viernes, 28 de junio de 2024

Alberto Laiseca, el escritor que caminaba entre el realismo y el delirio

Cultivaba una mirada tan singular sobre el mundo que por momentos bordeaba la locura. No se consideraba a sí mismo un maldito, sino un excéntrico.

"Lo que yo intento hacer con las distorsiones del delirio es marcar, justamente, partes de la realidad poco vistas", dijo alguna vez Alberto Jesús Laiseca, uno de los escritores más desmesurados -sí, esa palabra le calza sin exagerar- quizás, de la historia de la literatura.

Y vaya que lo que intentó lo llevó a cabo: en un corpus de escritura de 19 volúmenes -entre, mayormente- novela, cuentos, dos ensayos y uno de poesía- dio rienda suelta a su inagotable imaginación, aparte de su inteligencia y sensibilidad demoledoras.

Empezó a estudiar Ingeniería Química, pero abandonó la carrera para irse de su Rosario natal a trabajar al campo como peón y cosechero en Córdoba y Mendoza, posteriormente como empleado en una compañía telefónica, mientras se formaba el germen de la ocupación que lo llevaría a ser recordado local e internacionalmente: su producción literaria.

No tuvo una infancia fácil: a los tres años falleció su madre y quedó al cuidado de su padre, con quien tuvo una relación más que difícil, y para describirla bastan sus propias palabras: "En la infancia los libros fueron la única salida para mí, los libros y la imaginación. Sin ellos no habría podido aguantar la chifladura de mi viejo. Mi padre era trastornado y muy cruel, profundamente injusto y contradictorio, era muy difícil de soportar. Entonces imaginate que frente a esa situación uno puede terminar de un día para el otro volviéndose loco. Para salvarme de la locura y la muerte la única alternativa que me quedó fue la imaginación: fabricar mundos distintos de los cuales poder colgarme".

Mientras daba sus primeros pasos en la escritura, alrededor de 1966 se mudó a Buenos Aires, donde vivía precariamente en pensiones baratas, experiencias que también alimentarían su imaginario literario. Por entonces comenzó a frecuentar el Bar Moderno (hoy ya inexistente), ubicado en Maipú entre Charcas y Paraguay, donde entró en contacto con figuras extrañas y marginales propias de la bohemia porteña de los años sesenta, como Marcelo Fox, Horacio Romeu e Ithacar Jalí (seudónimo del artista Enrique Lerena de la Serna), a quienes Laiseca citó con frecuencia como referentes.


En rueda desde la izquierda: Alfredo Slavutzky, Horacio "Pepe" Romeu, Marcelo Sztrum, Alberto Laiseca, Rubén de León, Reynaldo Mariani, Alejandro Medina (baterista de Manal), Jorge Centofanti y Graciela Dellepiane Rawson. Bar Moderno, 1968 (Foto: Víctor Kesselman).

A partir de sus contactos con el ambiente del Moderno, Laiseca empezó a escribir lo que denominaba "textos caoístas", de carácter experimental, con poco o ningún hilo argumental, a la vez que cultivaba un perfil de autor anticomercial, negándose a publicar. No fue hasta 1973 que apareció su primer relato publicado, "Mi mujer", aparecido en el diario La Opinión, al que un año después siguió "Feísmo", incluido en una antología de humor negro, ambos textos firmados con el seudónimo Dionisios Iseka.

En 1976 la Editorial Corregidor le publicó su primera novela, "Su turno para morir",  por recomendación de Osvaldo Soriano, aparecida en la colección Serie Escarlata, que utiliza el modelo de la "novela negra" en clave paródica para dar una primera muestra de sus temas y estilo característicos, como escenas de violencia, disertaciones de los personajes en torno a cuestiones literarias y esotéricas y una importante presencia de un negro sentido del humor.

Con sus obras siguientes, el libro de cuentos "Matando enanos a garrotazos" y la novela "Aventuras de un novelista atonal", ambas publicadas en 1982, Laiseca terminó de convertirse en una figura de culto entre los escritores emergentes de su generación, como César Aira y Rodolfo Fogwill, quienes junto a Ricardo Piglia hicieron circular su nombre como autor de "Los sorias", una extensa novela que también terminó por entonces pero que tardaría dieciséis años más en ser publicada.

Su proceso de legitimación iniciado en la década anterior comenzó a dar resultados en los años noventa,
cuando más precisamente en 1991 la editorial independiente rosarina Beatriz Viterbo Editora publicó el ensayo "Por favor, ¡plágienme!", donde expone sus ideas sobre el plagio y la importancia de este procedimiento en su propia poética.

El mismo año recibió la Beca Guggenheim, gracias a la cual pudo terminar "El jardín de las máquinas parlantes", su segunda novela más extensa, publicada en 1993, en la que aborda otra de sus obsesiones, el mundo del esoterismo y la magia, a través de la historia de un grupo de magos que deciden ayudar a un hombre víctima de magos oscuros.

Paralelamente a su actividad como escritor, participó como narrador oral en el ya mítico ciclo "Cuentos de terror", emitido a madianoche por el canal I.Sat, en el que narraba historias de autores como Edgar A. Poe, Stephen King, Howard P. Lovecraft y Ramsay Campbell, con una escenografía minimalista: una habitación vacía apenas iluminada por una tenue luz cenital.

Como otro detalle extra-literario, actuó en dos películas: "El artista" y "Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo", ambas dirigidas por la dupla argentina formada por Mariano Cohn y Gastón Duprat.

Para no seguir abundando en detalles biográficos (y quizás aburriendo con ellos), vamos a hacer foco en lo importante y enumerar, a modo de recomendación, algunas de sus obras más notables:

Los Sorias (Novela, 1993)

Novela monumental, de casi 1.400 páginas, Laiseca la definió como "la obra de su vida": tras desechar tres versiones anteriores, tardó diez años en escribirla y casi el doble en poder publicarla, tiempo durante el cual circuló en forma de manuscrito.


Suma de todas las obsesiones recurrentes del autor, narra una guerra entre tres dictaduras: Soria, Tecnocracia y Unión Soviética. El protagonista, Personaje Iseka, vive en una pensión en el límite entre Soria y Tecnocracia, gobernadas por el Soriator y el Monitor respectivamente.

En Soria, todos se apellidan Soria; mientras que en Tecnocracia todos se apellidan Iseka. A partir del enfrentamiento entre Iseka y dos hermanos Soria con los que comparte habitación, se despliega un universo distópico en el que estos tres países se enfrentan entre sí mediante todo tipo de armas y se discurre sobre los más disímiles temas: política, religión, guerra, historia, sexo, astrología, magia, ciencia y tecnología, etc.

El jardín de las máquinas parlantes (Novela, 1998)

Con casi 800 páginas, segunda novela más extensa de su producción fue escrita gracias a una Beca Guggenheim.


Para describirla, nada mejor que las palabras del propio autor, tomadas de la contratapa de la edición original: "Cuentan que algunos hombres saben fabricar máquinas mágicas. Estas máquinas cantan, silban, cuentan chistes. También muerden y pican. Son invisibles, aunque a veces puede adivinárselas con el rabillo del ojo. Los hombres que las crean son magos, y las envían a sus enemigos para enloquecerlos o matarlos. Sus propósitos, sin embargo, varían considerablemente. En una víctima pueden confluir máquinas de dos o más magos enemigos y usarla como territorio de una batalla mucho mayor, entre las fuerzas invisibles del Bien y del Mal. Las víctimas, en esos casos, terminan en el manicomio, en la morgue o bien iniciándose en los ritos de la magia. Una iniciación así es la que cuenta esta novela. Paso a paso, de dimensión en dimensión. Es, también, un raro tratado de magia práctica, que revela secretos superiores del mundo esotérico. Pero, sobre todo, es una larga e invencible historia de sexo y amor".

Matando enanos a garrotazos (Cuentos, 1982)

Volumen de trece cuentos, anticipa con su estética a "Los Sorias". Historias absurdas, excesivas, delirantes, violentas, pantagruélicas, con personajes de una moral que, más que calificarla de dudosa, habría que reconocerla como directamente escandalosa.


Todo en este libro es cruel y desmedido, de una inverosimilitud corrosiva. La violencia del libro arranca en los países árabes, donde las técnicas de tortura se mezclan con adoraciones al Profeta (con mayúsculas), en busca de la Verdad (otras mayúsculas), para después adentrarnos en un mundo lúmpen y futurístico, una versión del futuro más cercano al pasado, pero con pordioseros comiendo embutidos.

Sigue con la Segunda Guerra Mundial, buscando en otro cuento un centro de gravedad, cuando las fuerzas de Hitler y de Stalin se encontraban en igualdad de condiciones. Pero también hay otros temas muy distintos: un científico que se propone viajar a través de los tornados, un prisionero que logra un estado superior al asumir su sentencia, golpes de Estado, un acoso psicológico de un marido muy intenso, y varios más.

La hija de Kheops (Novela, 1989)

Durante la cuarta dinastía, aconsejado por el astrólogo real, el faraón Kheops decide emprender una gran obra: construir una pirámide que sea su monumento funerario y que preserve a Egipto de males futuros.


Cetes, el astrólogo y mago, encargará al mejor arquitecto egipcio- el peculiar maestro Tofis- los trabajos de construcción, que se prolongarán treinta años. Pronto surgirán problemas: los mosquitos, el tormento de los pobladores de la Cuenca del Nilo, la lascivia Boula, mujer de Tofis, que trastorna a todos los que visitan a su marido; Hentsen, la incestuosa hija de Kheops, que tiene dos maridos: el propio faraón y el mago Cetes. Así, entre intrigas cortesanas, diálogos disparatados y digresiones mitológicas y políticas, como los comentarios delirantes de un narrador que se deleita en los anacronismos, avanza no sólo la construcción de la pirámide sino también la de esta divertida novela.

Gracias Chanchúbelo (Cuentos, 2000)

En este libro, el autor se permitió hasta replicar con parodias a la crítica de Jorge Luis Borges sobre "Matando enanos a garrotazos". Según la anécdota, Borges afirmó que jamás leería un libro que tuviera un gerundio en su título. La respuesta de Laiseca fue "Indudablemente, horriblemente, ferozmente", cuento escrito en gerundio, abundante en adverbios, frases germanizadas y comas antes del verbo.


Sin embargo, la parodia a Borges vuelve con otro cuento, "Jack el Olvidador", que narra las desventuras de un escritor cuyo crimen era tergiversar y olvidar pasajes de obras ilustres, en especial "Ulises", de James Joyce. Desde luego, el carácter distraído de Jack es una burla a "Funes, el memorioso", personaje de Borges, condenado a recordar todo.

Laiseca mantenía una actitud combativa con su realismo delirante, el arma con la que se enfrentaba a la alta cultura argentina, al entorno militarizado y al mito de ser un plebeyo ascendido a escritor de culto.

Poemas chinos (Poesía, 1987)

Dijo Laiseca en 2005 acerca de este volumen: "Me interesa que los jóvenes se acerquen a este libro, yo los invito a leerlo. No van a encontrar poemas herméticos, sino palabras que son mucho más fáciles de comprender si se es joven. Es un libro impresionista, pero no de un impresionismo vacío como el que está de moda, sino que busca la trascendencia. A partir de imágenes intenta una proyección que vaya más allá".



(Fuente: Wikipedia / otros / redacción propia)