lunes, 13 de mayo de 2024

Contra el insomnio: cinco técnicas simples y comprobadas que nos ayudarán a conciliar el sueño

Aunque a priori parezca increíble, casi un tercio de la población mundial padece, en mayor o menor medida, dificultades para conciliar el sueño nocturno.



Seguramente habremos escuchado y leído decenas de consejos, técnicas o prácticas que, supuestamente, pueden paliar ese problema. Éstas son solamente cinco recomendaciones científicamente comprobadas que nos ayudarán a lograr quedarnos plácidamente dormidos.

Disminuir la respiración

Una forma simple pero increíblemente poderosa de relajarse: respirando lenta y profundamente. Funciona aprovechando un pequeño grupo de células en lo profundo del cerebro, llamado colectivamente locus coeruleus.

A pesar de su diminuto tamaño, el locus coeruleus tiene una notable influencia en toda nuestra función cerebral: si el sueño no llega y la mente está acelerada, es el locus coeruleus el que está activo, rociando una hormona llamada noradrenalina (la sustancia química que despierta) por todo el cerebro.

Se puede acceder a este sistema y ralentizar su activación simplemente reduciendo la velocidad de la respiración. Para esto existe una técnica llamada comúnmente "4-2-4", que consiste en inhalar mientras contamos hasta cuatro, retener el aire contando hasta 2, y exhalar contando otros 4.

Es también beneficioso practicar la llamada "respiración abdominal", que consiste en inspirar lentamente por la nariz y luego espirar por la boca utilizando el diafragma (músculo delgado que separa el tórax del abdomen) y los músculos abdominales.

Aprovechar la luz de la mañana

Uno de los mejores consejos para luchar contra el insomnio crónico es levantarse a la misma hora todos los días y salir a la luz matutina.  Los investigadores han descubierto que la hora a la que nos levantamos por la mañana tiene una mayor influencia en nuestro reloj biológico que la hora a la que nos acostamos.

Una gran parte de esto se debe a los efectos de la luz del día. Cuando la luz llega al ojo, excita los receptores su parte posterior que detectan la luz y envían señales a una región del cerebro llamada núcleo supraquiasmático, su "reloj corporal maestro".

Una ráfaga de luz matutina detiene la producción de la hormona del sueño, la melatonina, y le indica al cuerpo que el día ha comenzado. Una señal de la mañana iniciará una cascada de eventos para que alrededor de doce horas después, la melatonina comience a subir, preparando el cuerpo para un descanso profundo.

Disfrutar de nuestra cama

Lo mejor que podemos hacer si no podemos dormir es... levantarnos. Aunque parezca una tontera, es uno de los más efectivos y usados pilares en la terapia del sueño. Puede sonar contradictorio, pero se trata de que la cama vuelva a ser un lugar tranquilo, de que la mente asocie la cama con el sueño y no con la imposibilidad de quedarse dormido.

Esto es parte de una terapia llamada control de estímulos, y los estudios han demostrado consistentemente que ayuda a reducir el insomnio y que los efectos son duraderos. La idea básica es que no debemos luchar para quedarnos dormidos si nuestro cuerpo y mente no están listos. Si lo hacemos, se forma una asociación que convierte la cama en un campo de batalla.

Si nos levantas cuando no nos estamos quedando dormidos y nos acostamos sólo cuando nos sentimos realmente somnolientos (cuando se nos estén cerrando los ojos y ya estemos cabeceando), la asociación negativa puede romperse.

Quizás al principio tengamos que salir de la cama varias veces e ir a un lugar cálido y silencioso a hacer algo poco estimulante. Eso no significa que la terapia no esté funcionando, sino que estamos tratando de cambiar un hábito profundamente enraizado.

Calentarnos para enfriarnos

Un baño o una ducha tibios antes de acostarse realmente puede ayudarnos a conciliar el sueño más rápidamente. Un resumen reciente de estudios encontró que aquellos que tomaron un baño caliente antes de acostarse se durmieron un 36% más rápido, tuvieron una mejor calidad de sueño y se sintieron más descansados ​​al día siguiente.

Al calentar partes de nuestro cuerpo, especialmente las manos y pies, los vasos sanguíneos especiales que irradian calor comienzan a dilatarse. Esto empuja más sangre hacia la superficie de la piel, lo que ayuda a acelerar la pérdida de calor, de modo que la temperatura central desciende, y esto actúa como una señal para dormir.

También podemos probar con una bolsa de agua caliente o medias abrigadas para dormir, y asegurarnos de no tener más mantas en la cama de las que necesitemos, porque cuanto más peso sintamos sobre nuestro cuerpo, peor será la calidad del sueño.

• "Escuchar" a nuestro cuerpo

Se nos dice que ocho horas es un objetivo ideal para una buena noche de sueño. Pero tratar de alcanzar este objetivo puede ser estresante e inútil.

Los adultos tienden a necesitar alrededor de siete a nueve horas por noche, pero eso es un promedio. A algunas personas les va perfectamente bien con menos y otras pueden necesitar un poco más. También cambia a lo largo de nuestras vidas: la idea de las 8 horas es relativamente nueva.

En la época preindustrial, era común acostarse unas horas después del anochecer, luego despertarse y estar activo, desde charlar con los vecinos hasta estudiar, llevar a cabo ciertas tareas, y luego volver a la cama para dormir por segunda vez.

Cada uno sabe cual es su necesidad en cuanto a cantidad de horas a descansar. Obviamente, eso está determinado en gran parte por la clase de tareas que desempeñemos en nuestras horas de vigilia, si llevamos a cabo tareas físicas o sólo sedentarias, y hasta de nuestra dieta alimentaria.

(Fuente: BBC Mundo / otras)