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martes, 6 de agosto de 2024

Semblanza de Oliverio Girondo: irreverencia moral, estética, humor y desquicio

Revolucionó la estética literaria argentina a través de una obra que incorporó las principales corrientes vanguardistas. Figura central de la renovación en la escritura de los años veinte y treinta, fue uno de los jóvenes miembros de la vanguardia poética argentina. O dicho de manera menos académica, de las posteriores generaciones de poetas que no tuvieron en cuenta (podría decirse afortunadamente) los clichés "estrofa", "verso", "rima", y otros tantos lugares comunes.


Junto a Jorge Luis Borges y Raúl González Tuñón, entre otros, todos ellos asumían una idéntica postura en cuanto a la necesidad de romper con la tradición, que veían encarnada en la obra de Leopoldo Lugones. En el caso de Girondo, esa necesidad cobraba una fuerza que lo llevó a distanciarse nítidamente de las convenciones impuestas por el uso y aceptadas por el público.

Nació en 1891 y vivió su primera infancia en Buenos Aires, pero luego viajó periódicamente a Europa. Aunque se graduó como abogado, sus inquietudes artísticas y literarias lo desviaron de esa profesión. En 1911 fundó con un grupo de amigos el periódico "Comoedia", de escasa duración. En Europa tomó contacto con los movimientos artísticos y literarios de vanguardia, como el cubismo de Picasso, el dadaísmo de Tristan Tzara y (lamentablemente) el futurismo de Filippo Marinetti, así como con la rompedora obra de Guillaume Apollinaire. Emprendió en 1926 una gira intercontinental llevando la representación de las revistas "Martín Fierro", "Proa", "Valoraciones", "Noticias Literarias" e "Inicial", para establecer relación entre los movimientos innovadores de habla hispánica. En 1943 se casó con la escritora Norah Lange.


Girondo defendió la autonomía plena del lenguaje, rechazando ataduras que lo ligaran a sus funciones convencionales, para tratar de transmitir la pura esencialidad de la invención poética. Ese gesto de permanente desafío a la inercia y a la inmovilidad es acaso el que mejor caracterizó la personalidad del autor y su vocación por sobrepasar los límites de lo manifestable.

En sus libros "Veinte poemas para ser leídos en el tranvía" (1922), "Calcomanías" (1925) y "Espantapájaros" (1933) demostró su maestría en el manejo de la metáfora y confianza absoluta, siguiendo en ésto los postulados del ultraísmo, en el poder de la imagen poética para alcanzar la esencia de las cosas. Especialmente dotado para la experimentación con el lenguaje, Girondo poseyó una destreza singular en el manejo de la ironía. En tales obras reafirmó su actitud de irreverencia moral y estética, su sentido del humor y su óptica desquiciadora del lugar común.

Sus poemas son emblemáticos de la nueva sensibilidad estética, que se caracterizaba por la búsqueda incesante de nuevos ángulos desde donde abordar la realidad, desde la más sublime a la más cotidiana. Así, la ciudades y los paisajes que con insistencia aparecen en sus textos son vistos a través de una lente que construye combinaciones inéditas entre los objetos, señalando lo que la mirada común no percibe y sólo la estratégica posición del ojo poético logra descubrir y nombrar.


"Espantapájaros", un "caligrama" de Girondo de su libro homónimo.

Posteriormente publicó "Plenilunio" (1937), "Persuasión de los días" (1942) y "Campo nuestro" (1946). Su última obra, "En la masmédula" (1954), es acaso la más audaz de todas por el caos verbal y alucinatorio que propone. En 1961 fue atropellado por un automóvil que lo dejó inválido, falleciendo el 24 de enero de 1967 en su ciudad natal.

A continuación, uno de los poemas emblemáticos de Girondo, "Puedes juntar las manos":

La gente dice:
Polvo,
Sideral,
Funerario,
y se queda tranquila,
contenta,
satisfecha.
Pero escucha ese grillo,
esa brizna de noche,
de vida enloquecida.
Ahora es cuando canta.
Ahora y no mañana.
Precisamente ahora.
Aquí.
A nuestro lado...
como si no pudiera cantar en otra parte.
¿Comprendes?
Yo tampoco.
Yo no comprendo nada.
No tan sólo tus manos son un puro milagro.
Un traspiés,
un olvido,
y acaso fueras mosca,
lechuga,
cocodrilo.
Y después...
esa estrella.
No preguntes.
¡Misterio!
El silencio.
Tu pelo.
Y el fervor,
la aquiescencia
del universo entero,
para lograr tus poros,
esa ortiga,
esa piedra.
 
Puedes juntar las manos.
Amputarte las trenzas.
Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero.


(Fuente: Biografías y vidas / Wikimedia / redacción propia / otros)

viernes, 28 de junio de 2024

Alberto Laiseca, el escritor que caminaba entre el realismo y el delirio

Cultivaba una mirada tan singular sobre el mundo que por momentos bordeaba la locura. No se consideraba a sí mismo un maldito, sino un excéntrico.

"Lo que yo intento hacer con las distorsiones del delirio es marcar, justamente, partes de la realidad poco vistas", dijo alguna vez Alberto Jesús Laiseca, uno de los escritores más desmesurados -sí, esa palabra le calza sin exagerar- quizás, de la historia de la literatura.

Y vaya que lo que intentó lo llevó a cabo: en un corpus de escritura de 19 volúmenes -entre, mayormente- novela, cuentos, dos ensayos y uno de poesía- dio rienda suelta a su inagotable imaginación, aparte de su inteligencia y sensibilidad demoledoras.

Empezó a estudiar Ingeniería Química, pero abandonó la carrera para irse de su Rosario natal a trabajar al campo como peón y cosechero en Córdoba y Mendoza, posteriormente como empleado en una compañía telefónica, mientras se formaba el germen de la ocupación que lo llevaría a ser recordado local e internacionalmente: su producción literaria.

No tuvo una infancia fácil: a los tres años falleció su madre y quedó al cuidado de su padre, con quien tuvo una relación más que difícil, y para describirla bastan sus propias palabras: "En la infancia los libros fueron la única salida para mí, los libros y la imaginación. Sin ellos no habría podido aguantar la chifladura de mi viejo. Mi padre era trastornado y muy cruel, profundamente injusto y contradictorio, era muy difícil de soportar. Entonces imaginate que frente a esa situación uno puede terminar de un día para el otro volviéndose loco. Para salvarme de la locura y la muerte la única alternativa que me quedó fue la imaginación: fabricar mundos distintos de los cuales poder colgarme".

Mientras daba sus primeros pasos en la escritura, alrededor de 1966 se mudó a Buenos Aires, donde vivía precariamente en pensiones baratas, experiencias que también alimentarían su imaginario literario. Por entonces comenzó a frecuentar el Bar Moderno (hoy ya inexistente), ubicado en Maipú entre Charcas y Paraguay, donde entró en contacto con figuras extrañas y marginales propias de la bohemia porteña de los años sesenta, como Marcelo Fox, Horacio Romeu e Ithacar Jalí (seudónimo del artista Enrique Lerena de la Serna), a quienes Laiseca citó con frecuencia como referentes.


En rueda desde la izquierda: Alfredo Slavutzky, Horacio "Pepe" Romeu, Marcelo Sztrum, Alberto Laiseca, Rubén de León, Reynaldo Mariani, Alejandro Medina (baterista de Manal), Jorge Centofanti y Graciela Dellepiane Rawson. Bar Moderno, 1968 (Foto: Víctor Kesselman).

A partir de sus contactos con el ambiente del Moderno, Laiseca empezó a escribir lo que denominaba "textos caoístas", de carácter experimental, con poco o ningún hilo argumental, a la vez que cultivaba un perfil de autor anticomercial, negándose a publicar. No fue hasta 1973 que apareció su primer relato publicado, "Mi mujer", aparecido en el diario La Opinión, al que un año después siguió "Feísmo", incluido en una antología de humor negro, ambos textos firmados con el seudónimo Dionisios Iseka.

En 1976 la Editorial Corregidor le publicó su primera novela, "Su turno para morir",  por recomendación de Osvaldo Soriano, aparecida en la colección Serie Escarlata, que utiliza el modelo de la "novela negra" en clave paródica para dar una primera muestra de sus temas y estilo característicos, como escenas de violencia, disertaciones de los personajes en torno a cuestiones literarias y esotéricas y una importante presencia de un negro sentido del humor.

Con sus obras siguientes, el libro de cuentos "Matando enanos a garrotazos" y la novela "Aventuras de un novelista atonal", ambas publicadas en 1982, Laiseca terminó de convertirse en una figura de culto entre los escritores emergentes de su generación, como César Aira y Rodolfo Fogwill, quienes junto a Ricardo Piglia hicieron circular su nombre como autor de "Los sorias", una extensa novela que también terminó por entonces pero que tardaría dieciséis años más en ser publicada.

Su proceso de legitimación iniciado en la década anterior comenzó a dar resultados en los años noventa,
cuando más precisamente en 1991 la editorial independiente rosarina Beatriz Viterbo Editora publicó el ensayo "Por favor, ¡plágienme!", donde expone sus ideas sobre el plagio y la importancia de este procedimiento en su propia poética.

El mismo año recibió la Beca Guggenheim, gracias a la cual pudo terminar "El jardín de las máquinas parlantes", su segunda novela más extensa, publicada en 1993, en la que aborda otra de sus obsesiones, el mundo del esoterismo y la magia, a través de la historia de un grupo de magos que deciden ayudar a un hombre víctima de magos oscuros.

Paralelamente a su actividad como escritor, participó como narrador oral en el ya mítico ciclo "Cuentos de terror", emitido a madianoche por el canal I.Sat, en el que narraba historias de autores como Edgar A. Poe, Stephen King, Howard P. Lovecraft y Ramsay Campbell, con una escenografía minimalista: una habitación vacía apenas iluminada por una tenue luz cenital.

Como otro detalle extra-literario, actuó en dos películas: "El artista" y "Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo", ambas dirigidas por la dupla argentina formada por Mariano Cohn y Gastón Duprat.

Para no seguir abundando en detalles biográficos (y quizás aburriendo con ellos), vamos a hacer foco en lo importante y enumerar, a modo de recomendación, algunas de sus obras más notables:

Los Sorias (Novela, 1993)

Novela monumental, de casi 1.400 páginas, Laiseca la definió como "la obra de su vida": tras desechar tres versiones anteriores, tardó diez años en escribirla y casi el doble en poder publicarla, tiempo durante el cual circuló en forma de manuscrito.


Suma de todas las obsesiones recurrentes del autor, narra una guerra entre tres dictaduras: Soria, Tecnocracia y Unión Soviética. El protagonista, Personaje Iseka, vive en una pensión en el límite entre Soria y Tecnocracia, gobernadas por el Soriator y el Monitor respectivamente.

En Soria, todos se apellidan Soria; mientras que en Tecnocracia todos se apellidan Iseka. A partir del enfrentamiento entre Iseka y dos hermanos Soria con los que comparte habitación, se despliega un universo distópico en el que estos tres países se enfrentan entre sí mediante todo tipo de armas y se discurre sobre los más disímiles temas: política, religión, guerra, historia, sexo, astrología, magia, ciencia y tecnología, etc.

El jardín de las máquinas parlantes (Novela, 1998)

Con casi 800 páginas, segunda novela más extensa de su producción fue escrita gracias a una Beca Guggenheim.


Para describirla, nada mejor que las palabras del propio autor, tomadas de la contratapa de la edición original: "Cuentan que algunos hombres saben fabricar máquinas mágicas. Estas máquinas cantan, silban, cuentan chistes. También muerden y pican. Son invisibles, aunque a veces puede adivinárselas con el rabillo del ojo. Los hombres que las crean son magos, y las envían a sus enemigos para enloquecerlos o matarlos. Sus propósitos, sin embargo, varían considerablemente. En una víctima pueden confluir máquinas de dos o más magos enemigos y usarla como territorio de una batalla mucho mayor, entre las fuerzas invisibles del Bien y del Mal. Las víctimas, en esos casos, terminan en el manicomio, en la morgue o bien iniciándose en los ritos de la magia. Una iniciación así es la que cuenta esta novela. Paso a paso, de dimensión en dimensión. Es, también, un raro tratado de magia práctica, que revela secretos superiores del mundo esotérico. Pero, sobre todo, es una larga e invencible historia de sexo y amor".

Matando enanos a garrotazos (Cuentos, 1982)

Volumen de trece cuentos, anticipa con su estética a "Los Sorias". Historias absurdas, excesivas, delirantes, violentas, pantagruélicas, con personajes de una moral que, más que calificarla de dudosa, habría que reconocerla como directamente escandalosa.


Todo en este libro es cruel y desmedido, de una inverosimilitud corrosiva. La violencia del libro arranca en los países árabes, donde las técnicas de tortura se mezclan con adoraciones al Profeta (con mayúsculas), en busca de la Verdad (otras mayúsculas), para después adentrarnos en un mundo lúmpen y futurístico, una versión del futuro más cercano al pasado, pero con pordioseros comiendo embutidos.

Sigue con la Segunda Guerra Mundial, buscando en otro cuento un centro de gravedad, cuando las fuerzas de Hitler y de Stalin se encontraban en igualdad de condiciones. Pero también hay otros temas muy distintos: un científico que se propone viajar a través de los tornados, un prisionero que logra un estado superior al asumir su sentencia, golpes de Estado, un acoso psicológico de un marido muy intenso, y varios más.

La hija de Kheops (Novela, 1989)

Durante la cuarta dinastía, aconsejado por el astrólogo real, el faraón Kheops decide emprender una gran obra: construir una pirámide que sea su monumento funerario y que preserve a Egipto de males futuros.


Cetes, el astrólogo y mago, encargará al mejor arquitecto egipcio- el peculiar maestro Tofis- los trabajos de construcción, que se prolongarán treinta años. Pronto surgirán problemas: los mosquitos, el tormento de los pobladores de la Cuenca del Nilo, la lascivia Boula, mujer de Tofis, que trastorna a todos los que visitan a su marido; Hentsen, la incestuosa hija de Kheops, que tiene dos maridos: el propio faraón y el mago Cetes. Así, entre intrigas cortesanas, diálogos disparatados y digresiones mitológicas y políticas, como los comentarios delirantes de un narrador que se deleita en los anacronismos, avanza no sólo la construcción de la pirámide sino también la de esta divertida novela.

Gracias Chanchúbelo (Cuentos, 2000)

En este libro, el autor se permitió hasta replicar con parodias a la crítica de Jorge Luis Borges sobre "Matando enanos a garrotazos". Según la anécdota, Borges afirmó que jamás leería un libro que tuviera un gerundio en su título. La respuesta de Laiseca fue "Indudablemente, horriblemente, ferozmente", cuento escrito en gerundio, abundante en adverbios, frases germanizadas y comas antes del verbo.


Sin embargo, la parodia a Borges vuelve con otro cuento, "Jack el Olvidador", que narra las desventuras de un escritor cuyo crimen era tergiversar y olvidar pasajes de obras ilustres, en especial "Ulises", de James Joyce. Desde luego, el carácter distraído de Jack es una burla a "Funes, el memorioso", personaje de Borges, condenado a recordar todo.

Laiseca mantenía una actitud combativa con su realismo delirante, el arma con la que se enfrentaba a la alta cultura argentina, al entorno militarizado y al mito de ser un plebeyo ascendido a escritor de culto.

Poemas chinos (Poesía, 1987)

Dijo Laiseca en 2005 acerca de este volumen: "Me interesa que los jóvenes se acerquen a este libro, yo los invito a leerlo. No van a encontrar poemas herméticos, sino palabras que son mucho más fáciles de comprender si se es joven. Es un libro impresionista, pero no de un impresionismo vacío como el que está de moda, sino que busca la trascendencia. A partir de imágenes intenta una proyección que vaya más allá".



(Fuente: Wikipedia / otros / redacción propia)

martes, 25 de junio de 2024

Orgullo argentino: nuestros escritores reconocidos en el mundo y sus mejores obras

La literatura en Argentina es reconocida a nivel mundial, y los escritores argentinos han aportado, desde siempre, mucho a la cultura: conocé sus obras más importantes.

La literatura argentina es una de las más prolíficas, diversas e influyentes del mundo. Los escritores argentinos son admirados por su talento y creaciones, tanto a nivel nacional como internacional. 

Novelas, poesías, cuentos, relatos y otros géneros integran la extensa producción literaria. Obras que forman parte de un legado cultural que trasciende las fronteras. Estos son los escritores argentinos que tenés que conocer. 

La literatura argentina

La literatura en nuestro país tiene más de 200 años de historia. Desde sus orígenes hasta hoy, las letras ocuparon y ocupan un lugar importante en el desarrollo social y cultural de Argentina. 

En sus páginas, los escritores argentinos dieron cuenta de los procesos históricos de nuestro país. Las guerras, las crisis económicas, las ideas políticas y los problemas sociales quedaron plasmados en sus producciones. 

Pero también fueron partícipes de búsquedas literarias y estéticas nuevas. Generadores de propuestas disruptivas que desafiaron las convenciones y le dieron vida a otras formas de expresión de la palabra. 

Los primeros aportes datan de la época colonial. Himnos, poesías y prosas conmemorativas ilustraron las gestas patrióticas. Luego, el siglo XIX estuvo atravesado por el problema de definir una idea de patria y de nación. 

Con la literatura gauchesca, se convirtió al hombre de las pampas en símbolo de la argentinidad. Posteriormente, la generación del 37 postuló el retorno a las fuentes populares y al pasado medieval. 

Este movimiento fue encabezado por Domingo Faustino Sarmiento, Esteban Echeverría, José Mármol y Juan Bautista Alberdi. Eligieron el poder de la escritura como herramienta configuradora de un proyecto de país.

La llegada de la generación del 80 marcó un hito en la literatura argentina. Entre sus representantes figuran Miguel Cané, Lucio V. Mansilla, Eduardo Wilde y Ricardo Gutiérrez. La mayoría pertenecía a la elite gobernante, admiraban a Europa, las ideas liberales y el positivismo. 

A mediados de los año 20 surgieron dos movimientos literarios importantes: el grupo de Florida y el de Boedo. El primero traía las novedades de las vanguardias europeas y los guiaba el arte por el arte. Su producción se dio sobre todo en verso.

El segundo grupo se interesó profundamente por los problemas sociales, plasmado en prosa (cuentos y novelas). Un exponente de este movimiento fue Roberto Arlt, con quien nace la novela urbana y moderna argentina.

Durante la década del 30, el malestar de la crisis política y económica repercutió en la literatura argentina. Por un lado, se publicaron ensayos de interpretación nacional que hablaban, con dramatismo, de la finalización de un ciclo histórico.

Por otro lado, se retomaron temas, figuras y motivos del nacionalismo del centenario para plantear la división entre dos argentinas antagónicas. Al mismo tiempo, la pregunta giró en torno a la relación del intelectual en esa sociedad dividida.

Pero también surgieron grupos que reflexionaron sobre el arte de la ficción. Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares introdujeron la literatura fantástica. También estimularon al policial como género privilegiado de literatura no referencial.

Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares fueron los precursores del género fantástico y el policial en Argentina.

Al finalizar la guerra civil española, muchos exiliados llegaron a Buenos Aires y fundaron empresas vinculadas a la industria editorial. Esto amplió el mercado lector y las  posibilidades laborales de los escritores, que ocuparon distintos roles dentro del mundo literario.

En los 50, el lanzamiento de la revista cultural Contorno puso nuevamente en tensión la relación entre literatura y sociedad. Integrada por jóvenes universitarios, la publicación osciló entre temas literarios y de discusión política. 

Se retomó el realismo que proponía el grupo de Boedo, preocupado por visibilizar las problemáticas sociales. Y comenzó la producción de Rodolfo Walsh, escritor, periodista y militante secuestrado y desaparecido en 1977. Él fue el creador de la novela de no ficción en Argentina. 

Posteriormente, entre 1960 y 1970 surgió un movimiento literario de vanguardia conocido como boom latinoamericano. Se llamó así porque las obras de jóvenes escritores fueron distribuidas por todo el mundo. En Argentina, Julio Cortázar fue el mayor referente.  

Fue una década experimental, de modernización de las prácticas y las estéticas literarias. Esto permitió la adopción de nuevas técnicas narrativas y discursos provenientes del psicoanálisis, la sociología, la historieta y el periodismo.

En 1966 se creó el Centro Editor de América Latina. Esta editorial se convirtió en el centro intelectual de muchos de los críticos literarios y escritores argentinos más reconocidos. 

Con la dictadura militar de 1976, la literatura quedó atravesada por el dolor, la ausencia y el exilio. Durante estos años, las narraciones dejaron de reflejar la realidad para acudir a la producción de sentidos incompletos y fragmentados.

Desde la vuelta a la democracia y hasta nuestros días, surgieron nuevos escritores argentinos. Sus obras se caracterizan por la experimentación narrativa y el uso no convencional de los géneros. Aunque también por la apuesta a una literatura reflexiva y crítica.

En definitiva, la producción literaria argentina ha construido un camino vasto y de gran reconocimiento. Tal es su magnitud, que todos los años se realiza la Feria Internacional del Libro. Este es el acontecimiento cultural más importante de Latinoamérica.

Con sede en Buenos Aires, se celebra durante casi tres semanas y la visitan más de un millón de lectores. Los primeros días están dedicados a la industria editorial y a la capacitación de los profesionales. También se dedica a docentes y mediadores de lectura. 

Cuando abre al público, se convierte en una ciudad de libros con diversas propuestas culturales. Entre ellas, hay presentaciones, conferencias de invitados especiales, charlas con escritores argentinos reconocidos y firmas de ejemplares. 

Armamos esta lista de 14 autores que te podría interesar descubrir: escritores argentinos reconocidos que van a sorprenderte.  

• Julio Cortázar (1914-1984)

Escritor e intelectual argentino, sin dudas Cortázar es uno de los grandes referentes de la literatura argentina. Es un autor celebrado tanto en nuestro país como en el exterior, gran innovador de la lengua y la narrativa. 

Sus relatos de carácter experimental ahondan en lo fantástico, aunque no abandonan la referencia a la realidad cotidiana. Entre sus creaciones encontramos "Las armas secretas", "Bestiario", "Historia de cronopios y de famas", "Final del juego" y "Los premios".

Sin embargo, "Rayuela" es su obra más fascinante. No sólo por su éxito en la crítica y entre el público, sino por ser disruptiva la construcción del relato. Estas técnicas serán el puntapié para textos posteriores que combinarán novela, cuento y ensayo.

• Roberto Arlt  (1900-1942)

Escritor, periodista e inventor argentino, uno de los pocos escritores destacados provenientes de una clase media de escasos recursos económicos. De formación autodidacta, Arlt vivió para escribir y escribió para vivir.  

La de inventor fue una actividad que realizó paralelamente a su trabajo periodístico y de escritor de relatos. Esa pasión por la invención técnica es un tema recurrente en sus cuentos y novelas. Así como relatar la situación social y política de la época. 

En sus columnas periodísticas, Arlt describió la vida cotidiana de la capital. Se puede encontrar la selección de esos artículos en Aguafuertes porteñas (click sobre el link para acceder al pdf). A su primera novela, "El juguete rabioso", le siguieron "Los siete locos", "Los lanzallamas" y "El brujo". 

• Jorge Luis Borges (1899-1985)

Fue un escritor de cuentos, ensayista, poeta y traductor. Una figura clave tanto para la literatura de habla hispana como para la universal. Maestro de la ficción, los textos de Borges demuestran que toda escritura es la variación de otra escritura o lectura previa. 

En los 40 publicó sus relatos más importantes: "El jardín de los senderos que se bifurcan", "Ficciones" y "El Aleph". Estos últimos son cuentos que hablan de los sueños, los laberintos, la filosofía, las bibliotecas, autores ficticios y mitología europea. 

Ya en los 60, su trabajo fue traducido y publicado en Estados Unidos y en Europa. 

• Macedonio Fernández (1874-1952)

Escritor, abogado y filósofo, considerado un maestro de su generación.  Precursor y vanguardista, en la obra de Macedonio conviven la ficción con la reflexión crítica y teórica sobre la literatura. Además, el uso del humor, la ironía y el absurdo. 

Grandes ejemplos de su obra son "No toda es vigilia la de los ojos abiertos", "Papeles de recienvenido" y "Una novela que comienza". Tras su muerte, aparecieron "Museo de la novela de la Eterna: primera novela buena" y "Adriana Buenos Aires: última novela mala)".

• Silvina Ocampo  (1903-1993)

Cuentista y poeta. Antes de consolidarse como escritora fue artista plástica y estudió pintura y dibujo en París. Considerada una autora fundamental de la literatura argentina del siglo XX con más de veinte obras publicadas. 

En 1937 publicó su primer libro de cuentos, "Viaje olvidado" al que le siguieron "Autobiografía de Irene" y "La furia". También escribió cuentos infantiles y piezas teatrales. La reflexividad, la niñez y la metamorfosis son temas recurrentes en sus obras. 

Fue amiga de Borges y esposa de Adolfo Bioy Casares. Con ellos publicó Antología de la literatura fantástica  (click sobre el link para acceder al pdf).

• Ricardo Piglia  (1941-2017)

Escritor, profesor, uno de los críticos y teóricos más importantes de la literatura nacional. Piglia escribió ensayos, relatos breves y novelas. Durante su carrera recibió numerosos premios y galardones.

Entre sus obras se destacan "Jaulario", "Blanco nocturno", "Antología personal", "Respiración artificial" y "Plata quemada", que fue llevada al cine y está basada en hechos reales.

• Adolfo Bioy Casares (1914-1999)

Representante de la literatura fantástica argentina, el policial y la ciencia ficción. Bioy Casares es considerado uno de los escritores más importantes de la literatura en español. Junto a Borges escribió infinidad de cuentos bajo el seudónimo Isidro Parodi.

En 1981 recibió la mención de Caballero de la Legión de Honor. En 1990, ganó el Premio Internacional Alfonso Reyes y el Premio Miguel de Cervantes. Entre sus escritos más brillantes se encuentran las novelas "La invención de Morel", "Plan de evasión" y "El sueño de los héroes". 

• Ernesto Sábato (1911- 2011)

Escritor, ensayista, físico y pintor. Su obra narrativa está formada por tres novelas: "El túnel", "Sobre héroes y tumbas"  y "Abaddón el exterminador". Como ensayista, las obras "Uno y el Universo", "Hombres y engranajes", "El escritor y sus fantasmas" y "Apologías y rechazos".

Presidió en 1984 la CONADEP. Allí redactó el Informe Sabato, conocido en España como "Nunca más", sobre los desaparecidos argentinos entre 1976 y 1982. En 1984 obtuvo el Premio Miguel de Cervantes, máximo galardón de las letras españolas.

• Alejandra Pizarnik (1936-1972)

Si de poesía se trata, Pizarnik es una de las voces más representativas. De las propuestas más rupturistas y de mayor influencia en la poesía contemporánea, sobre todo en la escrita en español por mujeres. 

Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y luego se trasladó a París. Allí trabajó para revistas y editoriales; publicó poemas y críticas y realizó traducciones. 

Entre su obra poética encontramos "La tierra más ajena", "Extracción de la piedra de la locura", "Los trabajos y las noches" y "Árbol de Diana". Un texto imperdible es "Diarios", que reúne todas sus anotaciones desde 1960 hasta 1968. 

• Juan José Saer (1937- 2005)

Uno de los mejores narradores de la literatura argentina. Él trabajó al margen de las tendencias o modas de su época. Saer centró su escritura en la memoria, el lenguaje y la definición o búsqueda de la realidad. 

Su literatura se basa, ante todo, en prestar atención al detalle. Invita al lector a la reflexión y al cuestionamiento. Escribió doce novelas, cinco libros de cuentos, cuatro de ensayos y uno de poemas. Se destacan "La pesquisa", "El entenado", "Nadie nada nunca", "Glosa" y "La grande".

• Oliverio Girondo (1891-1967)

Poeta argentino, referente de la vanguardia literaria porteña de los años 20. Su buena situación económica le permitió conocer y recorrer España, Francia, Italia, el norte de África y Brasil. 

El resultado de esos viajes se vio en "Veinte poemas para ser leídos en el tranvía". Este fue su primer poemario, editado en 1922 con ilustraciones del propio Girondo. "En la masmédula" constituye su trabajo más audaz en el campo de la poesía, de tono introspectivo, desolado y existencial.

• José Hernández (1834-1886)

Militar, periodista, poeta y político, José Hernández no fue un hombre convencional. En 1872 comenzó a publicar, por entregas "El gaucho Martín Fierro" en el diario La República.

En el gaucho descubrió al verdadero representante del carácter argentino. Martín Fierro se convirtió en el libro fundacional de la literatura gauchesca. Es, sin duda, una de las obras maestras de la literatura argentina.

• Manuel Puig (1932-1990)

Uno de los escritores argentinos más notables de su generación. Con un lenguaje coloquial y cotidiano, logró tomar distintos elementos de la cultura popular para realizar algo único y personal. 

En su literatura hay cuestiones repetidas, como la complejidad de los lazos y las relaciones en determinados sectores de toda sociedad. También, el uso de la primera persona y algunos tonos dramáticos.

Defensor de la libertad sexual y política, tuvo que exiliarse en México durante la última dictadura militar argentina. Entre sus obras están "La traición de Rita Hayworth", "Boquitas pintadas", "El beso de la mujer araña", "Pubis angelical" y "Sangre de amor correspondido"

• Abelardo Castillo (1935-2017)

Destacado novelista, cuentista, dramaturgo y ensayista, también fue director de tres revistas. Sus principales influencias fueron Edgar Allan Poe y Jorge Luis Borges. Castillo escribió cuentos y novelas que incluyen tanto la vida cotidiana como lo fantástico

Sus libros fueron traducidos a catorce idiomas. Su novela de mayor importancia fue El que tiene sed. Cuentos crueles es su libro de relatos cortos más importante. Allí fue publicado "La madre de Ernesto", una obra maestra del cuento argentino. 

Conclusión

Como vimos, la literatura argentina fue cambiando de acuerdo a los procesos históricos de cada época. En algunos momentos, sirvió como herramienta en la construcción de la identidad nacional. En otros, buscó formas propias, disruptivas e innovadoras.

Los escritores argentinos nos han dejado una herencia cultural diversa en géneros, estilos y formas de contar. Desde los fundacionales, como José Hernández y Macedonio Fernández, hasta los más transgresores como Manuel Puig y Roberto Arlt. ¿Por qué autor vas a empezar? 

 (Fuente: El destape web / argentina.gob.ar)