martes, 11 de junio de 2024

El mito (o farsa) detrás de la famosa "Teoría del Derrame" económico

La disminución de los impuestos es uno de los puntos centrales de la mayoría de los programas económicos de derecha conservadora. Afirma que si los ricos pagaran menos impuestos, utilizarían ese ahorro de mejor manera que el Estado. Asegura que realizarían inversiones que crearían puestos de trabajo, una suerte de "teoría del derrame impositivo". En la práctica, se ha demostrado histórica y documentadamente que esos supuestos son falsos.


(Foto: Noticias Argentinas).


Por un lado, las cuestiones impositivas son una preocupación normal de los ciudadanos que preferirían que los impuestos fueran más bajos, aunque a la vez deseen que el Estado los provea de la mayor cantidad de bienes y servicios posible.

Por otro lado, los neoliberales afirman que si los ricos pagaran menos impuestos utilizarían ese ahorro de manera mucho más eficaz que el Estado, que supuestamente los dilapida.

La demagogia los lleva a afirmar que si hubiera menos impuestos y menos Estado todo estaría mejor. Pero la historia económica mundial de los últimos dos siglos demuestran lo contrario.

Los economistas clásicos nunca negaron, contrariamente a lo que afirman los ortodoxos, la necesidad de pagar impuestos y concentraron sus análisis en dos problemáticas centrales: la equidad tributaria y el uso de los ingresos del Estado para facilitar la actividad económica.

Adam Smith escribió en el Libro V de su obra "Origen de la Riqueza de las Naciones" que "los ciudadanos deben contribuir a financiar al Estado en proporción a su ingreso al cual acceden gracias a la protección que les brinda el mismo".

Se trata de un principio moral: los ricos deben pagar más ya que el Estado protege su riqueza. Y también es un principio económico: las obras públicas de infraestructuras que realiza el Estado permiten aumentar la actividad económica, facilitar el crecimiento y enriquecer a la sociedad, lo cual aprovecha más a los ricos.

En este sentido, los Estados modernos establecieron el impuesto progresivo al patrimonio, a las sucesiones y al ingreso. Los impuestos directos son más justos ya que cuanto más gana el agente económico, mayor es la tasa del gravamen y da respuesta a los dos problemas citados por los economistas clásicos: la equidad tributaria y la dinámica económica.

Pero, sobre todo, los impuestos directos y progresivos constituyen gravámenes que incluyen a la renta, que no remunera ninguno de los factores de producción y que constituye una traba al crecimiento.

Reforma tributaria

En Argentina, las rentas agraria y monopólica en el comercio y en la industria es el principal factor de desigualdad social y estancamiento económico. Esto llama a la reflexión sobre la necesidad de reformas tributarias progresivas para, como ocurrió en Estados Unidos y en Europa, que graven la renta, como hoy es el llamado "Impuesto a las Grandes Fortunas".

Políticos como el ex presidente Mauricio Macri, que denigran el impuesto directo, defienden posiciones de privilegio heredadas. Inversamente, el impuesto indirecto (como el IVA) tiene una alícuota fija y se calcula sobre el precio del producto, con lo cual se paga proporcionalmente más cuanto menor es el ingreso de las personas. Es por lo tanto un impuesto injusto y regresivo.

A la equidad tributaria y al rol expansivo de la actividad económica que evocaba Smith, le fue agregada la problemática macroeconómica a partir de los años treinta del siglo pasado: Richard Kahn mostró que el gasto público tiene un efecto multiplicador de la riqueza y Keynes explicó que los ricos no sólo son los que más aprovechan, como lo señalaba Smith, de la organización capitalista de la sociedad, sino que además son, como se pudo observar en la crisis del '30, la crisis de 2008 y la recesión durante la gestión de Macri, los que generaban las crisis del sistema debido a la especulación con activos financieros.

El impuesto progresivo a los beneficios de la empresas y al ingreso y la acción del Estado limitan la especulación y disminuyen, de esa forma, la posibilidad que surjan crisis como la de 1929 o 2008, a nivel mundial, y en Argentina la de 2001  y la macrista del 2018 que llevó a la dependencia del FMI.

Sin embargo, la tendencia de gravar al que más tiene viene en franco descenso en todo el mundo ya desde hace varios años, y es notablemente más pronunciada durante las gestiones de gobiernos ultra o neoliberales.

"Externalidades positivas"

La provisión de los servicios públicos que expone Adam Smith cubre una multitud de aspectos que van hoy desde la protección materno-infantil a la provisión de satélites para Internet, pasando por la reparación de los baches en la vía publica, que proveen lo que los economistas llaman las "externalidades positivas".

Un ejemplo simple: si no se organiza la provisión de agua potable los ciudadanos no solo padecerán enfermedades ligadas a la falta de higiene, lo cual tendrá un costo, sino que les impedirá trabajar y gastarán para curarse. Además deberán pasar largas horas para poder procurársela, lo que también es un costo, desatenderán otros problemas y el resultado será que la deserción del Estado en la provisión de agua se traducirá en una disminución de la calidad de vida de los ciudadanos y de la eficacia económica del conjunto.

La provisión del agua potable es entonces, sin duda, una "externalidad positiva", y su ausencia provoca una "externalidad negativa". Este razonamiento puede generalizarse a todos los servicios públicos.

Invertir en servicios públicos y en ayudas sociales no sólo es una necesidad, sino que produce un incremento de la producción mucho más significativa que la supuesta inversión realizada por aquellos a los que se favorece por la disminución de los impuestos directos.

Pagar menos impuestos

La apuesta política de la derecha y el ultraliberalismo es sostener que los impuestos son "demasiado elevados". El argumento de los políticos asesorados por economistas ortodoxos es que hay "grupos que aprovechan de la dádivas del Estado". Pero la propuesta no va más allá de proponer la privatización, la supresión o la disminución de servicios públicos y con ello deteriorar la calidad de vida del conjunto, ya que suponen que si se disminuye el gasto del Estado, ellos pagarán menos impuestos.

El paradigma más explícito durante este siglo es el programa aplicado por Macri. Su primera medida consistió en suprimir o bajar impuestos, las retenciones, Bienes Personales, Ganancias de los más ricos, con el pretexto de que "el monto que el Estado ya no cobraba sería invertido por el sector privado". Ésto demostró ser una gran falacia.

Macri afirmó, el 12 de diciembre del 2015, que "hay que cumplir el pago de impuestos porque ahora los vamos a administrar bien, los vamos a cuidar; entonces no hay ninguna excusa para evadirlos". Seis años después declaró lo contrario afirmando que "la única manera de ganar plata era evadir impuestos", algo que está muy emparentado con las declaraciones del actual presidente argentino Javier Milei, que expresó publicamente que consideraba héroes a los evasores.

La otra versión del derrame impositivo fue dada el mismo día por la ex gobernadora de la provincia de  Buenos Aires, María Eugenia Vidal , quien definió que "lo que el Gobierno pierda por el ingreso de retenciones lo va a compensar con la mayor cantidad de fondos que van a entrar por impuestos, ya que el campo va a producir más volumen y ganar más". Basta con hacer un repaso de los números, y resulta que ésto tampoco ocurrió.

El resultado no estuvo al alcance de sus desvaríos: la deuda pública en dólares de la provincia de Buenos Aires creció 68,5% durantte su gestión, pasando de 5.420 a 9.134 millones de dólares. La irresponsabilidad política se acompaña de una sorprendente superficialidad del análisis para favorecer a algunos amigos en detrimento de las mayorías. Como se sabe, la disminución de los impuestos fue fugada al exterior.

Economistas ortodoxos que han apoyado esta teoría del derrame impositivo fingen ignorar un principio básico en economía: los capitalistas no invierten porque han obtenido beneficios en el pasado, sino que invierten cuando vislumbran que obtendrán beneficios en el futuro.

(Fuente: Página 12)