lunes, 6 de octubre de 2025

En busca de la tecnología que no quiere nada de nosotros, esa que tiene un sólo propósito y nos deja en paz

Hay un tipo de objeto que casi hemos olvidado que puede existir: aquel hace una cosa, la hace bien, y luego nos deja en paz.

(Foto: César Abner Martínez Aguilar).

Comencemos con un ejemplo: los lectores de e-books como el Kindle. Podríamos usar el móvil, que va con nosotros a todas partes y es más fácil de manejar. O la tablet, que ya la tenemos y sirve para varias cosas. Pero el lector de e-books es una buena elección por un sencillo motivo: no juega con nuestra atención. Amazon ya ganó dinero cuando compramos el libro, no necesita que volvamos cada cinco minutos. Es tecnología de propósito único en un mundo de pantallas que buscan nuestra adicción.

Otra buena opción, con otros fines, es la de una radio a pilas. La razón inicial puede ser tener dispositivos que funcionen cuando todo lo demás falla. Sin WiFi, sin datos móviles, sin necesitar electricidad. La radio simplemente funciona.

El modelo de negocio del smartphone se basa en el "engagement" (compromiso): cuanto más tiempo lo usemos, más datos genera, más anuncios se ven, más suscripciones nos quieren vender. El lector de libros electrónicos no es agresivo, sino que respeta nuestra concentración, así como una radio no tiene en cuenta lo que escuchamos para sugerirnos cosas similares.

Un principio similar es el que podría hacernos pasar de Spotify a Apple Music. La primera plataforma tiene una aplicación de escritorio más fluida, pero se ha convertido en un "bazar del audio". Su portada compite por nuestra atención. Apple Music tiene sus propios problemas, pero su experiencia es más limpia, más similar a la tradicional: álbumes y artistas tienen más protagonismo, hay vida más allá de las "playlists".

El mismo patrón se repite fuera del hardware. Las newsletters y los podcasts frente a TikTok o YouTube. Los primeros requieren un acto deliberado: abrimos el correo, y recién ahí presionamos "Play". Consumimos lo que elegimos consumir y luego se acaba. TikTok y YouTube están diseñados para que nunca paremos. Mientras miramos algo, el siguiente vídeo ya está cargando. La pestaña de recomendados nos persigue. Su modelo de negocio depende de que no cerremos la app.

Esta filosofía -llamémosla "tecnología que sirve sin dominar"- opera bajo distintos principios:

Propósito único: el dispositivo hace una cosa. Su valor está en la especialización.
Interfaz que desaparece: el diseño es tan simple que nos olvidamos de él. El objetivo es que la herramienta se vuelva invisible.
Asincronía por defecto: el dispositivo no nos interrumpe. Somos nosotros quienes iniciamos la interacción, a nuestro ritmo.
Punto final claro: terminamos un libro. Se acaba un partido. No hay un "bucle infinito" diseñado para arrastrarnos de un contenido a otro.

El problema no es la tecnología. Es cómo hemos aceptado que debe comportarse. Hemos normalizado que nos interrumpa, nos mida, nos empuje hacia el siguiente contenido. Pero esa lógica no es inevitable. Es una elección de diseño, y refleja un modelo de negocio.

La tecnología que sirve sin dominar no va a reemplazar al smartphone, pero su existencia nos recuerda que todavía podemos elegir herramientas que no nos traten como a un recurso a extraer. Que funcionen para nosotros, y no al revés.

Son islas de concentración en un océano de distracción. Y su valor está en recordarnos que el océano no es inevitable.

(Fuente: Xataka - redacción propia)