Canadienses de Stanstead (Quebec) y estadounidenses de Derby Line (Vermont) comparten una frontera muy particular: un edificio victoriano que hace las veces de biblioteca y de teatro.
La Haskell Free Library and Opera House es un gran edificio victoriano que sirve de frontera entre Quebec y Vermont (Foto: Wikicommons / Lea-Kim).
Corría el año 1904 cuando Martha Stewart Haskell y su hijo, el coronel Horace Stewart Haskell, decidieron construir este edificio en honor a su difunto marido y padre. Desde el principio la idea era no solo que estuviera situado en la frontera, sino que fuera la propia frontera, diferenciando un país de otro con unas líneas negras pintadas en el suelo.
Así, los estantes de libros quedan en territorio canadiense y el mostrador en la región estadounidense. La sala de ópera, que aún hoy se sigue utilizando para representar obras teatrales y musicales, también tiene una división pintada en el suelo, por lo que el escenario es de Canadá y gran parte de los asientos de Estados Unidos. Se dice que es "la única biblioteca sin libros y la única sala de ópera sin escenario de Estados Unidos".
La línea fronteriza trazada en la zona infantil (Foto: Wikicommons / Lea-Kim).
Hay algunas normas que se deben seguir para mantener la convivencia que pretendía la familia Stewart Haskell. Aunque la puerta principal está en zona estadounidense y un canadiense pueda entrar por ella, debe seguir una ruta establecida y siempre regresar a su suelo. Tampoco está permitido organizar reuniones familiares entre miembros de un lado y de otro en su interior. Además, recomiendan a los visitantes que lleven encima toda su documentación como si fueran a abandonar el país.
Los lugareños aseguran que para ellos ya no existe la frontera, es como si vivieran en el mismo pueblo, aunque incluso sus idiomas sean diferentes (francés en Canadá e inglés en Estados Unidos). Asimismo, para evitar problemas, en 1908, ambos ayuntamientos acordaron no construir más edificios en el entorno con el fin de mantener el lugar mejor vigilado. Aun así, ha habido contrabando de tabaco e incluso se han llegado a encontrar armas entre libros.
La sala de ópera en el interior de la biblioteca (Foto: Wikicommons / Lea-Kim).
Y entonces llegó el 11-S
Lo que era una convivencia pacífica sin necesidad de mirar al suelo para comprobar en qué parte de Norteamérica estabas se convirtió en una acción ultra vigilada a partir del 11-S. Desde el año 2001 se implantaron nuevas medidas de vigilancia migratoria que también afectaron a esta peculiar frontera. Cruzar las líneas se tornó en un tema de seguridad nacional y durante un tiempo no podían ni siquiera asomarse al otro lado sin que los agentes del US Customs and Border Protection revisaran sus papeles.
Un par de meses después, las estrictas medidas se suavizaron y colgaron carteles avisando de la posible multa a la que se enfrentaban. En el exterior de la biblioteca colocaron unas cuantas macetas sobre la línea blanca que separaba un pueblo de otro y hoy los residentes cruzan tranquilamente de un lado a otro, sin causar problemas migratorios.
La línea negra que hace de frontera en una sala de lectura (Foto: Wikicommons / Lea-Kim).
Con la pandemia del Covid-19 sucedió algo similar. Las fronteras, que habían dejado de tener sentido para los residentes de ambas partes, volvieron a tenerlo casi 20 años después. Sin embargo, sus usuarios han vuelto a utilizarla de la manera habitual, aprovechando su amplia colección de libros en inglés y francés y una importante programación educativa y cultural para todos los públicos. Tanto en Canadá como en Estados Unidos es un edificio de interés nacional.
En el país francófono se designó como patrimonio provincial en 1977 y Lieu historique national du Canada en 1985, mientras que en el angloparlante está inscrito en el National Register of Historic Places desde 1976. Pese a ser considerada de diferentes maneras en ambos lados, los habitantes canadienses y los estadounidenses la disfrutan y la viven como si no hubiera una línea en el suelo separándolos, pues la cultura no entiende de fronteras.
(Fuente: Lidia Lozano / soybibliotecario.blogspot.com)