martes, 11 de junio de 2024

Una vida torturada: seis curiosidades acerca del genial Franz Kafka

Franz Kafka vivió por y para la literatura. Su vida atormentada se ve reflejada en una obra en la que los personajes se ven inmersos en situaciones absurdas, cuyo origen siempre es desconocido y escapa a su control. Pero existen algunos aspectos de la vida y el pensamiento del famoso escritor que tal vez no sean muy conocidos.


Fotografía de un joven Franz Kafka tomada en 1906 (Foto: Wikimedia).

Kafka tuvo que luchar contra los fantasmas de su niñez, que surgían bajo la apariencia de un padre autoritario por el que sentía auténtica aversión.

Con obras como "La metamorfosis", "El proceso" o "El castillo", Kafka anticipó las angustias del hombre del siglo XX y abrió numerosos interrogantes, tanto para la literatura como para el existencialismo. Asimismo, la creación de personajes como el desgraciado viajante de comercio Gregor Samsa o Josef K., procesado por un delito que desconoce, definen la categoría de lo "kafkiano" entendido como algo absurdo y sin sentido.  

Pero la figura y la obra del escritor checo siguen estando de actualidad. Y dado el interés que sigue despertando, a continuación se detallan algunos aspectos de su vida, algunos más conocidos que otros, para que el lector conozca un poco mejor el pensamiento de este autor universal, cuya obra se adentra hasta los más profundo de la psicología humana.

Miedo a su padre

Para convertirse en escritor y dedicarse a la literatura, su gran pasión, Kafka tuvo que enfrentarse a su autoritario padre, que le provocaba un atávico y profundo miedo hasta el punto de que, en su presencia, el joven se sentía empequeñecer. Uno de los motivos por los cuales Kafka le dedicó una carta manuscrita de 103 paginas titulada "Carta al padre" fue precisamente este: el miedo. El escritor encargó a su madre que le entregase aquella carta, aunque esta nunca llegó ha hacerlo.

Esta aversión hacia la figura paterna le hizo pensar que nunca lograría nada mientras viviera junto a él. Y es que además el carácter asustadizo de Kafka le causaba un sufrimiento todavía mayor cuando su progenitor le imponía unos duros castigos que para otros niños posiblemente hubieran sido solo simples amonestaciones. Sin embargo, la desesperación que le generaba la relación con su padre fue una inusitada fuente de inspiración para los personajes de sus novelas y sus relatos cortos.


Primera página de la carta manuscrita de 103 páginas que Kafka escribió a su padre y que nunca llegó a serle entregada (Foto: Wikimedia).

Esta percepción de su padre se refleja perfectamente en "La metamorfosis", cuando un viajante de comercio llamado Gregor Samsa se despierta, sin saber como, convertido en un monstruoso insecto. Aquella misteriosa transformación provoca el rechazo inmediato de su familia a excepción de su hermana, que en ocasiones le limpia la habitación.

Y es precisamente entonces donde aparece la figura del padre, al cual Kafka presenta como una persona carente de afecto y que en lugar de intentar ayudarlo lo desprecia. Según los expertos en su obra, este argumento no es sino un reflejo de la ansiedad, la depresión y la dependencia del escritor y también de su miedo al abandono. Kafka convirtió los anhelos y los deseos en algo horrible y aborrecible.

¿Incapaz de amar?

El miedo al compromiso lo condujo al fracaso en todas y cada una de las relaciones que emprendió. Kafka era un hombre seductor que sabía como atraer a las mujeres, pero cuando llegaba el momento de formalizar una relación aparecerían sus "demonios", el miedo al compromiso que significaba tener que dejar a un lado su vocación de escritor por una vida monótona en una oficina, algo que odiaba profundamente.

Felice Bauer, Milena Jesenská, Dora Diamant o Grete Bloch (con la que tuvo un hijo) fueron algunas de las mujeres que se cruzaron en la vida de Kafka, pero la visión del amor del escritor era opuesta a la de cualquier hombre de su época. Para Kafka, lo biológico y lo espiritual no iban de la mano, al igual que lo corporal y lo romántico también iban por caminos opuestos.


Franz Kafka y Felice Bauer posan en una foto tomada el 1 de enero de 1917 (Foto: Wikimedia).

De hecho, en las obras de Kafka nunca aparece una escena romántica que implique una relación entre un hombre y una  mujer. Los protagonistas de sus historias nunca se casan y las mujeres tan solo aparecen en papeles secundarios. El autor las utiliza, por ejemplo, para pedir hora a un letrado en el caso de "El proceso" y, en "La metamorfosis", Kafka presenta a la figura femenina como un ser insensible y egoísta al que culpa de la deshumanización del protagonista.

Neurosis obsesiva

Kafka se definía a sí mismo como una persona "taciturna, insociable, malhumorada, egoísta, hipocondríaca y enfermiza". Los especialistas en su figura desconocen cuales eran realmente sus problemas psicológicos, pero lo que sí se sabe con certeza gracias a sus anotaciones privadas es que utilizaba términos como "demonios" o "desamparo" para reflejar su estado de ánimo en cada momento. Esta inestabilidad psíquica, algo que mas tarde Freud denominaría "neurosis obsesiva", complicaba de manera dramática el día a día del escritor.

En realidad, Kafka tenía muchas manías: se lavaba las manos una decena de veces al día, masticaba setenta veces cada bocado antes de tragarlo y revisaba una y otra vez los colchones de las camas de los hoteles. A pesar de ello, algunos autores no creen que sus manías y depresiones fueran la característica más destacada de su carácter. Según su amigo Max Brod, Kafka era un hombre parlanchín, juguetón, tierno y con un gran sentido del humor. Pero si esto era así ¿por qué se le recuerda entonces como una persona amargada, sombría y eternamente torturada? Posiblemente la respuesta se encuentre en un estudio mucho más profundo de su obra.

"Cuando muera quemen todos mis escritos"

Tras ser diagnosticado de tuberculosis con solo 34 años, Kafka fue consciente de que todo podía acabar en cualquier momento. Fue entonces cuando se puso en contacto con su íntimo amigo Max Brod para hacerle una extraña petición: tras su muerte debía quemar todos los escritos que no se hubieran publicado. "¡Todo, cuadernos, manuscritos, cartas, borradores, todo!", le exigió. Pero, además, dejó muy claro que nadie debía leer todo lo que iba a ser pasto de las llamas. ¿Por qué?

Kafka no sólo pensaba que su obra no tenía valor, sino que además no era un buen escritor y que su legado podía arruinar los pocos logros que había conseguido en vida. Sus libros eran demasiado personales, los había escrito como una manera de huir de un mundo que odiaba y que le había hecho infeliz. Max Brod aceptó la petición de su amigo, pero finalmente no cumplió su última voluntad. Tiempo después, decenas de documentos personales del escritor, entre los que se encuentran obras inacabadas, viñetas humorísticas, diarios de viaje, apuntes escritos a mano o la correspondencia que Kafka intercambiaba con Max Brod aparecieron en Jerusalén. ¿Cómo llegaron hasta allí?


Portada de la primera edición del El proceso, de Franz Kafka, publicado en el año 1925 (Foto: Wikimedia).

Con la llegada del nazismo, Brod viajó en 1939 a Palestina, que en aquella época formaba parte del Mandato Británico, donde, de manera póstuma, editó algunas de las obras de Kafka que se había comprometido a destruir, lo que ayudó a aumentar la popularidad del autor checo fallecido en un sanatorio en 1924. Brod murió en Israel en 1968 y dejó los documentos a su secretaria Esther Hoffe para que los entregara a la Biblioteca Nacional de Israel. Ésta los guardó hasta su muerte en 2007, y después de un largo proceso legal, finalmente la biblioteca pudo hacerse con ellos.

Más allá del valor documental de todos estos papeles, tal vez lo más importante que pueda extraerse de su estudio ha sido descubrir que Kafka, de origen judío, escribió algunos textos breves en hebreo, una idioma que, según los expertos, había estudiado, pero de los cuales no existía constancia hasta entonces.

Era vegetariano

Este, tal vez, sea uno de los aspectos más desconocidos de la vida de Kafka para la mayoría de lectores. Aunque se desconoce cuando decidió iniciarse en la alimentación vegetariana, se sabe que en 1911 Kafka conoció a Moriz Schnitzer, un famoso promotor de un estilo de vida saludable y del vegetarianismo. Al parecer, este le dio varios consejos que hoy podríamos suscribir como que comiera sano, tomara aire fresco, durmiera con la ventana abierta y trabajara en el jardín.

Kafka, que según sus amigos era una persona preocupada por la actividad física y que de forma regular salía a pasear, empezó con el vegetarianismo por razones de salud, aunque este también era ético, entendido como una manera de salvar la vida de los animales. Kafka comenzó a cultivar sus propias verduras y algunos piensan que quizás, irónicamente, fue aquella afición por los alimentos lo más naturales posible la causa de su muerte. De hecho, la leche sin pasteurizar estaba muy presente en su dieta vegetariana y su consumo, según sus biógrafos, pudo desencadenar la tuberculosis que finalmente acabaría con su vida.

¿Promovió el uso de casco?

Otra de las cosas posiblemente más desconocidas que se atribuyen a Kafka es la implementación del casco de seguridad para uso civil. Según Peter Drucker, catedrático de Administración y Dirección de Empresas, Kafka desarrolló el primer casco para uso civil mientras trabajaba como gerente en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales de Bohemia, en Praga. Y no sólo eso, sino que consiguió que su uso se convirtiese en obligatorio.

El trabajo de Kafka en la empresa consistía en investigar y evaluar las compensaciones que debían recibir los trabajadores por los accidentes de trabajo, como la pérdida de algún dedo o de alguna extremidad debido a las malas condiciones de seguridad laboral con las que contaban las fábricas en aquella época.

Así, fue durante una visita a una mina en Bohemia donde Kafka se dio cuenta de que los operarios utilizaban un sombrero de fieltro que rellenaban con algodón para amortiguar el peso de los escombros que caían sobre sus cabezas. Aunque no existen pruebas escritas de ello, se dice que Kafka decidió perfeccionar no solamente aquel tipo de protección, sino que además se convirtió en uno de los pioneros en la regulación de la seguridad e higiene en los centros de trabajo.

(Fuente: National geographic / Wikimedia)