La popularidad de este pigmento en la era victoriana se llevó varias vidas, ya que la elite de la época estaba en contacto constante con un compuesto químico mortal de la pintura.
El uso extendido del verde de Scheele en diversos productos del hogar y la moda llevó a numerosas enfermedades y muertes documentadas.
Napoleón Bonaparte, una figura central en la historia europea, murió el 5 de mayo de 1821 en la isla de Santa Elena, donde había sido exiliado tras su derrota en Waterloo. La autopsia realizada en aquel momento determinó que la causa oficial de su muerte fue el cáncer de estómago. Sin embargo, la historia no termina ahí. Décadas después, cuando el cuerpo de Napoleón fue trasladado a Francia, se descubrió que su cadáver estaba excepcionalmente bien preservado, lo que llevó a un segundo examen forense en el que se encontraron niveles inusualmente altos de arsénico en su cabello.
Este hallazgo desató especulaciones sobre la posibilidad de que Napoleón hubiera sido envenenado por sus captores británicos, una teoría que encontró eco en muchos medios reputados. El rumor cobró fuerza debido a la publicación de informes en algunos de los diarios más reconocidos que insinuaban que el gobierno británico podría haber querido acelerar la muerte del ex-emperador, manteniéndolo encarcelado en condiciones deplorables en la isla de Santa Elena, en el Atlántico, el 15 de julio de 1815. El oficial al mando de la vigilancia de Napoleón, Hudson Lowe, solía reportar a sus superiores sobre las constantes quejas del servicio por el frío y la humedad en Longwood House, la residencia donde el emperador pasaba sus días de exilio.
La autopsia inicial atribuyó su fallecimiento al cáncer de estómago, pero altos niveles de arsénico encontrados posteriormente dieron lugar a teorías de envenenamiento.
Durante mucho tiempo, la sospecha del envenenamiento sobrevoló la muerte de Napoleón. Se sabe ahora, tras estudios meticulosos, que sí fue envenenado, pero no intencionalmente. La ironía es que el agente tóxico que contribuyó a su muerte fue fruto de una decisión del propio Napoleón. Este agente era el verde de Scheele, un pigmento usado para teñir las paredes de varias habitaciones en Longwood House. El verde de Scheele, nombrado así en honor a su inventor Carl Wilheim Scheele, es un compuesto que contiene arsénico. En la época de Napoleón, la peligrosidad del arsénico estaba subestimada, y el verde de Scheele era muy popular porque era duradero y resistente a la decoloración.
Lo más trágico de la situación es que Napoleón, sin saberlo, eligió el color que iba a contribuir a su lenta y dolorosa muerte. A mediados del siglo XIX, se demostró que el verde de Scheele era altamente tóxico, pero a pesar de esto, el pigmento siguió en uso durante muchos años antes de ser finalmente retirado del mercado. La exposición constante a las partículas de arsénico desprendidas en el aire incrementaba el riesgo de desarrollar varias enfermedades, incluido el cáncer de estómago, la enfermedad que llevó a Napoleón a la tumba.
El uso extendido del verde de Scheele en la decoración y la moda causó numerosas muertes y enfermedades.
Origen del pigmento tóxico
A comienzos del
siglo XXI, el arsénico se comenzó a asociar comúnmente como veneno, pero durante siglos fue utilizado en la medicina. Este elemento químico tuvo un impacto significativo cuando, a finales del siglo XVIII, el químico sueco
Karl Wilhelm Scheele descubrió un pigmento verde brillante conocido como “verde Scheele”.
Scheele, nacido en Stralsund, Suecia en 1742, no tuvo educación superior y carecía de un laboratorio avanzado. A pesar de ello, realizó descubrimientos esenciales en la química, como el aislamiento del oxígeno y el fósforo, y la descripción del efecto de la luz sobre las sales de plata, precursor de la fotografía. Publicado por Fundación Dr. Antoni Esteve, su descubrimiento del “verde Scheele” (arsenito ácido de cobre) revolucionó la pintura de la época. El pigmento fue utilizado por artistas como Joseph Turner y Édouard Manet, y decoraba los hogares victorianos con papeles pintados diseñados por William Morris.
El pigmento verde esmeralda, también conocido como verde de París, verde de Viena y verde de Schweinfurt, fue producido por primera vez en 1814 por la Wilhelm Dye and White Lead Company en Schweinfurt, Alemania. Fue comúnmente utilizado en la época victoriana en ropa, papel tapiz, flores falsas y pinturas, a pesar de su conocida toxicidad.
La popularidad del pigmento verde esmeralda en la era victoriana llevó a la muerte de varias personas que estaban en contacto constante con materiales teñidos con arsénico.
El interés por la moda en la época victoriana llevó a la utilización masiva de este peligroso pigmento en atuendos, maquillajes y decoraciones del hogar. Diversos materiales, desde cortinas hasta vestidos, contenían arsénico, un elemento químico descubierto por Carl Wilhelm Scheele en 1775, según documentos históricos revisados por La Casa Victoriana.
Casos documentados, como el de la muerte de la joven Matilda Scheurer en condiciones extrañas debido a su contacto constante con el arsénico, generaron una gran preocupación pública. Scheurer, una fabricante de flores artificiales, que falleció a los 19 años, mostró signos claros de envenenamiento con arsénico, un hecho que llevó al British Medical Journal a aseverar que "transportaba en sus faldas arsénico suficiente como para matar a todos los admiradores".
Además de la muerte de Napoleón, en el siglo XIX, el pigmento verde esmeralda, se llevó varias vidas, ya que se popularizó en la moda y la decoración, incluidos los libros. Expertos como Melissa Tedone, del Museo, Jardín y Biblioteca Winterthur en Delaware, han identificado 88 libros de esta época que contienen este pigmento tóxico a través del proyecto Poison Book Project.
Investigaciones concluyeron que el pigmento verde producía gases tóxicos en ambientes húmedos, lo que finalmente llevó a su prohibición en Reino Unido.
Libros verdes tóxicos del siglo XIX: un riesgo latente en bibliotecas
El arsénico, aunque en pequeñas cantidades, representa un riesgo para los bibliotecarios. Según los investigadores que manipulan estos volúmenes con frecuencia, tener este componente en los estantes, se puede llegar a inhalar o ingerir partículas tóxicas. Esto, causa malestar y otros problemas de salud. Hasta el momento, se han descubierto más de 70 libros cubiertos con tela verde esmeralda y otros con etiquetas de papel o elementos decorativos que contienen el peligroso pigmento.
Técnicas de detección del arsénico
La detección del arsénico en los libros se realiza mediante técnicas de espectrometría de fluorescencia de rayos X y espectroscopía Raman, que permiten identificar la composición química sin dañar los libros. La cantidad de arsénico encontrada varía, pero en algunos casos alcanza niveles elevados, lo que refuerza la necesidad de precaución al manejar estos tomos antiguos.
Para mitigar los riesgos, se recomienda el uso de guantes de nitrilo y trabajar en espacios con extracción de aire. Además, los libros identificados se almacenan en bolsas de plástico para evitar la propagación del arsénico. Las medidas de seguridad son esenciales para proteger la salud de los conservadores y aquellos que investigan estos materiales históricos.
Pese a las alertas tempranas de químicos sobre la toxicidad del pigmento, los intereses industriales prolongaron su uso, afectando la salud pública.
Primeras advertencias
En 1839, el químico Gmelin advirtió en un periódico berlinés sobre los riesgos de salud asociados con el pigmento, especialmente en ambientes húmedos, pero fue ignorado debido a los intereses de la industria británica del papel pintado. Posteriormente, informes en la revista científica inglesa ‘The Lancet’ detallaron enfermedades misteriosas que afectaban a niños en habitaciones decoradas con papel verde. Se sugirió que la humedad permitía que el pigmento se transformara en un polvo fino que se podía inhalar, sin identificar entonces el compuesto exacto responsable.
Descubrimientos posteriores
En 1891, el químico italiano Bartolomeo Gosio descubrió que un hongo crecía en ambientes húmedos y producía un gas arsenical extremadamente tóxico, el cual mataba a ratones en minutos. Esta afección fue denominada enfermedad de Bocio, pero aún no se había identificado al culpable específico. Finalmente, en 1931, el químico inglés Challenger determinó que la trimetilamina, un compuesto transformado por el hongo, era el verdadero asesino. Este descubrimiento llevó a la prohibición del pigmento en Gran Bretaña, aunque continuó exportándose a otros países europeos durante años.
(Fuente: Infobae)