lunes, 20 de mayo de 2024

El bolígrafo: la historia del invento que revolucionó la forma de escribir

Durante siglos el ser humano ha usado diferentes instrumentos de escritura como stilus (astillas de hueso), pinceles o plumas pero no fue hasta hace relativamente poco tiempo que llegó un invento que lo revolucionaría todo: el bolígrafo.


A pesar de que lo vemos como un objeto sencillo, a su llegada ya se convirtió en algo completamente indispensable y revolucionario, aparte de ser un objeto de uso cotidiano como el cepillo de dientes o los utensilios de cocina. Hoy día existen desde los plásticos más económicos hasta algunos que, puede decirse, son objetos de lujo de esos que marcan diferencia, como por ejemplo un reloj. En el sector de los regalos publicitarios, por ejemplo, es uno de los detalles más populares y no por pocos motivos.

¿Con qué se escribía antes del bolígrafo?

Los sumerios, de quienes se datan las primeras escrituras en el 3.500 a.C, usaban palos triangulares para escribir en tablas de arcilla que luego se horneaban. Sin embargo, fueron los egipcios los que introdujeron la pluma como método más práctico en los más que conocidos papiros.

Estas estaban hechas con plumas de ave, las cuales almacenaban la tinta en su parte central (llamada "raquis") y así se mantuvo durante siglos hasta el XVII, momento en el que se consiguieron modelos más flexibles. Poco más tarde, en 1794, sería cuando Nicolas-Jacques Conté inventara el lápiz, aunque en el siglo XIX éste instrumento clásico dejaría de ser popular.

El inventor del bolígrafo y la polémica

La idea básica del bolígrafo fue del estadounidense John J. Loud en 1888, aunque hay cierta polémica al respecto. Él fue el que haría el primer diseño de lo que conocemos hoy día puesto que puso una bola en un tubo de tinta para poder marcar las líneas en las pieles que curtía. Esto era una gran ventaja respecto a las plumas, las cuales no podían escribir sobre superficies ásperas.

Sin embargo, Loud no es considerado hoy día el "inventor" del bolígrafo pues nunca llegó a patentar su idea. Su diseño es algo parecido a lo que conocemos hoy día pero la versión definitiva llegaría de manos de otra persona: el austro-húngaro Ladislao José Biro, nacido en Budapest en 1899 pero nacionalizado argentino en 1940. Su llegada a nuestro país -al cual escapó junto con su hermano Gyorgy- fue a causa del inminente comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Biro era básicamente periodista, pero también un agudo inventor, y de hecho no sólo se lo considera el "creador" del bolígrafo tal cual hoy lo conocemos, sino que también se le atribuyen la invención del perfumero (que tiene el mismo principio que el bolígrafo y luego se aplicó a los desodorantes a bolilla), el modelo de pluma estilográfica, el lavarropas, la caja de cambios automática mecánica (que vendió a General Motors en 1932), y el termómetro clínico.

También patentó, en 1944, un proceso para mejorar la resistencia de varillas de acero, un dispositivo para obtener energía de las olas del mar (1958); la boquilla antitóxica, la cerradura inviolable y un sistema molecular e isotópico para fraccionamiento de gases (1978).

Pero volviendo al objeto que nos ocupa y dada su profesión de periodista, Biro estaba molesto por los trastornos que le ocasionaba su pluma fuente (que era para diestros y él era zurdo) cuando se le atascaba en medio de un reportaje. Entonces, junto con su hermano, que era químico, obtuvo una tinta útil para la escritura a mano, pero que no podía utilizarse con la pluma pues no corría fluídamente al escribir.

Un día, observando a unos pequeños jugar en la calle con bolitas que, al atravesar un charco, salían trazando una línea de agua en el piso seco, se dio cuenta de que debía reemplazar el uso de la pluma metálica en la punta por una bolita. Biro patentó un prototipo en Hungría y en Francia, en 1938, pero no llegó a comercializarlo.


Propaganda en Revista Argentina "Leoplán", de 1945, promocionando el primer bolígrafo comercial, marca "Birome" (Imagen: Wikimedia Commons).

Biro en Argentina

Él y su hermano emigraron hacia Argentina junto con Juan Jorge Meyne, su socio y amigo de origen judío, a quien ayudó a escapar de la persecución nazi.​ Tiempo después, su esposa Elsa y su hija Mariana desembarcarían también en Buenos Aires. Su casa se encontraba en el barrio de Colegiales, y hoy alberga una institución dedicada a los inventores.

En ese año formaron la compañía Biro, Meyne & Biro y en un garaje con 40 operarios y un bajo presupuesto mejoró su invento, patentado el 10 de junio de 1943 en Buenos Aires. Lanzaron el producto al mercado bajo el nombre comercial de Birome (acrónimo con las sílabas iniciales de Biro y Meyne). Su venta al público fue de entre 80 y 100 dólares, excesivo para esa época.

Cuando comenzó a promoverse, se la llamó esferográfica y se hacía hincapié en que "siempre estaba cargada, secaba en el acto, permitía hacer copias con papel carbónico, era única para la aviación y su tinta era indeleble". Para aclarar el punto referente a la aviación, en el diseño de Biro era fundamental un pequeño orificio en el cuerpo del bolígrafo: ésto permitía que, con la presión que debía soportar en las grandes alturas, no explotaría

En 1943 licenció su invento a Eversharp Faber, de los Estados Unidos, en la entonces extraordinaria suma de u$s 2.000.000, y en 1951 a Marcel Bich, fundador de la empresa Bic, de Francia.


Afiche publicitario de Bic de la década de los 60's, creación de Raymond Sauvignac.

Hoy día no existe prácticamente un lugar que visitemos donde no encontremos un bolígrafo, y ya es un objeto tan común que, a menos que se trate de alguno con características muy particulares, ni siquiera solemos prestarle la mínima atención. Pero remontémonos a la época de su creación y detengámonos a pensar en la atracción que despertó en aquel entonces y en cuánto le facilitó el día a día a aquella gente en algo tan habitual como es el hecho de escribir.

(Fuentes: Wikipedia, Giftcampaign, redacción propia).