martes, 11 de junio de 2024

Del lobo al perro: el origen de la domesticación del mejor amigo de la humanidad

Si bien se sabe que el origen de la domesticación del perro está en el lobo, hay diversas hipótesis sobe cuándo y cómo sucedió este acercamiento que tanto ha marcado, para bien, al ser humano.


El husky siberiano, una de las razas caninas que más semejanzas comparte con el lobo (Foto: Wikimedia).

El zooarqueólogo especialista en perros Darcey Morey afirma que la mayor prueba de la importancia social y afectiva que tienen nuestros peludos amigos radica en cómo deliberadamente les damos sepultura. Y aunque actualmente hay numerosos cementerios caninos, se trata de una vieja historia de amor.

Un ejemplo es Ascalón, un yacimiento de Israel fechado entre 2.200 y 2.500 años antes del presente (considerando como "presente" al año 1950), en el que se enterraron más de mil perros en fosas individuales en una serie de terrazas que anteriormente habían sido ocupadas por un gran almacén con vistas al mar. En la región de Cis-Baikal, en Siberia Oriental, también se hizo lo mismo, y en ocasiones se colocaron a los animales dentro de tumbas humanas durante el Neolítico temprano (8.000-7.000 a.C.) y a principios de la Edad del Bronce (5.000-3.400 a.C.).


Vista lateral del cráneo de un perro del Paleolítico encontrado en la cueva de Goyet (Bélgica) de aproximadamente 35.500 años de antigüedad (Foto: Mietje Germonp Ré).

A la vista de estas fechas, durante mucho tiempo se creyó que su origen y domesticación tuvo lugar al comienzo de las prácticas agrícolas del Neolítico, de forma paralela a la de otros animales como la cabra o el cerdo. La idea provenía de dos trabajos fundamentales, escritos en 1981 y 1983 por Andrew Sherratt, en los que proponía que la principal razón para domesticar animales era proporcionar seguridad alimentaria. En caso de que vinieran malas cosechas, las reses podían comerse (incluidos los perros) y asegurar la supervivencia.

Según Sherratt, solo de forma ulterior y paulatinamente, se explotaron sistemáticamente los otros productos secundarios como la leche, lana o la tracción de cargas. Los basureros neolíticos habrían atraído lobos a las zonas de asentamiento dando comienzo a las primeras interacciones con personas. Los menos temerosos y agresivos se habituarían y adaptarían a nuestro entorno. Poco a poco, generación tras generación, los primeros perros primitivos surgieron de este grupo más amigable y dócil.

Con los avances en secuenciación de ADN mitocondrial (ADNmt) se comenzaron a estudiar los haplotipos (variaciones distintivas en el ADNmt) de perros actuales. Lo que se busca con ello es emparejar aquellos que compartan los mismos haplotiposc cada uno con sus peculiaridades y diferencias.

Ya en 2002, un equipo de investigadores liderado por Peter Savolainen agrupó los haplotipos mitocondriales de seiscientos cuarenta y cinco perros domésticos, lo cual era una muestra relativamente pequeña. Los datos sugerían que sus orígenes residían en el este de Asia, probablemente en China. En 2010, otro equipo encabezado por Bridgett M. von Holdt publicó el análisis del reparto de haplotipos en 48 000 perros. La muestra, mucho mayor, indicaba que el origen no estaba en China, sino en Oriente Medio o en Europa.

Yacimiento de Bonn-Oberkassel

Eurasia empezaba a sonar como un lugar prometedor. Un ejemplo es el yacimiento alemán de Bonn-Oberkassel donde se recuperaron restos de un perro que acompañaba un doble enterramiento de mujer y hombre. Además, las nuevas dataciones arrojan una edad de 14.000 años cal.AP (años de calendario, antes del presente) para el enterramiento, lo que demuestra que es de finales del Paleolítico superior y anterior a los primeros asentamientos agrícolas. Yacimientos prehistóricos como el de Bonn-Oberkassel empezaban a cuestionar la domesticación durante el Neolítico. La pregunta surgía: ¿podría haber perros aún más antiguos?


Fósil de perro en Siberia. En el lago Cis-Baikal se encontraron esqueletos de perros de entre 5.000 y 8.000 años, enterrados junto a restos humanos (Foto: ASC).

Antes de responder, conviene hacer unas consideraciones anatómicas básicas. Los perros actuales se distinguen de los lobos porque las hileras de sus dientes suelen ser cortas, como apiñadas. Por el contrario, el hocico del lobo es más alargado y sus muelas carniceras (último premolar superior y el primer molar inferior) son más grandes.

Teniendo en cuenta estas y otras peculiaridades morfológicas, la paleontóloga belga Mietje Germonpré y su equipo se propusieron obtener las proporciones óseas del cráneo que pudieran distinguir perros de lobos. Efectuaron mediciones anatómicas básicas en cráneos de lobos actuales, perros modernos de once razas y cinco perros prehistóricos (de yacimientos epigravetienses y mesolíticos europeos). A partir de ellas, determinaron las relaciones que expresaban las proporciones y la forma general de los cráneos.

Ayudados por complejos métodos estadísticos usaron la muestra de referencia para identificar conjuntos de medidas que distinguieran un grupo de otro. Ello les permitió crear nubes de puntos bien delimitadas mediante análisis de componentes principales.

Los perros quedaron en su propia categoría de forma y había muy poco solapamiento de puntos con el grupo de los lobos cuando se representaban en una gráfica. Incluso aquellos con cráneos arcaicos (razas chow chows y huskies) o con hileras de dientes cortas o con hocicos más largos y parecidos al del lobo (como el pastor alemán) podían separarse estadísticamente con las medidas adecuadas. Tampoco ningún lobo entró en la delimitación de los perros.

Curiosamente, el área de distribución de los perros prehistóricos quedaba completamente fuera de lobos y perros, en una distante tierra de nadie. La forma de los cráneos prehistóricos procedentes de yacimientos como Eliseevich I (del epigravetiense ruso, hace unos 13.990 años) o Senckenberg (mesolítico alemán) no se parecen en nada al de nuestros perros. Son una variedad totalmente diferente, podríamos incluso hablar de una variedad biológica de perro que se perdió en el tiempo.

Diversas hipótesis

Al ser la separación estadística tan buena, el equipo también la utilizó para once cráneos de grandes cánidos fósiles procedentes de antiguos yacimientos paleolíticos de Bélgica (Goyet, Trou des Nutons y tres localidades más), Ucrania (Mezhirich, Mezin) y Rusia (Yakutia y Avdeevo). Algunos problemáticos, con caracteres ambiguos. Los paleontólogos no se ponían de acuerdo de si se trataba de lobos peculiares o de perros incipientes. ¿En qué grupo encajarían?

El análisis discriminante lineal los colocó en el lugar más apropiado, dando un porcentaje de probabilidad de que la clasificación fuera correcta. Dos ejemplares, uno procedente de un megayacimiento de mamuts en Mezin y otro de Mezhirich, resultaron buenos candidatos a ser perros primitivos, con un 73 % y un 57 % de probabilidades, respectivamente. Otro, de gran tamaño, procedente de la cueva de Goyet, logró un 99 %. Los valores de Mezin, Mezhirich y Goyet, representados por tres puntos en la gráfica, se posicionaron entre lobos y perros prehistóricos, justo en el medio de ambos. No eran ni una cosa ni otra, sino mitad y mitad. Tal vez eso tenía sentido. Estaban en el espacio morfológico en el que cabría esperar que cayera un animal en proceso de evolución de lobo a perro.

Aparentemente, todo parecía encajar, hasta que nos fijamos en la enorme antigüedad del ejemplar de Goyet que vivió hace la friolera de unos 36.000 años AP, a finales del Auriñaciense. Antes de este estudio, se consideraba que una edad antigua, bien aceptada, para un perro prehistórico sería como máximo de 18.000 años y, más probablemente, de unos 14.000 años. ¿Sería posible que los humanos modernos tuvieran perros-lobos menos de 10.000 años después de su llegada a Eurasia? Otros trabajos científicos publicados a partir de 2010 también apoyan la hipótesis, incluyendo otro ejemplar de la cueva de Razboinichya, en las montañas de Altai, al sur de Siberia (Rusia) de 33.000 años cal. junto con especímenes de Předmostí, en la República Checa, que datan de 26.000 a 27.000 años AP.

Antes del Neolítico


Encontrar cánidos domesticados de más de 30.000 años no tenía precedentes en paleontología. Era como algo loco y maravilloso imaginar los primeros humanos en Europa acompañados por incipientes perros con aspecto lobuno. Ambos harían una formidable pareja mientras se adentraban en los fríos territorios de los neandertales. Los perros, rudos y fuertes, ayudando en la caza y protegiendo las presas abatidas frente a otros depredadores. Pero no todo el mundo lo cree. Por ejemplo, la prehistoriadora francesa Myriam Boudadi-Maligne piensa que los hallazgos de Mietje Germonpré son problemáticos porque han tratado estadísticamente el tamaño de un cráneo como algo independiente de las características morfológicas de una población de cánidos fósiles, y eso puede generar errores de identificación. Asimismo, opina que los ejemplares de Předmostí y Razboinichya también presentan muchas dudas.

Dos recientes estudios paleogenéticos disipan, en parte, algunas incógnitas. En 2015, el equipo de Pontus Skoglund analizó el genoma de un lobo de 35.000 años de la Península de Taimyr, en el norte de Siberia y, en 2020, el equipo de Anders Bergström hizo lo mismo con el de veintisiete perros prehistóricos que llegan hasta los 11.000 años de antigüedad. Ambos coinciden en algo muy importante: los perros fueron domesticados mucho antes del Neolítico. Probablemente, hace unos 20.000 años, a finales del Último Máximo Glacial (una época de intenso frío global hace entre 20.000 y 26.500 años).

Además, los perros y los lobos grises euroasiáticos actuales aparecen como grupos monofiléticos; es decir, cualquier perro está genéticamente más cerca de otro perro que de un lobo, y viceversa. Esto es muy relevante, porque indica que tuvieron un único origen, en Eurasia, a partir de un linaje de lobos que ya no existe.

Conclusiones

Es posible que hubiese perros-lobos domesticados hace más de 30.000 años, pero solo fue un primer intento que no prosperó. Nuestros queridos compañeros provienen de una población de lobos extinguida, cuyos cachorros comenzaron a domesticarse hace unos 20.000 años, a diferencia del resto de las domesticaciones posteriores (ovejas, cabras, cerdos, etc.) que probablemente ocurrió durante el Neolítico y se produjo de forma independiente a partir de múltiples poblaciones locales salvajes. Por ejemplo, hay pruebas de que los cerdos fueron domesticados tanto en Anatolia como en China.

Cada vez que vemos un perro, contemplamos el primer animal que convivió y caminó a nuestro lado. Un carnívoro inteligente, leal y tan valioso que aparece en muchas tumbas humanas como compañero en la otra vida.

(Fuente: Muy Interesante)