martes, 4 de junio de 2024

Así afecta la contaminación acústica a los ecosistemas (y a nosotros)

Segunda causa de muerte por agentes contaminantes en Europa, el exceso de ruido es un problema que afecta también al equilibrio ecológico.


El tránsito automotor es una de las mayores fuentes de contaminación acústica en las ciudades (Foto: iStock).

Bocinas de coches, estruendos procedentes del motor de una moto, un martillo picador en una obra, el zumbido de un avión que surca el cielo… Todo eso nos resulta familiar. Es posible que, si vivimos en una gran ciudad, esta serie de ruidos forme parte de nuestro día a día y, casi sin querer, pasen ya desapercibidos.

Sin embargo, a menudo parecemos olvidarnos que, más que ser las víctimas que tienen que soportar ese bullicio, somos nosotros mismos los responsables de su generación, la cual dista mucho del silencio apacible y beneficioso que reinaría sin nuestra presencia.

Porque sí, mucho más allá de generar problemas de salud en algunas personas y molestar a muchas otras, la contaminación acústica afecta también de manera invisible a nuestro entorno: puede crear desequilibrios ecológicos que afectan a la diversidad y al desarrollo de la vida silvestre.

¿Qué es la contaminación acústica?

La contaminación acústica se define como la "presencia de ruido o de vibraciones en el entorno, las cuales causan impactos negativos en la salud humana, en la conservación del medio ambiente y en la vida silvestre", según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En realidad, la producción de ruido no es más que una emisión de energía fuerte que se va propagando por el aire en forma de onda. Cuando las vibraciones llegan al oído, se transmiten al tímpano, el cual zumba a la misma frecuencia. Ahora bien, si el sonido supera los 65 decibeles, es considerado ruido y se identifica con una vibración tan fuerte que genera una molestia en el tímpano durante la recepción.

Sin embargo, el problema de la contaminación acústica no se limita únicamente a las áreas urbanas, sino que se extiende a diversas zonas geográficas, afectando tanto a la salud humana como al equilibrio de los ecosistemas naturales.

El ruido, producido por múltiples fuentes artificiales como el tráfico de vehículos, las herramientas de construcción, los procesos industriales o las comunicaciones aéreas, ha alcanzado niveles alarmantes en las grandes urbes alrededor de todo el mundo y las consecuencias empiezan a ser cada vez más visibles.


Esquema del oído: las ondas sonoras entran al oído externo a través de un pasaje estrecho llamado "conducto auditivo" que llega hasta el tímpano, el cual vibra al recibirlas. Esta vibración se transmite a los tres huesos que se ubican justo detrás, moviendo el líquido de dentro de la cóclea (Ilustración: NIH / NIDCD).

Un mal invisible pero ruidoso

Los ecosistemas silvestres son, sin duda los principales afectados en esta problemática: las alteraciones en los patrones de sonido naturales pueden llegar a inducir cambios en el comportamiento y la distribución de las especies animales, lo que a su vez puede desencadenar desequilibrios en la dinámica de los ecosistemas.

Hay que tener en cuenta que, los animales, al seleccionar sus hábitats, consideran diversos factores, incluido el nivel de ruido ambiental. La presencia de ruidos antropogénicos puede hacer que ciertas especies eviten ciertas áreas, lo que puede llegar a alterar la composición y la estructura de la comunidad biológica en esas zonas.

Por ejemplo, en el ámbito marino, la contaminación acústica presenta desafíos todavía más graves. El ruido submarino generado por actividades humanas como la navegación comercial, la exploración de petróleo y el sonar militar puede interferir en las funciones vitales de las especies marinas, incluida la comunicación, la navegación o la búsqueda de alimento.

Esto puede tener consecuencias realmente devastadoras, como el desplazamiento de rutas migratorias, la disminución de tasas de reproducción o el aumento del estrés de los animales marinos.

Además, este tipo de contaminación no solo afecta a la vida salvaje, sino que también tiene diferentes ramificaciones en la agricultura y en la ganadería. El estrés provocado por el ruido en el ganado puede afectar negativamente a su producción de leche y huevos, lo que tiene implicaciones económicas y de bienestar animal.

Asimismo, en entornos urbanos, el ruido puede alterar los patrones de reproducción y comportamiento de aves y otros animales, lo que afecta a la biodiversidad local y a la interacción entre las especies.

No nos libramos

La exposición prolongada a altos niveles de ruido puede tener graves consecuencias para la salud humana, afectando no solo a la audición, sino provocando también molestias, trastornos del sueño y problemas cardiovasculares y metabólicos.

De hecho, el aumento de frecuencia cardíaca y respiratoria debido a los altos niveles de ruido también puede desencadenar complicaciones relacionadas con el corazón y el descanso, subrayando así la importancia de abordar este problema para proteger la salud pública.

Los últimos datos sobre la exposición al ruido en Europa han sido alarmantes y señalan la necesidad urgente de tomar medidas para reducir esta forma de contaminación y dejar de verla como un problema inofensivo.

Hay que tener en cuenta que el ruido ambiental está posicionado como la segunda causa de muerte por agentes contaminantes en Europa, después de la contaminación del aire, por lo que es crucial que los gobiernos implanten políticas efectivas para mitigar este problema y promover entornos más saludables para todos.

(Fuente: National Geographic)