo de ciencia ficción) si el botón que tenían que presionar para el pasado estaba a la izquierda del botón para el futuro que si estuvieran colocados al revés. Sin embargo, si los botones se colocaron uno encima o uno debajo del otro, no hubo diferencia.

Los hablantes bilingües de mandarín e inglés también mostraron una preferencia por el mapeo mental del tiempo de izquierda a derecha sobre el mapeo mental de derecha a izquierda. Pero sorprendentemente, este grupo también reaccionó más rápido a las imágenes orientadas al futuro si el botón de futuro estaba ubicado debajo del botón de pasado, en línea con el mandarín.

De hecho, esto también sugiere que los bilingües pueden tener dos puntos de vista diferentes sobre la dirección del tiempo, especialmente si aprenden ambos idiomas desde una edad temprana.

Sin embargo, no somos necesariamente prisioneros de pensar de determinada manera. Ha quedado demostrado que se puede revertir rápidamente la representación mental del tiempo de las personas entrenándolas para leer texto invertido, que va en la dirección opuesta a la que están acostumbrados.

Entonces reaccionan más rápido a las declaraciones que son consistentes con el tiempo yendo en dirección opuesta a lo que están acostumbrados.

¿Cómo vemos el pasado y el futuro?

Pero las cosas se ponen mucho más interesantes. En los idiomas occidentales, normalmente vemos el pasado como algo que quedó atrás y el futuro frente a nosotros. En sueco, por ejemplo, la palabra para futuro (framtid), significa literalmente "tiempo de frente".

Pero en aymara, hablado por los aymaras que viven en los Andes de Bolivia, Chile, Perú y Argentina, la palabra futuro significa "atrás del tiempo". Ellos razonan que, debido a que no podemos ver el futuro, debe estar detrás nuestro. De hecho, cuando los aymaras hablan del futuro tienden a hacer gestos hacia atrás, mientras que las personas que hablan español, por ejemplo, que ven el futuro por delante, hacen gestos hacia adelante.


(Imagen: Getty Images).

De manera similar, al igual que los aymaras, los hablantes de mandarín también imaginan que el futuro está detrás de ellos y el pasado por delante, llamando al anteayer "front day" y al pasado mañana "back day". Los que hablan tanto mandarín como inglés tienden a alternar entre una concepción del futuro hacia adelante y hacia atrás, a veces en formas que pueden chocar entre sí.

Tiempo y espacio

La gente tiende a usar metáforas espaciales para hablar de duración. Por ejemplo, en inglés, francés, alemán o los idiomas escandinavos, una reunión puede ser "larga" y unas vacaciones "cortas". Quedó demostrado que estas metáforas son más que formas de hablar: la gente conceptualiza "lapsos" como si fueran líneas en el espacio.

En principio se creyó que esto era universalmente cierto para todas las personas, independientemente de los idiomas que hablaran. Pero los griegos tienden a ver el tiempo como una entidad tridimensional, como una botella, que puede llenarse o vaciarse. Una reunión, por tanto, no es "larga" sino "grande" o "mucha", mientras que un descanso no es "breve" sino "pequeño".

Estas peculiaridades del lenguaje son fascinantes, pero ¿cuánto impacto tienen realmente en nuestro pensamiento? Cuando imaginamos el tiempo en una línea, cada punto está fijo para que dos puntos de tiempo no puedan intercambiarse: hay una flecha estricta. Pero en un contenedor, los puntos de tiempo flotan y son potencialmente capaces de intercambiar lugares.

El tiempo es un problema


Daniel Casasanto, psicólogo cognitivo de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, nos dice: "Durante mucho tiempo me he preguntado si nuestra física del tiempo podría estar moldeada por el hecho de que los hablantes de inglés, alemán y francés fueron fundamentales en su creación"

Curiosamente, el tiempo es un problema cada vez más complicado en la física, que se interpone en el camino de unir sus diferentes ramas. Los físicos imaginaron durante mucho tiempo que el tiempo tenía una flecha y que avanzaba de forma fiable desde el pasado hacia el futuro, pero las teorías modernas son más complicadas.

En la Teoría General de la Relatividad de Einstein, por ejemplo, el tiempo no parece fluir en absoluto en la mayor escala del universo, lo cual es una idea extraña incluso para los físicos. En cambio, el pasado, el presente y el futuro parecen existir simultáneamente, como si fueran puntos nadando en una botella. Entonces, tal vez el tiempo como metáfora de la línea ha sido, y sigue siendo, un freno a la física.

"Ese sería un efecto bastante notable del lenguaje sobre el pensamiento", dice Casasanto.


(Imagen: Getty Images).

Los idiomas también codifican el tiempo en su gramática. En inglés, por ejemplo, el futuro es uno de los tres tiempos simples, junto con el pasado y el presente: decimos "llovió", "llueve" y "lloverá".

Pero en alemán, podemos decir "morgen regent", que significa "mañana llueve". No es necesario construir el futuro en la gramática. Lo mismo ocurre con muchos otros idiomas, incluido el mandarín, donde las circunstancias externas a menudo indican que algo está ocurriendo en el futuro, como: "Me voy de vacaciones el próximo mes".

Pero, ¿afecta esto a nuestra forma de pensar? En 2013, Keith Chen, economista conductual de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos, se propuso probar si las personas que hablan idiomas que "no tienen futuro" podrían sentirse más cerca del futuro que quienes hablan otros idiomas.

Por ejemplo, el alemán, el chino, el japonés, el holandés y los idiomas escandinavos no tienen barreras lingüísticas entre el presente y el futuro. Mientras que los "idiomas del futuro", como el inglés, el francés, el italiano, el español y el griego, animan a los hablantes a ver el futuro como algo separado del presente.

Descubrió que los hablantes de "idiomas sin futuro" tenían más probabilidades de participar en actividades centradas en el futuro. Por ejemplo, tenían un 31% más de probabilidades de haber ahorrado dinero en un año determinado y habían acumulado un 39% más de riqueza al jubilarse.

También tenían un 24% menos de probabilidades de fumar, un 29% más de probabilidades de ser físicamente activos y un 13% menos de probabilidades de ser médicamente obesos.

Este resultado se mantuvo incluso cuando se controlaron factores como el estatus socioeconómico y la religión. De hecho, los países de la OCDE (el grupo de naciones industrializadas) con "lenguas sin futuro" ahorran en promedio un 5% más de su PIB por año.

Esta correlación puede sonar como una casualidad, con razones históricas y políticas complejas que quizás sean los verdaderos impulsores. Pero Chen ha investigado desde entonces si variables como la cultura o cómo se relacionan los idiomas podrían estar influyendo en los resultados.

Cuando tuvo en cuenta estos factores, la correlación fue más débil, pero se mantuvo en la mayoría de los casos. "La hipótesis aún me parece sorprendentemente sólida", argumenta Chen.

Orientación en el espacio

Pero los efectos del lenguaje pueden extenderse aún más a nuestro mundo físico, influyendo en cómo nos orientamos en el espacio. Diferentes lenguajes pueden obligarnos a pensar en términos de "marcos de referencia" específicos.

Los aborígenes kuuk thaayorre de Australia, por ejemplo, utilizan los puntos cardinales (norte, sur, este, oeste) para hablar incluso de cosas mundanas, como "la taza está en tu suroeste".

Esto se denomina marco de referencia "absoluto": las coordenadas proporcionadas son independientes del punto de vista del observador o de la ubicación de los objetos de referencia.

Pero muchos idiomas, incluido el inglés, usan términos bastante torpes para la orientación espacial, como "junto a", "a la izquierda de", "detrás" o "arriba". Como si eso no fuera suficiente, también tenemos que calcular en qué marco de referencia se aplican.

Si alguien nos dice que recojamos las llaves a la derecha de una computadora, ¿se refiere a las del lado derecho de la computadora o a la derecha de la computadora desde nuestra perspectiva cuando estamos frente a ella?

El primero se denomina marco de referencia "intrínseco" (que tiene dos puntos de referencia: computadora y llaves) y el segundo, marco de referencia "relativo" (hay tres puntos de referencia: computadora, llaves y observador). Y esto puede dar forma a cómo pensamos y nos movemos en el espacio.

Cada vez es más claro que el lenguaje está influyendo en cómo pensamos sobre el mundo que nos rodea y nuestro paso por él. Los hablantes de algunos idiomas también se centran más en las acciones que en el contexto más amplio.

Al mirar videos que involucran movimiento, los hablantes de inglés, español, árabe y ruso tendían a describir lo que sucedió en términos de acción, como "un hombre caminando". Los hablantes de alemán, afrikaans y sueco, por otro lado, se centraron en la imagen holística, incluido el punto final, y lo describieron como "un hombre que camina hacia un automóvil".

A medida que crece esta investigación, se vuelve cada vez más claro que el lenguaje influye en cómo pensamos sobre el mundo que nos rodea y nuestro paso por él. Lo que no quiere decir que un idioma sea "mejor" que otro.: cada lenguaje desarrollará lo que sus usuarios necesitan.

Pero ser consciente de cómo difieren los idiomas puede ayudarlo a pensar, navegar y comunicarse mejor. Y aunque ser multilingüe no necesariamente nos convertirá en genios, todos podemos obtener una nueva perspectiva y una comprensión más flexible del mundo al aprender un nuevo idioma.

(Fuente: BBC Mundo)

viernes, 10 de mayo de 2024

Cómo se escribe de forma correcta: ¿"hacer mención de" o "hacer mención a"?

En un mundo regido por la inmediatez parecería que la ortografía ha dejado de tener relevancia, sin embargo, el escribir textos con coherencia y sin errores siempre traerá beneficios en todos los ámbitos.


La forma en la que una persona escribe puede decir mucho de nuestra personalidad y preparación (Imagen: Jovani Pérez / RAE).

En lo laboral, el escribir de forma correcta deja ver a los demás las habilidades y conocimientos que una persona posee; además, ayuda a construir una imagen óptima a través de la cual podemos puede parecer más serios y confiables. El tener errores de ortografía y sintaxis pueden, por el contrario, dar un pensamiento negativo que nos haría parecer descuidados o poco preparados.

Por otro lado, el tener la capacidad de hacer un texto bien escrito habla también de la personalidad, al mostrar interés por siempre construir un buen puente de comunicación con los interlocutores.

Aunque escribir bien no es una tarea sencilla: requiere de mucha práctica y de conocer las estructuras de la lengua, por lo que leer puede ser un gran apoyo para la riqueza del léxico.

En este sentido, la Real Academia Española (RAE) se ha convertido en la institución más relevante para la regularización lingüística, a través de la promulgación de normas para fomentar la unidad idiomática del mundo hispanohablante.

La Fundación del Español Urgente (Fundéu), una institución sin fines de lucro que tiene como objetivo el impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación, se ha aliado con la RAE y emite en su página web y de manera constante diversas recomendaciones para que los ciudadanos puedan resolver sus dudas sobre cómo se escribe correctamente cierta palabra, cómo se usa una expresión o tips de temáticas varias.

Uso correcto


En la construcción "hacer mención", se prefiere la preposición "de" a la preposición "a" para introducir el complemento ( hacer mención de algo , mejor que a algo ).

En diversos medios de comunicación podemos encontrar frases como estas: "la ministra también hizo mención a la princesa", "la banda europea hizo mención a los hechos acontecidos en las últimas horas» o "ambos hicieron mención a un informe elaborado por la ONU".

Según señala el Diccionario Panhispánico de Dudas , con el sentido de "nombrar o referirse a algo o a alguien" , lo más apropiado es hacer mención "de" . No obstante, explica que también es válido hacer mención "a" , aunque menos recomendable .

El uso de la preposición a puede deberse a un cruce con la construcción del verbo mencionar , por el que puede sustituirse , que sí lleva la preposición cuando el complemento es una persona (por ej: "mencionó a su hermano varias veces").

Por otro lado, se recuerda que no es adecuado prescindir de la preposición de cuando el complemento es una oración que empieza con "que" , como ocurre en "en redes sociales se hacía mención que el ciclo estaba cerrado". En esos casos, se incurre en el llamado queísmo.

Así pues, en los ejemplos anteriores, habría sido preferible escribir "la ministra también mencionó a la princesa", "la banda europea hizo mención de los hechos acontecidos en las últimas horas" y "ambos hicieron mención de un informe elaborado por la ONU".

¿Cuál es la función de la RAE?


La RAE vela por el idioma español (Foto: RAE).


Fundada en Madrid en 1713 por iniciativa del octavo marqués de Villena, Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, la RAE es la institución que busca preservar el buen uso y la unidad de una lengua en permanente evolución y expansión.

Sus más recientes estatutos (actualizados en 1993), establecen que la función principal de la Real Academia es "velar por que la lengua española, en su continua adaptación a las necesidades de los hablantes, no quiebre su esencial unidad".

Este compromiso se ha plasmado en la denominada política lingüística panhispánica, compartida con las otras 22 corporaciones que forman parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), creada en México en 1951.

Actualmente, la institución está constituida por 46 académicos, entre ellos el director y los demás cargos de la Junta de Gobierno, elegidos para mandatos temporales.

Una de las críticas que se le han hecho a la RAE es su negativa a reconocer palabras o expresiones que han surgido entre las generaciones más jóvenes, sobre todo a raíz de la aparición de las redes sociales. Una de las polémicas más recientes es el reconocimiento del lenguaje inclusivo.

Sin embargo, en el 2020 optó por lanzar el Observatorio de Palabras, un repositorio digital que ofrece información sobre palabras o acepciones de palabras y expresiones que no aparecen en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), pero que han generado dudas en cuanto a su uso, tales como neologismos, extranjerismos, tecnicismos, regionalismos, entre otros.

La información contenida en el Observatorio es provisional al no estar contemplada en las obras académicas, por lo que puede verse modificada y cambiar con el paso del tiempo, pero ello no implica la acptación o no de su uso.

viernes, 22 de diciembre de 2023

Los diccionarios y el habla: cómo construir y dar cuenta de nuevas realidades

La actualización de 4.381 artículos, variaciones o supresiones realizada por la RAE días atrás, reactualiza el debate respecto a cuán posible es dar cuenta de la versatilidad con que los hablantes generan nuevas palabras o dotan a viejos términos de nuevos sentidos. ¿Puede un diccionario funcionar como una foto de época?

 

Brackets, cookie y aquaplaning ahora son palabras del español junto a perreo o machirulo, según la última actualización del Diccionario de la Lengua Española dada a conocer por la RAE días atrás, incorporaciones que reactualizan el debate respecto a cuán posible es dar cuenta de la versatilidad con que los hablantes generan nuevas palabras o dotan a viejos términos de nuevos sentidos en ese intento de hacer más eficaz la comunicación,

Si bien no existe un diccionario "oficial" ni existe tal cosa como una "oficialidad de la lengua", dirán lingüistas y lexicógrafos argentinos, porque la lengua no está en los diccionarios sino que es algo propio de las comunidades y los diccionarios van siempre detrás, recolectando el habla y delineando apenas representaciones parciales por motivos técnicos y metodológicos pero también ideológicos, las palabras que año a año la Real Academia Española (RAE) incorpora a su corpus pueden hablar de manera tangencial de una época.

¿Cuál es el panorama que delinean las innovaciones presentadas en esta ocasión donde se validaron más de 4.000 entre palabras nuevas, correcciones y supresiones? En principio "algo llamativo", señala Andreína Adelstein, lingüista y académica de número de la Academia Argentina de Letras: que ese listado incluye "préstamos", términos tomados del inglés, para los que "antes había una gran resistencia aunque fueran de altísima frecuencia en el uso actual del español".

Antes, grafica Adelstein, "si incluían voces en inglés trataban de corregirles la ortografía, escribían whisky con 'g' y diéresis en la 'u', pero ahora las incluyen sin modificaciones más allá de la cursiva".

'VAR' es una de esas voces sumadas en la actualización 23.7 del Diccionario de la Lengua Española (DLE), el sistema de Video Assistant Referee al que se recurre para asistir el arbitraje de deportes tan populares y masivos como el fútbol.

¿Los motivos de estas incorporaciones? Podría ser que ahora hay una academia de español en Estados Unidos, donde más de 62 millones de personas hablan esa lengua y el 18,7 % de la población total del país es de origen hispano.

Se trata de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) que, como todas las academias americanas, 24 en total, envía información (neologismos) a la Real Academia Española (RAE), que sigue centralizando el proceso, que luego les devuelve con impresiones que deben ser vueltas a actualizar (definiciones, acepciones), un proceso complejo y engorroso pero, sobre todo, contra toda urgencia.

"Los diccionarios esperan a que las palabras se difundan en el uso para poder incorporarlas, porque si no incluirían neologismos efímeros", explica Adelstein, además investigadora de Conicet y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento. "Coronabirra" es un ejemplo, se usó mucho de manera graciosa y muy extendida durante la pandemia de coronavirus pero no subsistió".

Contra los 'patovicas' del habla

"Habría que recordar que los diccionarios no son documentos prescriptivos de la lengua, o no deberían serlo, sino que recogen su uso, ése es el objetivo, recoger lo que la gente habla, palabras que en algún momento se consideran neologismos porque son nuevas y que en algún otro momento se instalan en el uso popular y pasan a ser parte del patrimonio de la lengua", postula la lingüista Claudia Fernández.

El hecho de que el DLE incorpore términos, "lo único que significa es eso", asevera Fernández, "palabras que en principio fueron innovaciones ahora instaladas en el uso social".

"La sociedad entera es la que decide qué palabras se instalan o no en un diccionario, qué palabras se hablan en mayoría o en minoría, qué palabras adopta o no", agrega Fernández. "Son otras las instituciones que toman a los diccionarios como elementos prescriptivos y muchas personas, tal vez el común de la gente, cree que si lo dice el diccionario está bien, cuando lo que está bien es si la gente lo dice".

"Hay hablantes que usan palabras y los diccionarios van atrás de ese uso de la mejor manera que pueden, aspirando a reflejarlo a la perfección, aunque ese ideal nunca se alcance, siempre esté unos pasos más adelante y a lo máximo sólo se pueda aspirar a seguir acercándose todo el tiempo", añade el lingüista, lexicógrafo y divulgador Santiago Kalinowski.

Por su parte, Adelstein advierte: "no hay diccionarios oficiales, de hecho, este es sólo un tipo de diccionario, académico y corporativo, realizado por la RAE en colaboración con las academias de cada país, americanas en general; porque hay otros, enciclopédicos por ejemplo".

"La lengua es algo que no está en los diccionarios, es algo propio de las comunidades y los diccionarios son siempre representaciones parciales, hay muchas palabras que por diversos motivos quedan fuera, no sólo ideológicas", asevera la lingüista.

"Se tiende a creer que lo que dice la academia es correcto y lo otro no, pero hay que relativizar esto, en el DLE hay un montón de argentinismos o voces propias pero no está ni 'bondi' ni 'pichicho', palabras del léxico familiar o coloquial de los argentinos", conjura.

Los tiempos de la lexicografía

Ocurre que, como bien resume Kalinowski, "los tiempos de la lexicografía no son los tiempos de la urgencia, porque eso distorsionaría muy notablemente el retrato, la caracterización que el diccionario busca hacer del repertorio léxico de los hablantes".

El lingüista ejemplifica con "la famosa palabra de las 70.000 polémicas que no tienen sentido en el siglo XXI, 'presidenta', incorporada desde el siglo XIX en el diccionario de manera tardía, porque 'presidenta' ya figuraba como 'la que preside' en documentaciones del siglo XV".

O el verbo 'independizarse', "que la RAE resistió más de un siglo a su incorporación".

Adelstein indica que "esos 'delays' son determinados por múltiples factores: técnicos, metodológicos e ideológicos; al Diccionario de la Lengua Española se le pide que guarde la tradición y, a la vez, que sea dinámico, y eso exige un equilibrio difícil de lograr, además que todo diccionario es una selección y eso implica dejar cosas fuera, no hay que idealizarlo".

Ese proceso de selección, "extenso e intrincado" según Kalinowski, "no parece estar resistiendo demasiado palabras relativas a la discusión sobre género, más bien parece haber una voluntad de incorporarlas a medida las va considerando asentadas. Esto es: una representatividad y una circulación en la sociedad con un uso frecuente".

Si las palabras son elegidas por impacto en el habla masiva, teniendo en cuenta cantidad de hablantes, extensiones geográficas donde se las dice y sus repeticiones en el tiempo, "resulta muy esperable que surjan palabras de temas sobre los que se habla mucho", señala Kalinoswki.

"De ahí que en la nueva lista lleve términos como ‘ecofeminismo’, ‘ecofeminista’, ‘patriarcado’, ‘patriarcal’, ‘patriarcalismo’,‘matriarcado’ y ‘marimacho’, "algunos son enmiendas, otros son agregados, ajustes", señala Kalinowski; "a 'amariconar', por ejemplo, le agregaron la marca de 'despectivo'".

A su entender, "hay ritmos un poco azarosos vinculados con qué se hace para armar un diccionario, con qué se puede hacer y con tener un oído en la conversación pública, con eso que pasa cuando los hablantes buscan hacer más eficaz la comunicación, creando palabras que tengan un significado más rendidor, más específico, que no esté comprometido con cuatro o cinco áreas semánticas previas. La palabra ‘silenciar’ es ejemplo de esto: aparece ‘mutear’, que es mucho más específico de los contextos de comunicación digital".

"En el presente "la RAE se propone un diccionario que represente el léxico de los hablantes del siglo XXI del español general", indica Adelstein, "por eso anualmente actualiza únicamente online su edición XXIII, publicada en papel en 2014. La actualización no implica sólo agregar palabras nuevas, como ‘alien’ o ‘balconing’, puede incluir partes de entradas que ya existían con agregados de acepciones nuevas, caso de 'tóxico’ o ’tóxica’, o formas compuestas como ‘autodeterminación de género’ bajo la entrada 'autodeterminación', o 'cabeza de familia’, bajo la entrada 'cabeza'".

Entre esas nuevas voces, cerca de 4.000 atendidas por la RAE, figuran ‘freelance’, ‘huella de carbono’, ‘no binario’, ‘posturear’, es decir, "los ingresos trascienden palabras de impacto social, se vinculan con palabras de la vida cotidiana de distintos ámbitos: sociopolítico, identidad de género, tecnología, gastronomía, deporte y técnicas en general", señala la investigadora.

Significar lo mismo no es ser igual

Una de las grandes innovaciones del listado con novedades presentado por el DLE es la incorporación de sinónimos.

"Es muy complejo hacer una correcta descripción de sinónimos en un diccionario. ¿Por qué? Porque la sinonimia absoluta no existe, no es lo mismo 'bondi' que 'colectivo', no es lo mismo 'autobús' que 'colectivo', es decir, tienen distintas extensiones de uso, pueden tener distintas acepciones y pueden además ser de estilos de lengua diferentes, uno más coloquial, otro más formal", indica Adelstein.

Entonces, continúa, "esto que se propone el DLE es un gran desafío al que todavía falta pulir. Por ejemplo, en la entrada de ‘Navidad’, aparecen sinónimos como ‘Pascuas’, que para nosotros no son sinónimos, o ‘año’, por su acepción coloquial, ‘el abuelo tiene muchas Navidades'”.