
Luis Zanón llegó a Sudamérica en 1948, proveniente del Véneto, Italia. Quería reconstruir en estos pagos la fábrica de juegos mecánicos Frattelli Zanón, demolida por la Segunda Guerra Mundial en su país.
En 1950 levantaron el Parque Rodó en Montevideo. Y en 1960 encontraron en Buenos Aires el lugar ideal para armar el parque de juegos más grande de Sudamérica. En el cruce de las avenidas Callao y del Libertador, sobre 4.500 metros cuadrados, quedó inaugurado el lugar donde los sueños de miles de pibes se cumplieron. Allí se levantó el Italpark.
Lástima que nadie les avisó a los Zanón que el lugar estaba maldito.
Al Italpark iban 10.000 personas por día y en vacaciones de invierno las colas para ingresar eran monumentales. Sus 35 juegos incluían, entre otros, dos montañas rusas (una era la más alta de Sudamérica), tiro al blanco con la escenografía de Bonanza, teleférico, juego de las tazas, autitos chocadores, los autódromos Autos Sprint y Súper Monza, Dumbo y el Tren fantasma.
Un paraíso de diversión donde nacieron amores juveniles, rateadas históricas y paseos inolvidables con los padres. Pero la maldición les envió anuncios, uno detrás de otro.
El 27 de mayo de 1978 un incendio destruyó el Tren Fantasma sin saberse jamás los motivos que lo originaron. En agosto de 1989 otro siniestro se llevó la pista Súper Monza. Dos meses después, el fuego devoró el Laberinto del Terror.
En 1990 llegó el final. La tarde del 29 de julio, uno de los carros del MatterHorn, inaugurado en 1983, se desprendió. Mató a Roxana Celia Alaimo, de 15 años, y causó graves heridas a su amiga, Karina Benítez. El juego nunca había tenido una revisión técnica. Era una especie de rueda con carritos colgantes que giraban provocando una gran fuerza centrífuga. Cuando estaba en marcha, la velocidad hacía que no se distinguieran los carros ni quiénes viajaban en ellos. Eran dos o tres minutos a pura adrenalina.
El Italpark cerró. Y la maldición continuó

Algunos juegos estarían arrumbados en unos depósitos ubicados en la localidad de Pilar pertenecientes a la familia Zanón, pero la mayoría de ellos está en el Argenpark de Luján, que es una réplica del Italpark. Allí están el Súper 8 Volante, Showboat, Samba, Torpedo, Twister y el Súper Monza. También el barco y alguna boletería con forma de casilla alpina.
El que allí armó y arregló los juegos se llamaba Rodolfo "Rolo" Herrender. Con el parque cerrado, decidió colocar una cámara al final de la bajada principal de la montaña rusa "Súper 8 Volante". Mientras trabajaba, un carrito comenzó a moverse por los rieles sin que nadie hubiera puesto en funcionamiento la montaña, ya que "Rolo" había cortado la energía. El carrito ascendió la subida principal y descendió a una velocidad inusitada. Golpeó a "Rolo" en la espalda y este cayó desde 6 metros de altura muriendo por el impacto.
Otra parte importante de los juegos está en el parque Beto Carrero World, en Penha, Brasil. Allí también hubo desgracias continuadas.
Ni Zanón, ni los que vinieron después sabían que la maldición del Italpark tenía un origen

Uno de los juegos símbolos: Dumbo.
El 3 de febrero de 1911 se inauguró con una inversión de dos millones de pesos, unos 4 millones de dólares actuales. En los primeros seis días asistieron 150.000 personas y el precio de la entrada pasó de 50 centavos a un peso. Miembros de la alta sociedad, que habitaban la zona, se horrorizaron con "la invasión del pueblo". Consiguieron contratar a una bruja que tras una buena paga les aseguró que había maldecido el lugar y que todo lo que allí se levantara no tendría vida.

Cuarenta días después que el maravilloso Parque Japonés abriera, a las 0.40 del viernes 13 de marzo de 1911, se produjo un incendio que no cobró víctimas. Se dice que las llamas fueron provocadas por una chispa proveniente de una locomotora del Ferrocarril Central Argentino cuyas vías bordeaban el lugar, aunque pocos lo creyeron.
En el Parque se encontraba un juego llamado Terremoto de Mesina que reproducía la tragedia ocurrida en esa localidad de Italia en 1908 y en la cual murieron 60.000 habitantes a consecuencia del terremoto y posterior tsunami. La gente se bajaba del juego casi descompuesta y en ese mismo lugar, muchos años después, el Italpark colocaría la montaña rusa llamada Súper 8 volante, que era aterradora por su movimiento.
Pero la maldición continuaba su obra





