miércoles, 3 de julio de 2024

Una semblanza de Guillermo Kuitca: la serie "Nadie olvida nada"

Guillermo Kuitca nació el 22 de enero de 1961 en Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia culta, descendientes de judíos llegados desde Ucrania. Hoy vive entre su ciudad natal, donde pasa la mayor parte del tiempo, y New York, donde tiene un departamento.

 

Empezó a pintar a los seis años y a los nueve ingresó al taller de Ahuva Szliowicz, donde estuvo nueve años. Según sus palabras cuando salió de allí "ya era todo un pintor. Tenía dieciocho años, había expuesto mis cuadros y hasta daba clases". A los 13 realizó su primera exposición, en 1974, en la Galería Lirolay de Buenos Aires.

En su adolescencia se interesó por el cine; primero como espectador hasta que a los 18 o 19 años comenzó a asistir a cursos de Historia del Cine. De hecho, hoy continúa su cercanía al séptimo arte como organizador de festivales.

Durante los 80, la galería Julia Lublin de Buenos Aires le organizó muestras individuales. A principios de esos años se fue a Europa con la coreógrafa alemana Pina Baush. Fue este encuentro el que marcó su ingreso al universo del teatro y de la música, llegando a dirigir "El Mar Dulce" (1984).

En 1990 llevó a cabo su primera muestra en Nueva York, en la galería Aninna Nosei, exhibición que se reiteró cada año hasta 1995. Este año pasó a ser un artista de la galería Sperone Westwater, que en la actualidad representa su obra en el mundo.

Fue representante argentino para las Bienales de San Pablo de 1985 y de 1989. Pero recién obtuvo reconocimiento internacional a través de estas exposiciones: la realizada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (1991) y la del Instituto Valenciano de Arte Moderno de Valencia (1993). También resultó importante su participación -la única hasta hoy de un argentino- en la IX Documenta de Kassel en (1992).

Realiza instalaciones sobre muebles, colchones y otros objetos. En sus obras hay referencias del Holocausto, la represión política, el sida y la soledad en las grandes ciudades. Kuitca desarrolla sus dibujos y acrílicos tanto en telas convencionales como en planos y objetos inusuales, aunque el recurso más novedoso son sus obras pintadas sobre colchones.

En su arte, además, forman parte el cine, el teatro y la música. Trabaja en obras de grandes dimensiones, llenas de objetos icónicos, escenarios vacíos, planos arquitectónicos de teatros.

Destaca entre su producción artística la serie "The Ring" - basada, como otros de sus cuadros, en una ópera de Wagner. Otras series son "Nadie olvida nada" (1982) y "Siete últimas canciones" (1986).

Desde 2003 es, además, Profesor Honorario en la Universidad de Buenos Aires.

Por último, sus obras figuran en las colecciones de los más importantes museos de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, como:

Metropolitan Museum of Art, New York.
Modern Art Museum, New York.
Art Institute, Chicago.
Hirshhorn Museum, Washington.
County Museum of Art, Los Angeles.
Museum of Fine Arts, Boston.
Tate Gallery, Londres.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.
Fondation Cartier pour L’Art Contemporain, París.
Stedelijk Museum, Ámsterdam.

Serie Nadie olvida nada, analizada por Viviana Usubiaga


Obra de la serie Nadie olvida nada, 1982.

Kuitca, sin ser un artista de militancia política -a instancia de amigos había frecuentado reuniones en el Partido Comunista y más tarde en el Movimiento al Socialismo- supo participar de algunas reuniones de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos en 1979. Por entonces, algunas de sus obras hacían referencia a la represión y los desaparecidos como el dibujo donde inscribe la enumeración desde el 1 al 30.000 en 1980. No obstante, en Nadie olvida nada, la relación es más ambigua con aquello que representa, pero sin duda, se conjuga en ella un “reconocimiento de las víctimas”. Las camas, con sus sábanas semiabiertas, se muestran a la espera de cobijar un cuerpo ausente. Como símbolo primario del lugar del nacimiento, sueño, enfermedad, sexo y muerte, el lecho inscribe con su presencia un reclamo por su apremiante vacío. Son varias las obras que componen el corpus llamado Nadie olvida nada. Su repertorio simbólico se repite y renueva su apariencia según los espacios en los cuales se inserte: cama vacía, figura femenina, figura masculina. Tal como mencioné, su imaginario quedó plasmado en soportes que no son telas montadas en bastidores tradicionales. Trabajaba en cambio con carbonillas para dibujos espontáneos sobre papeles precarios, cartones entelados o con acrílicos sobre tablas de maderas cuyas dimensiones son dispares y no convencionales. En su conjunto, la serie se percibe como variaciones sobre un mismo tema: el recuerdo. En tiempos de violencia social en la Argentina y guerra con una potencia extranjera, estas obras conectan con una ineludible invocación a la memoria. Por un lado, la incesante repetición de sus motivos y aspectos formales y, por el otro, la idéntica nominación de cada una de las piezas que componen la serie, construyen un recurso entrelazado de narración histórica. "Nadie olvida nada", la doble negación es en idioma español, subvertida en contundente afirmación. Como un repiqueteo lingüístico, se vuelve una apelación al recuerdo, para que definitivamente, todos recuerden todo.

El espacio indefinido en estas obras es clave en la atmósfera inquietante donde se insertan las figuras en configuraciones inestables. Los cuerpos y las camas que aparecen en flotación acentúan las perspectivas falseadas. Las mujeres silueteadas funcionan como una fórmula expresiva recurrente de la serie, como almas en pena que vagan en la deriva espacial de un mundo empastado de tácita violencia. Cuando se insertan figurillas de hombres, estos no las acompañan serenamente; parecen escoltarlas, detenerlas o encaminarlas hacia la espesura de la pintura farragosa por la fuerza de sus brazos que contrasta con la debilidad mutilada de las mujeres. Una de sus composiciones muestra a ocho mujeres alineadas de espaldas al espectador sobre un fondo violáceo y sin espacio discernible. Como en un pelotón de fusilamiento, las figuras se entregan vulnerables a la mirada externa que se vuelve tortuosa ante la indefensión.

Obra de la serie Nadie olvida nada, 1982.

Frente a ciertas interpretaciones histórico-sociales de su obra, el pintor ha reflexionado en los siguientes términos,

"¿Por qué negar, por ejemplo, que esas camas (...) están en un campo de concentración?, ¿por qué debería negar que allí se deposita la historia argentina? Tiendo a desalentar esa visión sobre mi obra porque sé que la fuerza, la invade, la sofoca. Pero por el otro lado, me siento ridículo cuando la niego categóricamente. En definitiva, no puedo negar que hay en mi obra una visión política del mundo, una visión de la historia, sólo que no la puedo formular más allá de cómo la formula mi propia obra." Guillermo Kuitca.

Nadie olvida nada, 1982. Acrílico sobre tela, 122 x 154 cm, Colección del artista.

Nadie olvida nada, 1982. Acrílico sobre tela, 120 x 145 cm.

(Fuente: Arte Hispano / Museo Malba / Wikipedia /otros)