jueves, 4 de julio de 2024

Huir del aburrimiento a toda costa: el consenso científico recomienda justamente lo contrario

Frente a lo que solemos creer, gestionar bien el aburrimiento es importantísimo, y hasta beneficioso, para nuestro desarrollo personal.


Incluso en el trabajo más interesante del mundo, es relativamente común sentir aburrimiento. Y nuestra reacción habitual es reprimir esa sensación y concentrarnos en las tareas pendientes. El problema es que eso suele ser extremadamente inútil y, a menudo, contraproducente.

¿Qué es aburrirnos? Según John Eastwood, profesor de la Universidad de York en Canadá y uno de los mayores expertos mundiales en esto, la definición clásica de aburrirnos es "la experiencia aversiva de querer, pero no poder, participar en una actividad satisfactoria". Es decir, hablamos de algo que ocurre cuando, aunque queremos, no somos capaces de centrar nuestra atención en algo interesante y, de paso, atribuimos ese problema al entorno.

Esto, aunque no reparemos en ello, es interesante. Porque, al "hacer que las personas deseen participar en actividades que encuentran más significativas que las que tienen a mano", el aburrimiento 'recuerda' a las personas que hay asuntos más importantes, cosas más valiosas que hacer", sostiene Eastwood.

El problema es que somos malísimos gestionándo el aburrimiento. Porque, si nos vamos a los datos, descubrimos que las personas que se aburren más no solo están más enfocadas al exterior (tienen una tendencia mayor a buscar estímulos y distracciones externas), sino que además tienen más dificultades para identificar sus propias emociones.

El problema es que, según Eastwood y su equipo, la práctica habitual cuando nos aburrimos (buscar -casi obsesivamente- algo que nos entretenga) "solo sirve para fortalecer las garras del aburrimiento al alienarnos aún más de nuestros deseos y pasiones [...] como con las arenas movedizas".

De tal forma, cuanto más nos enfocamos en encontrar cosas que atraigan nuestra atención, que nos distraigan, que nos entretengan; más nos desvinculamos de nuestros propios deseos. Y acabamos perdidos en la sobreestimulación.

Es como el famoso Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola. El aburrimiento nos recuerda que tenemos cosas más relevantes que hacer, pero buscar esas cosas nos hunde más en el aburrimiento... No obstante, esto no quiere decir que no podamos sacarle partido.

¿Por qué no abrazamos el aburrimiento? Esa es la clave: aprender a contener el miedo a estar perdiéndonos algo mejor, controlar ese ansia que nos empuja a buscar ahí fuera estrategias para entretenernos. En los adultos, al igual que en los niños, el tiempo no estructurado sirve precisamente para reconectar con nuestros sentimientos, consolidar conocimientos y ser más creativos y productivos.

Como dicen Eastwood y su equipo, entender el aburrimiento como una oportunidad para "descubrir la posibilidad y el contenido de los propios deseos": pocas cosas más útiles que eso.

(Fuente: Xataka)