lunes, 8 de abril de 2024

Por qué la tecnología no nos está haciendo más productivos

A menudo escuchamos decir que estamos en medio de una revolución tecnológica, pero resulta que hay un pequeño problema con todo esto: nada de eso parece reflejarse en los datos económicos.


Estamos utilizando la tecnología en el trabajo más que nunca, pero no nos está haciendo más productivos (Foto: Getty Images).

El mundo del trabajo y de las finanzas continúa transformándose y mejorando gracias a las computadoras, internet, comunicaciones y procesamiento de datos más veloces, la robótica y, ahora, la inteligencia artificial. Sin embargo, hay muy poca evidencia de que realmente toda esta tecnología nos esté haciendo trabajar mejor y más rápido.

En gran parte del planeta, entre 1974 y 2008, la productividad -cantidad de producto que genera un trabajador- creció a un ritmo anual de 2,3%. Pero entre 2008 y 2020, el ritmo de productividad se desplomó a casi 0,5% por año.

Parece como si siguiéramos atravesando un gran período de innovación y desarrollo tecnológico pero, al mismo tiempo, la productividad se ha ralentizado. ¿Cómo se puede explicar esta aparente paradoja?

Podría ser que, en vez de usar la tecnología para aumentar la productividad, la estemos usando para evitar el trabajo. Eso incluye actividades como enviar mensajes a amigos por WhatsApp, ver videos en YouTube, discutir airadamente en Twitter o, simplemente, navegar distraídamente por internet.

También podría, por supuesto, haber otros factores mucho más profundos.

La productividad es algo que los economistas observan cuidadosamente. Y, aunque es un asunto complicado, con el impacto negativo de la crisis financiera de 2008 y la actual inflación alta, se considera que hay dos explicaciones principales del por qué la tecnología no está impulsando la productividad.

La primera es que simplemente no estamos midiendo bien el impacto de la tecnología. La segunda es que las revoluciones económicas tienden a ser asuntos de fuego lento. De manera que, el cambio tecnológico está sucediendo, pero podrían pasar décadas antes de que podamos ver los beneficios completos.


Los procesadores de computadora son cada vez más rápidos pero, ¿los estamos usando para trabajar más y mejor, o menos? (Foto: Getty Images).


Pongamos un ejemplo: una compañía que solía invertir en sus propios servidores de computación y su departamentos de tecnología, ahora podría estar subcontratando ambos servicios a un proveedor que usa la nube y está radicado en el exterior. La empresa que subcontrata recibe el mejor software, con actualizaciones constantes, de manera fiable y barata.

Pero en términos de cómo medimos el tamaño de la economía, esta medida de eficiencia hace que la empresa parezca más pequeña, no más grande. Y ya no se le ve invirtiendo en esa área de su infraestructura tecnológica, lo que antes se hubiera medido como parte de su crecimiento económico.

"No hay nada que no use la tecnología digital, pero es difícil ver qué es lo que está pasando, porque nada de esto es visible en las estadísticas. Simplemente, no acumulamos datos de forma que nos pueda ayudar a entender lo que está sucediendo", dice Diane Coyle, profesora de Política Pública de la Universidad de Cambridge, experta en medición de la productividad.

Coyle plantea el ejemplo de la Revolución Industrial del siglo XIX, que ilustra cómo la productividad puede quedar por fuera de lo que registran las estadísticas. "La manera en que vemos la economía es a través de la lente de cómo era en el pasado, no como es hoy en día", explica la profesora Coyle.

La otra razón es que la actual revolución tecnológica está ocurriendo más lento de lo que esperamos. Tomando como ejemplo el motor a vapor de James Watt, invento decisivo en la mencionada Revolución Industrial: fue patentado en 1769, pero el primer ferrocarril comercial importante, la línea de Liverpool a Manchester (Reino Unido), se inauguró en 1830, y la base de la red ferroviaria se construyó en ese país en 1850, 80 años después de la patente.

El primer motor de vapor de James Watt se patentó 61 años antes de la construcción del primer ferrocarril comercial (Ilustración: Getty Images).

El mismo patrón se puede observar con el uso de la electricidad. El tiempo que transcurrió desde el primer uso público de la bombilla de luz en 1879 hasta la electrificación de países enteros y el reemplazo de la energía de vapor fue por lo menos 40 años.

Podríamos estar pasando por un intervalo similar en este momento, algo parecido a cuando el mundo estaba entre el punto máximo de la energía de vapor y el desarrollo total de la electricidad.

El país y las empresas que hagan el mejor y más rápido uso de la nueva tecnología van a ganar la carrera de la productividad. Esta, como ocurrió con el vapor y la electricidad, parece que se definirá no solo con la propia tecnología sino también cómo se utilice, adapte y explote; en otras palabras, qué tan hábil se sea para manejar esos recursos.

La tecnología no parece ser el problema, y en algunos casos tampoco es la solución. La alta productividad vendrá sólo para aquellos que aprendan a usarla mejor.