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martes, 19 de agosto de 2025

Cuando la recompensa engaña al cerebro: así decidimos a qué prestar atención y qué ignorar

Un nuevo estudio revela que nuestro cerebro no procesa de la misma manera la promesa de una recompensa según dónde y cómo se presente. A veces refuerza la atención visual, otras sólo ajusta la estrategia de respuesta sin implicar atención real.

(Foto: Sora / Edgary Rodríguez).

En la vida diaria, perseguimos recompensas: una sonrisa, un logro laboral, una porción de pastel. Pero, ¿cómo transforma el cerebro esa expectativa en acciones concretas? ¿Presta más atención a ciertos estímulos o simplemente cambia la forma de decidir? Investigadores del Indian Institute of Science han descubierto que la respuesta no es única. Según cómo se estructure la recompensa, el cerebro activa mecanismos totalmente distintos.

El trabajo, publicado recientemente en PLOS Biology, distingue por primera vez dos rutas separadas: una que mejora la percepción sensorial y otra que ajusta el sesgo de decisión. Ambas están ligadas a la expectativa de recompensa, pero sólo involucra la maquinaria neuronal clásica de la atención.

Los hallazgos no sólo amplían la comprensión de la atención humana, sino que también cuestionan ideas previas sobre cómo se mide y se interpreta el papel de la recompensa en tareas cognitivas.

Dos caras de la recompensa

El experimento planteó dos escenarios distintos para 24 voluntarios. En el primero, la recompensa variaba según la ubicación de un estímulo visual, lo que los científicos llamaron expectativa específica de espacio. En el segundo, la recompensa dependía del tipo de respuesta correcta, la llamada expectativa específica de elección.

En el caso espacial, cuando una ubicación prometía más puntos o evitaba más penalizaciones, los participantes afinaban su percepción allí. La sensibilidad visual (d) aumentaba, y eso les permitía detectar cambios con mayor precisión.

En el escenario por elección, lo que cambiaba era el criterio de respuesta (c). Los voluntarios tendían a decir “sí” o “no” con más facilidad según cuál fuera la opción más rentable en ese momento. No veían mejor el estímulo, simplemente apostaban por la respuesta que más convenía.

(Foto: iStock).

Cómo midieron el cerebro en acción

Para entender qué ocurría detrás de estos cambios, el equipo registró la actividad cerebral con electroencefalografía (EEG) mientras los voluntarios realizaban tareas de detección de cambios en patrones visuales.

En la condición espacial, aparecieron señales neuronales típicas de la atención: un aumento en componentes eléctricos como el N2pc y el P300, que indican que el cerebro dedica más recursos a procesar un estímulo en una posición concreta. También se observó una supresión de la actividad alfa en el hemisferio opuesto al estímulo relevante, un patrón asociado con la concentración visual.

En cambio, en la condición de elección, estas huellas de atención espacial estaban ausentes. Lo que sí emergió fue un cambio en la actividad alfa antes de que apareciera el estímulo, lo que sugiere un ajuste en la predisposición a responder, no en la calidad de la percepción.

Supresión de ondas alfa en el hemisferio opuesto al estímulo cuando la recompensa varía por ubicación, un marcador clásico de atención visual (Foto: PLOS Biology).

Lo que hacen los ojos y las manos

La atención no sólo se ve en el cerebro: también se nota en cómo se mueven los ojos y en la velocidad de respuesta. En la condición espacial, los participantes hicieron más microsacadas -pequeños movimientos involuntarios de los ojos- hacia la zona más recompensada. Además, respondieron más rápido cuando el cambio estaba allí.

En la condición de elección, estos indicadores motores de atención espacial no aparecieron. Sin embargo, sí se registró que las respuestas más rentables se daban con mayor rapidez, lo que refuerza la idea de que el cambio se producía en la estrategia decisional y no en la focalización de la atención.

Este contraste motor refuerza la conclusión central: no todas las estrategias que mejoran el rendimiento se basan en prestar más atención al estímulo, algunas consisten simplemente en elegir más rápido la respuesta más conveniente.

(Foto: iStock).

Un recurso limitado que se reparte

Un hallazgo clave fue que, en la condición espacial, la atención se comportó como un recurso limitado. Cuando aumentaba en un lado del campo visual, disminuía en el otro. Este equilibrio no se dio en la condición de elección, lo que confirma que los ajustes de criterio no forman parte de la atención espacial.

Este patrón competitivo se reflejó tanto en las medidas de sensibilidad visual como en las señales cerebrales y los movimientos oculares. Todos estos datos se coordinaban, prediciendo cuándo y dónde el cerebro iba a rendir mejor.

En otras palabras, la atención visual es como una manta corta: si se tira hacia un lado, se descubre el otro. Y sólo la expectativa de recompensa en un lugar concreto parece estirar esa manta hacia ese punto.

Qué nos dice esto sobre la vida diaria

Este estudio ayuda a entender por qué, a veces, no prestamos más atención a lo que más nos conviene. Por ejemplo, si en una conversación ya hemos decidido a quién vamos a dar la razón, quizá escuchemos menos lo que dice la otra persona, aunque sea importante. En ese caso, ajustamos nuestra “respuesta” pero no estamos realmente más atentos.

En cambio, cuando buscamos algo que sabemos que nos dará un beneficio directo -como encontrar la salida en un aeropuerto o ubicar un objeto en una foto-, nuestro cerebro sí activa todo el arsenal de recursos atencionales para procesar mejor la información visual.

La investigación sugiere que diseñar entornos o tareas que activen la atención espacial real podría ser más eficaz que sólo influir en las decisiones, al menos cuando se busca mejorar la percepción y no sólo la rapidez de respuesta.

Próximos pasos y aplicaciones

Los autores proponen que futuros trabajos distingan con más precisión qué tipos de sesgo de decisión implican atención espacial y cuáles no. Esto podría ser útil en campos como la educación, el entrenamiento deportivo o incluso el diseño de interfaces para que la información clave reciba más atención real.

En neurociencia clínica, esta distinción podría ayudar a identificar problemas de atención en pacientes con trastornos neurológicos y a diseñar terapias que no se limiten a modificar respuestas, sino que realmente mejoren la capacidad de concentrarse.

En definitiva, el estudio demuestra que la promesa de una recompensa no siempre activa los mismos circuitos del cerebro. A veces afina nuestros sentidos y otras sólo nos lleva a “jugar” con nuestras decisiones. Saber cuándo ocurre cada cosa puede ser clave para entrenar, mejorar y proteger nuestra atención.

(Fuente: muyinteresante.com)

miércoles, 30 de julio de 2025

Cronopios y mancuspias: lo que las pseudopalabras revelan sobre nuestro cerebro

Todos alguna vez hemos leído o escuchado una palabra que no existe... pero que parecía de verdad. En una de sus obras más conocidas, Historia de cronopios y de famas, Julio Cortázar definió a los cronopios como "criaturas verdes y húmedas, desordenadas y soñadoras".

Ilustración para la portada de "Historias de cronopios y de famas", de Julio Cortázar (Foto: Alfaguara).

Lo mismo hizo con las mancuspias, "animales convexos, de respiración cutánea y hábitos sedentarios". A pesar de que nunca hemos visto un cronopio o una mancuspia, con apenas unos detalles somos capaces de imaginarlas, darles forma o textura e, incluso, de atribuirles personalidad. Estas cadenas de letras inventadas empiezan a cobrar sentido sin necesidad de que nadie nos las explique.

No es un fenómeno exclusivo de la literatura. Lo que ocurre cuando los escritores acuñan términos como mancuspia, cronopio o ambonio es un ejemplo de lo que sucede cuando nos enfrentamos a lo que en el ámbito científico denominamos pseudopalabras: secuencias de letras inventadas que siguen las reglas ortográficas y fonológicas de un idioma, pero que carecen de significado.

Leer palabras que no existen, pero casi

El cerebro humano es especialmente hábil para detectar regularidades y patrones cuando leemos. Por eso, cuando nos encontramos con pseudopalabras que se parecen mucho a una palabra real -como cholocate en lugar de chocolate- es más fácil equivocarnos y leerlas como si fueran palabras de verdad.

En cambio, si vemos una pseudopalabra menos parecida a una palabra, como choconate, nos parece más evidente que algo no encaja. De hecho, al leerlas, se ponen en funcionamiento las mismas áreas que se activan cuando leemos una palabra real. Regiones como el giro frontal inferior y el giro temporal superior -dos zonas relacionadas con el reconocimiento léxico y fonológico- empiezan a trabajar para buscar significados donde no los hay. 

Julio Cortázar (Foto: Sara Facio).

¿Abidas o Adidas? Así nos engañan las letras

El uso de este tipo de estímulos nos ha proporcionado información muy interesante sobre cómo procesamos el lenguaje. Gracias a las pseudopalabras, conocemos la importancia que tiene identificar correctamente las letras durante la lectura. Tenderemos a confundir con una palabra real aquellas en las que una de sus letras es reemplazada por otra visualmente parecida. Este fenómeno ha sido ampliamente explotado por los falsificadores de distintos productos. A las personas nos cuesta darnos cuenta de que unas zapatillas con el logotipo "Abidas", no han sido fabricadas por la conocida marca de ropa deportiva Adidas.

Por otra parte, el denominado efecto de transposición de letras nos ha mostrado que cuando leemos necesitamos codificar la posición de las letras de las palabras para su adecuada comprensión. Este efecto consiste en la tendencia a identificar como palabras aquellas pseudopalabras formadas a partir del intercambio de la posición de dos letras de una palabra real. Por ejemplo, confundiremos con relativa facilidad la pseudopalabra "amzaon" con "amazon", al transponer las letras m y z. Por el contrario, al reemplazar estas mismas letras por la c y la e nos resultará mucho más fácil distinguir la pseudopalabra "amceon" del nombre de la conocida marca comercial.

Ejemplos del logo de Amazon escritos correcta e incorrectamente. Basada en una figura del artículo "Are brand names special words? Letter visual-similarity affects the identification of brand names, but not common words" (Foto: British Journal of Psychology).

 "Kiki" suena puntiagudo, "Bouba" suena redondo

A partir del sonido de las pseudopalabras, podemos tener la impresión de que están expresando conceptos relacionados con el tamaño, la forma o, incluso, la emoción. Ésto se conoce como el efecto bouba/kiki. Y es que se ha demostrado que tendemos a asociar los sonidos agudos, como kiki o takete, con formas puntiagudas. Por el contrario, tendemos a vincular los sonidos suaves, como los de las pseudoplabras bouba o maluma, con formas redondeadas.

Nuestro cerebro, de hecho, parece estar preparado para establecer estos vínculos. Áreas cerebrales como la corteza auditiva y la corteza visual, encargadas de procesar sonidos y formas, junto a regiones relacionadas con el lenguaje, como la circunvolución frontal inferior izquierda y la circunvolución supramarginal izquierda, trabajan conjuntamente para que esa simple cadena de sonidos pueda cobrar sentido en nuestra mente.

Quizá, por este tipo de asociaciones entre el sonido y el significado, no sea casualidad que Cortázar imaginara a los cronopios como seres cálidos, alegres y juguetones.

Demostración de kiki y bouba. Se tiende a asociar kiki a la figura de la izquierda, mientras que los contornos redondeados se asocian a bouba (Foto: Journal of Consciousness Studies, Ramachandran & Hubbard, 2001).

Pseudopalabras que emocionan

El empleo de pseudopalabras también nos ha proporcionado información muy valiosa sobre cómo adquirimos los significados emocionales. ¿Cómo es posible que aquello que no existe nos genere emoción? La clave está en que emparejamos pseudopalabras con expresiones faciales de emoción, sonidos y hasta olores agradables o desagradables. Pasado un tiempo, su lectura nos despertará emociones parecidas a la de los estímulos con los que fueron asociados.

Además, las pseudopalabras que derivan de palabras emocionales tardan más en reconocerse que aquellas que derivan de palabras neutras. De esta forma, será más rápido identificar "drocedario" (dromedario) como pseudopalabra que "irtus" (ictus). Esto muestra que el contenido emocional de la palabra original influye en cómo procesamos y reconocemos las palabras inventadas, como si las emociones facilitaran la interpretación de lo desconocido.

Ya hemos visto que las pseudopalabras no son sólo una mera cadena de letras. Lewis Carroll era ya consciente de esto cuando hizo que Alicia se enfrentase a un singular personaje en su poema Jabberwocky: “Era la asarvespertina, y los flexilimos toves giroscaban y taladraban en la loma…”. A cualquier lector le costará un esfuerzo adicional entender lo que dice. 

Sin embargo, al leer pseudopalabras como “tulgoso” o “vorpal”, también invención de Carroll, no podemos dejar de sentir una atmósfera amenazante o la presencia de un peligro inminente: "Y, mientras meditaba melancólico, ¡el Galimatazo, con ojos de fuego, vino silbando por el bosque tulgoso y burbujeaba mientras iba luego! ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Y la vorpal espada una y otra vez fue triscando veloz! Y dejolo muerto, y con su cabeza regresó galopando triunfador".

En conclusión, como exclamó Alicia mientras caía por la madriguera del conejo en el país de las maravillas, el lenguaje que no existe es cada vez más "curiorífico".

(Fuente: The Conversation)

lunes, 23 de junio de 2025

Científicos argentinos investigan los procesos cerebrales detrás del "sarcasmo", esa curiosa forma de decir algo invocando a lo contrario

El trabajo, publicado en la prestigiosa revista Brain Topography, contribuye a comprender mejor cómo se integra lo lingüístico y lo social en la interpretación de mensajes.

(Foto: Freepik).

La vida cotidiana está llena de estímulos e intercambios con otras personas. Somos seres sociales en un contexto de situaciones. Imaginemos esto: un hombre viaja incómodo en un colectivo lleno de gente. De golpe, el vehículo frena y alguien comenta en voz alta: “¡Qué bien se viaja!”. Nadie interpreta que lo diga en serio. Quienes lo escuchan entienden la queja.

Lo que ocurre implica el procesamiento de información proveniente de múltiples canales. La interpretación se produce en un intervalo brevísimo de tiempo. Se trata del uso de sarcasmo, un tipo de lenguaje indirecto muy frecuente en la comunicación cotidiana. Decodificarlo implica procesos mentales y cerebrales complejos que para la especie humana se producen de manera natural e instantánea, salvo que algo no esté funcionando.

La habilidad de “leer entre líneas” fue el eje de un estudio reciente llevado adelante por investigadores de la Unidad Ejecutora de Estudios en Neurociencias y Sistemas Complejos (ENyS - Conicet - Hospital El Cruce - Universidad Nacional Arturo Jauretche), la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral. El trabajo, publicado en la revista Brain Topography, analizó cómo se activa el cerebro de personas hispanohablantes al procesar frases sarcásticas.

Mediante la utilización de técnicas de neuroimagen y un paradigma experimental novedoso, los investigadores identificaron regiones cerebrales que trabajan en conjunto durante la comprensión del sarcasmo. A partir de combinar texto e imagen, o presentar sólo la imagen o sólo el texto, se propusieron delimitar cómo se activan diferencialmente áreas neuronales al interpretar el mismo enunciado, con dos intencionalidades enunciativas: sarcástica y literal.

El mapa cerebral del doble sentido

Según la investigación liderada por Mariana Bendersky, neuroanatomista e ilustradora, y Lucía Alba-Ferrara, científica especializada en neurociencias cognitivas, las áreas del cerebro implicadas incluyen: la corteza prefrontal medial, clave para entender las intenciones del otro, la unión temporoparietal, especializada en representar estados mentales ajeno, la ínsula izquierda y la amígdala, implicadas en evaluar emociones y empatía, y áreas del lenguaje como la corteza temporal superior y la circunvolución frontal inferior, necesarias para interpretar el significado en contexto.

Zonas cerebrales activadas para procesar una frase sarcástica, según el mencionado estudio (Foto: UBA).

Estos hallazgos refuerzan la idea de que el sarcasmo no es sólo cuestión de palabras, sino de una integración compleja entre redes neuronales que involucran habilidades sociales, emocionales y lingüísticas, y que se activan en simultáneo para poder interpretar el mensaje de manera adecuada.

Más que palabras

Comprender el sarcasmo implica varias habilidades. No depende sólo del procesamiento lingüístico, sino que requiere la capacidad de inferir los pensamientos, intenciones y emociones de otra persona. Primero, debemos darnos cuenta de que la persona no piensa lo que dice en términos literales. Segundo, debemos interpretar que quiere que entendamos otra cosa, generalmente lo contrario a lo dicho. Esta capacidad de “interpretar lo que piensa el otro” se conoce como teoría de la mente o mentalización.

Interpretar intenciones es una tarea compleja, pero eso no es todo. También necesitamos claves contextuales (como viajar incómodo en un transporte público o cualquier situación similar) y paralingüísticas (el tono de voz, la expresión facial) para interpretar correctamente el mensaje. El sarcasmo, entonces, es una forma sofisticada de lenguaje que combina lo social, lo emocional y lo lingüístico. Y por eso se lo considera el subtipo de lenguaje pragmático más relacionado con la teoría de la mente.

Un estudio pionero en idioma español

Hasta ahora, los estudios con resonancia magnética funcional sobre procesamiento del sarcasmo no habían utilizado tareas adaptadas al español. Muchos de ellos, además, requerían un alto esfuerzo cognitivo por parte de los participantes, lo que podía interferir en la identificación precisa de las regiones cerebrales involucradas en el sarcasmo. Por ese motivo era posible confundir las activaciones específicas con las de la red ejecutiva (encargada de funciones como planificación, atención y memoria).

Para cubrir ese vacío, el equipo diseñó un paradigma experimental en español, con estímulos más simples y precisos. Participaron 18 personas sanas, que realizaron una tarea de comprensión del sarcasmo mientras se registraba su actividad cerebral con un escáner de alta resolución. El estudio se enfocó en comparar la actividad neuronal ante frases sarcásticas versus literales, con y sin apoyo visual.

Nicolás Vassolo, licenciado en psicología por la Universidad Austral y primer autor del artículo, se ocupó de la validación de la tarea a nivel conductual. “Antes de llevar la tarea al resonador, nos aseguramos de que los estímulos (las viñetas tipo historieta que utilizamos en el protocolo) fueran comprensibles y realmente midieran lo que se proponen medir”, explica. De esta manera, el equipo se aseguró que las imágenes estuvieran captando sarcasmo, y no otra cosa.

“¿Por qué? Porque lo que quiero ver es cómo se activa el cerebro al interpretar sarcasmo, no cómo responde ante confusión, ambigüedad o malentendidos. El proceso de validación responde justamente a eso: ¿estamos midiendo el sarcasmo realmente?”, enfatiza.

El valor de estudiar lo cotidiano

Comprender las claves de la interpretación del lenguaje indirecto tiene múltiples aplicaciones. Los hallazgos de este tipo de estudios contribuyen a mejorar la programación de herramientas de inteligencia artificial, por ejemplo.

“Con algoritmos multimodales para el procesamiento del lenguaje natural, las máquinas podrían integrar múltiples fuentes de información, como el tono de voz, la expresión facial o el contexto conversacional, y así desarrollar una forma rudimentaria de modelar estados mentales”, comenta la ya mencionada Alba-Ferrara.

También permiten explorar nuevas vías para detectar y tratar condiciones neurológicas. “Las áreas del sarcasmo o del lenguaje figurativo son accesorias. Las utilizamos cotidianamente, pero ante una lesión neurológica podrían reclutarse para compensar funciones dañadas”, expresa por su parte Bendersky. Y agrega: “En enfermedades como el trastorno del espectro autista, esta capacidad de entender el sarcasmo se pierde. Esto también sucede en algunas epilepsias”.

Detrás de un comentario sarcástico en el transporte colectivo, existe todo un sistema que se activa en fracciones mínimas de segundo. Así funciona el cerebro computacionalmente al interpretar el contexto, captar el tono, leer la intención y, finalmente, entender que lo que se dijo no era literal.

(Fuente: Agencia de Noticias Científicas / redacción propia)

martes, 20 de mayo de 2025

Si la inteligencia artificial piensa por nosotros, ¿puede atrofiarse nuestro cerebro?

Cada nueva herramienta que inventamos los humanos, nace con la pretensión de facilitar una necesidad determinada. Pero todas las herramientas tienen la posibilidad de acabar produciendo el efecto contrario al que se buscaba con ellas cuando se usan de manera extrema.

(Foto: Shutterstock).

Es lo que el pensador Marshall McLuhan denominó la Ley de Reversión, según la cual todo medio o herramienta humana, usando de manera exagerada, produce el efecto contrario al deseado, colapsando el sistema para el que se creó.

Podemos comprobarlo en cosas tan simples como un embotellamiento automovilístico: cuando usamos el coche masivamente, y provocamos un atasco, el coche, en lugar de ayudar a desplazarnos, nos aprisiona en el atasco, impidiendo que podamos siquiera caminar. El medio se convierte en un impedimento para el desarrollo que se quería producir con él.

Esta reversión explica por qué cuando aumentamos el uso de alguna herramienta o dispositivo más allá de cierto límite, se produce el efecto inverso al deseado. Así, la hipertestesia -exceso de estímulo sensorial- termina produciendo anestesia, que es la ausencia de sensaciones. Exactamente como ocurre cuando echamos tanta sal en nuestras comidas que todo nos termina sabiendo soso, o cuando aumentamos tanto el volumen de nuestros auriculares que terminamos padeciendo sordera.

La reversión y la inteligencia artificial

La Ley de Reversión apuntaría, entre otras cosas, a que recurrir de manera masiva e indiscriminada a la inteligencia artificial para estudiar y resolver cuestiones académicas pueda generar una reversión muy grave de las capacidades intelectuales humanas.

La inteligencia humana, además de ser generativa, es evolutiva, es decir, cambia a lo largo de la vida y en función de los estímulos o las circunstancias. La inteligencia humana es un músculo: crece o se atrofia según es usada y ejercitada. Múltiples estudios médicos muestran que para impedir el deterioro cognitivo es clave la gimnasia mental. Porque no nacemos con una "inteligencia estática", ni es un órgano o facultad que permanezca constante. La inteligencia experimenta transformaciones, ampliaciones o regresiones. Cultivar la atención y la reflexión ayuda a mantener nuestra capacidad de adaptarnos a la cambiante y profunda realidad.

Amnesia digital y memoria humana

Un estudio de 2015 de una firma de ciberseguridad alertaba de los peligros de la que denominó "amnesia digital", la pérdida de información almacenada en nuestros cerebros, por el recurso constante a las inteligencias digitales; algunos expertos habían alertado previamente del "efecto Google" en nuestra capacidad de recordar.

Uno de los padres de la inteligencia artificial, el Premio Nobel Geoffrey Hinton, explica que estos sistemas superarán en breve a la inteligencia humana; pero no tanto por su avance en eficiencia, sino sobre todo por la recesión intelectual que pueden llegar a producir.

Según la Dra. Kathryn Mills, del Instituto de Neurociencia Cognitiva en el University College de Londres, el problema reside en el hecho de que estos sistemas pueden sustituir a la actividad cerebral autónoma, impidiendo que las personas busquen, memoricen o construyan la información por su cuenta.

Los cerebros en desarrollo y la IA

Si esto puede estar sucediendo ya en cerebros adultos, cabe preguntarse el efecto de recurrir, en la etapa de estudiante, a ChatGPT y otras tecnologías similares para idear, resumir, concluir o reflexionar sobre los temas que debemos aprender.

¿Qué ocurre en la mente de un joven universitario si pide a la inteligencia artificial que le sugiera un tema de análisis, idea o enfoque de cada tarea académica, que genere un resumen de un libro extenso que no lee, de una teoría compleja que no comprende o de un conjunto de aportaciones de autores que no va a revisar? ¿Qué sucede si dejamos de consultar directamente las fuentes y accedemos solo a la información sintetizada por esta tecnología?

Si estos sistemas sustituyen la capacidad de procesar, sintetizar y organizar la información de los cerebros de los estudiantes, algunos expertos alertan sobre el "sedentarismo cognitivo" que se genera. Entre ellos, el sociólogo e investigador Diego Hidaldo se pregunta si no terminaremos teniendo que ir a entrenar nuestro cerebro a un gimnasio, al igual que hacemos con nuestro cuerpo. David Vivancos, experto en educación y tecnologías, en su libro "El fin del conocimiento" alerta de la pérdida de atención y su sustitución por los sistemas de IA, que merman la inteligencia autónoma humana.

Un sistema que piensa por nosotros

Dos advertencias se deducen de estos estudios: la primera es el peligro de una reversión por atrofia de la inteligencia humana individual, suplantada por la inteligencia artificial. Los estudiantes, por primera vez en la historia de la especie humana, tienen a su libre disposición un sistema que piensa por ellos. La consecuencia es que ellos pueden dejar de pensar. Contando con un medio extensor, los miles de cerebros de los estudiantes pueden dejar de leer, de resumir, de idear, de concluir ideas.

Este fenómeno masivo puede afectar gravemente a los jóvenes en edad de desarrollo intelectual, especialmente en la suplantación de la ideación personal, es decir de la imaginación creadora de ideas o enfoques. De hecho, ya está comprobándose su efecto en la capacidad lectora.

Saturación informativa

La segunda reversión de la IA es una reversión por saturación. Cuando hoy en día abrimos Google o consultamos a cualquier otro buscador de la red, las entradas generadas por IA literalmente opacan la capacidad de encontrar fuentes diversas de información. El atasco intelectual generado en la red por la IA se manifiesta en la imposibilidad de encontrar una entrada en Google que no sea un texto de IA.

Como explica muy bien la especialista Freya Holmer, quien considera a la IA un "cáncer parásito", la red se está saturando con información generada por IA que nos disuade de buscar fuentes y nos conduce a un conocimiento comercializado y conformista. La IA está haciendo buena a Wikipedia, la única fuente que resiste, y que hace algunos años era denostada por los expertos.

Si nada lo remedia, podemos encontrarnos con el mundo distópico de "2001: una odisea en el espacio", película que ya hace muchísimo imaginó los peligros de sustituir nuestra capacidad de pensar, y nuestro músculo intelectual, por una prótesis inerte.

(Fuente: The Conversation)

lunes, 11 de noviembre de 2024

Cómo el cerebro organiza los recuerdos y los integra a lo largo del tiempo, según expertos

Los especialistas de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai (EE.UU.) postularon que algunas vivencias son almacenadas en conjuntos neuronales para incluir nueva información relevante. La palabra de los autores del estudio.


La reorganización flexible de recuerdos en el cerebro parece ser clave para adaptar la memoria a cambios del entorno, lo que facilita inferencias causales y decisiones en situaciones diversas (Foto: Freepik).

Existe un mecanismo cerebral que facilita la integración de la memoria a lo largo del tiempo? Esta pregunta se hicieron recientemente expertos de Mount Sinai. El hallazgo planteó que el cerebro reorganiza los recuerdos almacenados en conjuntos neuronales para incluir nueva información relevante, algo que los mantiene actualizados.

Este proceso, sostienen los investigadores, podría ayudar a comprender mejor tanto la memoria adaptativa, que permite realizar inferencias causales, como los procesos desadaptativos, entre ellos el trastorno de estrés postraumático (TEPT), en el que los recuerdos dolorosos afectan la percepción del presente.

Denise Cai, Doctora en Neurociencia y profesora asociada en la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai, destacó cómo este descubrimiento desafía algunas creencias tradicionales sobre la estabilidad de los recuerdos.

"La opinión más extendida es que los recuerdos se forman durante el aprendizaje inicial y permanecen estables en conjuntos neuronales a lo largo del tiempo, lo que nos permite recordar una experiencia particular", afirmó Cai.


La investigación en ratones mostró que el cerebro consolida experiencias pasadas al evocarlas tras vivencias recientes, un proceso que parece facilitar la integración de memorias y eventos dispares a lo largo del tiempo (Foto: Freepik).

El cerebro almacena recuerdos y los actualiza

Sin embargo, la investigación mostró que esta visión resulta insuficiente para explicar cómo el cerebro no sólo almacena recuerdos, sino que los actualiza de forma flexible con información relevante.

"La combinación de estabilidad y flexibilidad dentro de los conjuntos neuronales es fundamental para que podamos hacer predicciones, tomar decisiones y relacionarnos en un mundo en constante cambio", subrayó la experta.

En su estudio, el equipo de investigación analizó la actividad neuronal en el hipocampo de ratones adultos mientras aprendían nuevas experiencias, descansaban entre cada evento en períodos denominados "desconectados" y, posteriormente, recordaban esas experiencias en días posteriores.

Los investigadores descubrieron que, tras cada experiencia, el cerebro consolidaba y estabilizaba el recuerdo reproduciendo la experiencia vivida. En el caso de vivencias negativas, el cerebro no sólo reproducía ese evento específico, sino también evocaciones de días anteriores, buscando aparentemente conectar eventos relacionados y facilitar la integración de los recuerdos en el tiempo.


Al analizar el hipocampo, los científicos observaron que los ratones reactualizaban recuerdos anteriores después de eventos negativos, vinculando experiencias aparentemente inconexas en la memoria (Foto: Freepik).

Una de las fases del estudio se enfocó en analizar el comportamiento de ratones que atravesaron experiencias adversas, como recibir una descarga eléctrica en un entorno particular. Los investigadores notaron que estas vivencias negativas impulsaban la reactivación de recuerdos previos "neutros" o no amenazantes.

Por ejemplo, un recuerdo de un entorno seguro y diferente donde no habían recibido ninguna descarga eléctrica se reactivaba junto al recuerdo adverso reciente.

"Descubrimos que cuando los ratones descansaban después de una experiencia altamente negativa, reactivaban simultáneamente el conjunto neuronal de esa experiencia y el recuerdo neutro pasado, integrando así las dos modalidades de memoria distintas", explicó Cai.

Los investigadores denominaron a este proceso "co-reactivación del conjunto", un mecanismo que facilitaba la vinculación a largo plazo de recuerdos que en apariencia no tenían relación.

De acuerdo a los autores, un aspecto de particular interés en este hallazgo fue que, a diferencia de estudios previos que destacaban el rol del sueño en el almacenamiento de la memoria, el equipo observó que la vinculación de recuerdos se producía con mayor frecuencia cuando los ratones estaban despiertos. Este descubrimiento planteó nuevas preguntas sobre los roles diferenciados que desempeñan la vigilia y el sueño en los distintos procesos de la memoria.

La vinculación retrospectiva de recuerdos parece depender de la intensidad del evento negativo, lo que podría explicar por qué experiencias traumáticas tienen un impacto profundo en la memoria y el comportamiento (Foto: Freepik).

El estudio también demostró que las experiencias adversas tendían a vincularse con recuerdos previos de manera "retrospectiva", al asociarse con eventos pasados, en lugar de "prospectivamente" hacia experiencias futuras. Además, cuanto más intenso era el acontecimiento negativo, mayor era la probabilidad de que promoviera la vinculación retrospectiva en el cerebro, un fenómeno que podría ayudar a entender por qué los eventos traumáticos afectan profundamente la memoria y el comportamiento.

La investigación en torno a esta co-reactivación sugiere que el cerebro emplea un mecanismo flexible y adaptable que facilita la actualización de recuerdos en función de las experiencias posteriores. Este proceso permite que los recuerdos se modifiquen, al vincular eventos nuevos con experiencias anteriores, lo cual podría influir en cómo las personas manejan sus recuerdos en un entorno en constante cambio.

Según Cai, este descubrimiento representa "un avance significativo en la comprensión de la memoria en el mundo real", ya que permite entender cómo se reorganizan los recuerdos con el tiempo para mantener la funcionalidad diaria. Cai agregó: "Nuestros recuerdos se actualizan y remodelan constantemente con la experiencia posterior, lo que nos permite adaptarnos a un entorno dinámico y cambiante".

(Fuente: Infobae)

lunes, 14 de octubre de 2024

Una fascinante investigación sobre el cerebro de una mosca arrojará luz sobre el proceso del pensamiento humano

Pueden caminar, revolotear y los machos incluso pueden cantar canciones de amor para cortejar a sus parejas, todo ello con un cerebro más pequeño que la cabeza de un alfiler.


Tan bello como complejo: el cerebro de la mosca tiene más de 130.000 cables con 50 millones de intrincadas conexiones (Foto: MRC / Nature).

Y ahora, por primera vez, los científicos que investigan el cerebro de una mosca han identificado la posición, la forma y las conexiones de cada una de sus 130.000 células y 50 millones de conexiones.

Es el análisis más detallado del cerebro de un animal adulto jamás realizado.

Un destacado especialista del cerebro, ajeno a la nueva investigación, describió el avance como un salto enorme en la comprensión de nuestro propio cerebro.


Juntos, estos cables forman el circuito que controla el movimiento de la mosca (Foto: MRC / Nature).

El doctor Gregory Jefferis, del Laboratorio de Biología Molecular (LMB) del Consejo de Investigación Médica de Cambridge, en Reino Unido, dijo que actualmente no tenemos ni idea de cómo la red de células cerebrales de cada cabeza nos permite interactuar entre nosotros y con el mundo que nos rodea.

"¿Cuáles son las conexiones? ¿Cómo fluyen las señales a través del sistema que nos permite procesar la información para reconocer tu rostro, que te permite oír mi voz y convertir estas palabras en señales eléctricas? La cartografía del cerebro de la mosca es realmente extraordinaria y nos ayudará a comprender cómo funciona el nuestro", señaló.


Estos son los cables necesarios para procesar la visión. Se necesitan muchos más que para el movimiento porque la visión requiere más cálculo (Foto: MRC / Nature).

Los humanos tenemos un millón de veces más células cerebrales, o neuronas, que la mosca de la fruta estudiada. Entonces, ¿cómo puede el diagrama del cableado del cerebro de un insecto ayudar a los científicos a entender cómo pensamos?

Las imágenes obtenidas por los científicos y publicadas en la revista Nature muestran una maraña de cables tan bella como compleja. Su forma y estructura son la clave para explicar cómo un órgano tan diminuto puede llevar a cabo tareas de cálculo tan potentes.

Desarrollar un ordenador del tamaño de una semilla de amapola capaz de realizar todas estas tareas está muy por encima de la capacidad de la ciencia moderna.

La doctora Mala Murthy, una de las codirectoras del proyecto, de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, afirmó que el nuevo diagrama de cableado, conocido científicamente como conectoma, va a ser "transformador para los neurocientíficos".

"Ayudará a los investigadores a comprender mejor cómo funciona un cerebro sano. En el futuro esperamos que sea posible comparar lo que ocurre cuando las cosas van mal en nuestro cerebro", dijo.

Es una opinión respaldada por la doctora Lucía Prieto-Godino, jefa de grupo de investigación del cerebro en el Instituto Francis Crick de Londres, que no forma parte del equipo de investigación.

"Los investigadores han completado los conectomas de un simple gusano que tiene 300 cables y de un gusano que tiene 3.000, pero tener un conectoma completo de algo con 130.000 cables es una proeza técnica asombrosa que allana el camino para encontrar los conectomas de cerebros más grandes como el del ratón y quizá dentro de varias décadas el nuestro", afirmó.

¿Por qué las moscas son tan difíciles de matar?

Otros investigadores ya están utilizando los diagramas de los circuitos, por ejemplo, para averiguar por qué las moscas son tan difíciles de atrapar.

Los circuitos de visión detectan en qué dirección viene el periódico enrollado y transmiten la señal a las patas de la mosca.

Pero lo más importante es que envían una señal de salto más fuerte a las patas que se alejan del objeto que las puede golpear. Se podría decir que saltan sin tener que pensar, literalmente más rápido que la velocidad del pensamiento.

Este hallazgo podría explicar por qué nosotros, los torpes humanos, rara vez matamos moscas.


La "cortadora de cerebros de mosca": el cerebro se cortó en 7.000 trozos increíblemente finos con este cuchillo microscópico (Foto: MRC / Nature).

Los investigadores lograron identificar circuitos separados para muchas funciones individuales y mostrar cómo están conectados.

Por ejemplo, los cables que intervienen en el movimiento están en la base del cerebro, mientras que los que procesan la visión están en la parte lateral. En este último caso intervienen muchas más neuronas porque la visión requiere mucha más capacidad de cálculo.

Aunque los científicos ya conocían los circuitos por separado, no sabían cómo estaban conectados entre sí.

El diagrama del cableado se hizo cortando el cerebro de una mosca con lo que es en esencia un "rallador de queso microscópico", y tomando fotografías de cada una de las 7.000 rebanadas que luego fueron juntadas digitalmente.

A continuación, el equipo de Princeton aplicó inteligencia artificial para extraer las formas y conexiones de todas las neuronas. Pero la IA no resultó perfecta: los investigadores tuvieron que corregir a mano más de tres millones de errores.

Esto en sí mismo era una proeza técnica, pero el trabajo sólo estaba hecho a medias. Según Philipp Schlegel, también del Laboratorio de Biología Molecular del Consejo de Investigación Médica, el mapa por sí solo carecía de sentido si no se describía la función de cada cable.

"Estos datos son un poco como Google Maps pero para cerebros: el diagrama bruto del cableado entre neuronas es como saber qué estructuras corresponden a calles y edificios. Describir las neuronas es como añadir al mapa los nombres de las calles y ciudades, los horarios de apertura de los negocios, los números de teléfono, las reseñas, etc. Se necesitan ambas cosas para que el mapa sea realmente útil", sostuvieron.

Los escáneres pueden mostrar el cableado de este cerebro humano, pero incluso los mejores sólo muestran una pequeña fracción de todo lo que hay en él (Foto: BBC News).

El conectoma de la mosca está a disposición de cualquier científico que quiera utilizarlo para orientar su investigación. Schlegel cree que el mundo de la neurociencia verá "una avalancha de descubrimientos en los próximos dos años" gracias a este nuevo mapa.

El cerebro humano es mucho más grande que el de la mosca, y aún no disponemos de la tecnología necesaria para captar toda la información sobre su cableado.

Pero los investigadores creen que quizá dentro de 30 años sea posible disponer de un conectoma humano. El cerebro de la mosca, dicen, es el comienzo de una nueva y más profunda comprensión del funcionamiento de nuestra propia mente.

La investigación fue llevada a cabo por una gran colaboración internacional de científicos, denominada FlyWire Consortium.

(Fuente: BBC Mundo)

miércoles, 21 de agosto de 2024

Nuestro cerebro tiene su propia "copia de seguridad" de cada recuerdo: ya se conoce cómo las crea

El "almacenamiento" de los recuerdos nos ayuda a aprender tomando como punto de partida nuestras experiencias. Las "copias" de un recuerdo se conservan durante diferentes periodos, porque no todas permanecen de forma indefinida.


(Foto: Anna Shvets).

Durante las últimas décadas los científicos que desarrollan su actividad de investigación en el ámbito de la neurociencia han aprendido muchísimo. Y, aun así, en gran medida nuestro cerebro sigue siendo un misterio. Y lo es debido a que su complejidad es extraordinaria. No obstante, esta dificultad no representa un obstáculo a la hora de seguir esforzándose e investigando.

El científico Flavio Donato y su equipo de investigadores de la Universidad de Basilea (Suiza) no se han dejado amedrentar por la complejidad natural de nuestro cerebro, y su esfuerzo ya está dando fruto. En el artículo que estos científicos han publicado en la prestigiosa revista Science explican con bastante detalle un mecanismo del cerebro que hasta ahora los neurocientíficos no conocían bien. Y, curiosamente, es un comportamiento que recuerda lejanamente al de la estrategia que utilizamos los seres humanos para evitar que nuestros ordenadores pierdan nuestra información más valiosa.

Nuestro cerebro se asegura de mantener a buen recaudo nuestros recuerdos

El cerebro humano tiene una capacidad de aprendizaje y una plasticidad enormes. El almacenamiento de los recuerdos es uno de los mecanismos que nos ayudan a aprender tomando como punto de partida las experiencias que hemos vivido en el pasado. Y ese aprendizaje es crucial porque nos permite adaptarnos y responder a algunos de los desafíos y las experiencias que tendremos que afrontar en el futuro. Hasta ahora los neurocientíficos desconocían cómo resuelve el cerebro humano la dinámica de los recuerdos, pero ya tenemos algunas respuestas.

El profesor Donato y su equipo han descubierto que nuestro cerebro procesa cada recuerdo vinculado a una experiencia específica con el propósito de almacenarlo en múltiples copias simultáneamente. Esto significa, sencillamente, que un recuerdo no deja una única impronta en nuestra estructura cerebral, de ahí que no resulte descabellado comparar este mecanismo con la creación de las copias de seguridad que utilizamos para salvaguardar la información más relevante que almacenamos en nuestras computadoras o móviles.

Además, estos científicos han concluido que las copias de un recuerdo en particular se conservan durante diferentes periodos de tiempo, por lo que no todas ellas permanecen de forma indefinida. De hecho, puede que en algunos casos ninguna de ellas perdure. No obstante, esto no es todo lo que han averiguado. También han confirmado que algunas copias pueden ser modificadas en cierta medida con el paso del tiempo. Lo curioso es que toda esta actividad se lleva a cabo en el hipocampo, que es la región del cerebro que se responsabiliza del aprendizaje a partir de la experiencia.

Curiosamente, cada experiencia se almacena al menos en tres grupos distintos de neuronas que se forman durante diferentes etapas del desarrollo embrionario. De hecho, las neuronas que se forman en primer lugar son las responsables del almacenamiento de los recuerdos que se preservan a largo plazo. Las neuronas que se forman más tarde tienen una capacidad de retención de los recuerdos muy fuerte al principio, pero se desvanecen con el tiempo. Y, por último, los recuerdos que se almacenan durante poco tiempo en las neuronas formadas en las últimas fases del desarrollo embrionario pueden ser modificados y reescritos con facilidad.

"El desafío al que se enfrenta nuestro cerebro en lo que concierne a la memoria es impresionante. Por un lado debe recordar lo que hemos experimentado en el pasado para ayudarnos a comprender el mundo en el que vivimos. Pero, además, necesita adaptarse a los cambios que se producen a nuestro alrededor para ayudarnos a tomar las decisiones adecuadas para garantizar nuestra supervivencia", nos explica el profesor Donato, y es apasionante. No cabe duda de que en el ámbito de la neurociencia a los científicos aún les queda muchísimo trabajo por hacer, pero gracias a descubrimientos como el de estos investigadores podemos otear el futuro con un optimismo muy saludable.

(Fuente: Xataka)

miércoles, 10 de julio de 2024

¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando rezamos o meditamos?

Al célebre escritor británico C.S. Lewis, famoso por haber creado el universo literario de Narnia, se le atribuye una frase que describe muy bien lo que para muchos significa la oración.

Oro porque no puedo evitarlo, oro porque estoy desconsolado, oro porque la necesidad de hacerlo fluye de mí todo el tiempo, despierto o dormido. Orar no cambia a Dios. Me cambia a mí", dijo el autor en alguna ocasión.

Veamos que dicen los expertos para tratar de entender lo que ocurre en el cerebro de las personas que rezan y saber si ese mecanismo está necesariamente relacionado con las creencias religiosas, o si tal vez podría estar presente en aquellos que meditan o aquellos que llevan una vida creativa.


Cuando entramos en oración, el lóbulo frontal se enciende. Pero en la oración profunda, la actividad del lóbulo frontal disminuye nuevamente.

El neurocientífico Andrew Newberg, director de investigaciones del Instituto Marcus de Medicina Integral de la Universidad Thomas Jefferson, en EE.UU., se ha dedicado a estudiar los efectos de la oración y otras prácticas religiosas en el bienestar mental de sus pacientes. A través de resonancias magnéticas, su equipo ha sido capaz de ver las áreas del cerebro que se activan en una persona que está en rezando.

"Una manera común de rezar es cuando una persona repite una oración específica una y otra vez como parte de su práctica. Y cuando uno lleva a cabo una acción así, una de las áreas del cerebro que se activa es el lóbulo frontal", le explicó el experto.

Esto no es de extrañar, ya que el lóbulo frontal del cerebro es el que tiende a activarse cuando nos concentramos profundamente en una actividad. Lo que le sorprende a Newberg es lo que ocurre cuando las personas entran en lo que sienten como "oración profunda".

"Cuando la persona siente que la oración se está casi apoderando de ella, por decirlo de alguna manera, la actividad del lóbulo frontal de hecho desciende. Esto ocurre cuando el individuo reporta sentir que no son ellos los que están generando la experiencia sino que es una experiencia foránea que les está ocurriendo", dijo el investigador.

La oración profunda, según ha encontrado Newberg, también genera una reducción en la actividad en el lóbulo parietal, más hacia la parte trasera del cerebro. Esta área recibe la información sensorial del cuerpo y nos crea una representación visual de él.

Newberg dice que una reducción de actividad en el lóbulo parietal podría explicar los sentimientos de trascendencia que reportan aquellos que oran profundamente: "A medida que la actividad en esta área disminuye, perdemos el sentido del ser individual y nos llega esa sensación de unidad, de conexión".

¿Tema de fé?


Para muchos, orar los hace sentir que son parte de algo más allá que ellos mismos, algo que también sienten las personas que meditan.

¿Podrían prácticas similares a la oración, pero sin ningún fundamento religioso, producir los mismos efectos que sienten aquellos con creencias profundas?

Para Tessa Watt, una experta en prácticas de meditación y atención plena ("mindfulness", en inglés) que ha trabajado con cientos de clientes, se puede alcanzar ese estado enfocando la atención en el presente y en las sensaciones que experimentamos.

"Creo que tanto la oración como el mindfulness ayudan a tranquilizar a una persona, para que tenga más tiempo para sí misma y, además, active el sistema nervioso parasimpático", explica Watt. El sistema nervioso está compuesto de dos sistemas autónomos distintos que son los que controlan la mayoría de las respuestas automáticas del cuerpo.

Por un lado, el sistema simpático regula lo que se conoce como respuestas de "lucha o huida", aquellas que requieren reacciones rápidas del cuerpo ante una amenaza. Por otro lado, las labores relacionadas con “el descanso y la digestión” del cuerpo están a cargo del sistema parasimpático.

"Esto quiere decir que practicando mindfulness aprendes a calmar la respuesta de lucha o huida, haciéndote más eficiente a la hora de controlar tus emociones", dice Watt.

Relación con Dios


Algunos expertos afirman que la relación con nuestros cuidadores puede tener un efecto en como vemos otras relaciones, incluida aquella que tengamos (o no) con un dios.

Para algunas personas que crecen en ambientes marcadamente religiosos, la relación con un dios puede reflejar las relaciones afectivas que tenemos con otras personas, dijo el investigador Blake Victor Kent, un sociólogo del Westmont College de California.

"La oración puede ser beneficiosa pero hay que tener en cuenta diferentes factores, particularmente cómo nos conectamos con Dios de manera emocional". Blake era pastor, y ahora se dedica a estudiar el impacto que la religión tiene sobre la vida de las personas. "Si venimos de un ambiente en el que tenemos dificultades para confiar en los demás, orar seguro nos va a resultar más difícil".

Para poder entender lo que dice de Blake, hay que hablar sobre la teoría del apego en la psicología: es la idea de que la relación que los seres humanos tienen con sus cuidadores tempranos define el tipo de relaciones que tienen en el futuro.

La teoría dice que si de niños tuvimos un cuidador presente y confiable, seguramente formaremos vínculos "seguros" de adulto, mientras que si tuvimos un cuidador inconsistente como Blake, nos será difícil desarrollar la confianza cuando crezcamos . La confianza, por supuesto, es fundamental para el desarrollo de la fe. Esto puede hacer que para algunos, generar una relación íntima con Dios sea muy difícil y que, si viven en un ambiente muy religioso, puedan sentirse culpables por no poder desarrollarla.

"Para mí", dice Blake, "orar se siente vacío, arriesgado, incierto". Blake se autodefine como una persona con apego ansioso y que sufrió mucho durante su carrera de pastor por sentir que había algo que no estaba haciendo bien cuando oraba.

"Y creo que a muchas personas en congregaciones religiosas les ocurre lo mismo y les hace sentir que están haciendo algo mal o que Dios está molesto con ellas", cuando oran y ven que no obtienen los mismos resultados que los demás a su alrededor.

Si bien tener una relación de apego inseguro a Dios podría ser nocivo, Blake dice que entender de dónde viene esa inseguridad puede ayudar. Además, los apegos se pueden modificar a través de la psicoterapia, algo que puede resultar beneficioso para la salud mental en general.

La creación


Algunos estudios muestran que la improvisación musical también disminuye la actividad en el lóbulo frontal del cerebro.

Newberg dijo que sus investigaciones revelan que hay otro tipo de momentos en los que las imágenes del cerebro, en las resonancias magnéticas, son increíblemente parecidas a las de la oración profunda.

"Ha habido estudios muy interesantes de músicos muy bien entrenados que, cuando empiezan a improvisar, frenan la actividad de sus lóbulos frontales, y es casi como si la música les llegara de la misma manera en la que ciertas personas sienten que les llega Dios", dijo el científico.

"La creatividad puede ser una práctica profundamente espiritual para muchas personas, sin importar que tengan una vida religiosa o no. Y creo que sí están relacionadas, porque el cerebro no tiene un área designada solo para la religión", agrega.

Newberg explica que los centros emocionales de nuestro cerebro se estimulan a través de experiencias trascendentales, ya sea hablar con Dios o escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven.

"Y claro, con las prácticas religiosas y espirituales está más que comprobado que funcionan, si consideramos la enorme cantidad de tiempo que los humanos llevamos usándolas y cómo persisten más allá de los cambios políticos o de tradiciones culturales".

(Fuente: BBC News)

lunes, 10 de junio de 2024

¿Cuáles son los últimos avances científicos para enfrentar tumores cerebrales?

Este mal se produce por un defecto genético en la multiplicación de las células que causa cuerpos extraños en nuestro principal órgano. Las novedades presentadas por expertos en ASCO, la reunión de oncólogos más grande del mundo.



Un tumor cerebral es una lesión que ocupa espacio en el cerebro, una masa que por cuestiones genéticas se forma allí. Los expertos indican que, en este caso, tumor no es igual a cáncer y que solamente se lo asocia a esta enfermedad si el mismo es maligno.

Actualmente, se diagnostican cada año 7,5 casos de tumores cerebrales primarios por cada 100.000 personas en todo el planeta. Esto representa el 2% de los casos de cáncer en adultos a nivel global.

En algunas ocasiones, estos tumores cerebrales son difíciles de diagnosticar, heterogéneos y agresivos. En estos últimos años hemos tenido un mayor y mejor conocimiento de este tipo de afección en el cerebro gracias la investigación.

"Un tumor cerebral es una masa o bulto de células anormales que se encuentra en el cerebro. Existen varios tipos de tumores cerebrales: algunos son benignos (no cancerosos) y otros malignos (cancerosos). Los tumores cerebrales pueden originarse en el propio cerebro (tumores cerebrales primarios) o pueden ser el resultado de la propagación de cánceres de otras partes del cuerpo al cerebro (tumores cerebrales secundarios o metastásicos). La rapidez del crecimiento de un tumor cerebral puede variar considerablemente. La tasa de crecimiento y la ubicación del tumor determinan cómo afectará el funcionamiento del sistema nervioso", explica el doctor Alejandro Andersson, médico neurólogo, director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA).

El experto indicó que las opciones de tratamiento dependen del tipo de tumor, así como de su tamaño y ubicación. "En adultos, los tumores cerebrales primarios, conocidos como gliomas, tienen una incidencia anual de 4 por cada 100.000 habitantes, predominando a partir de los 40 años. La incidencia anual de tumores del sistema nervioso central (SNC) en niños es de 2 a 5 por cada 100.000", precisó.

Según los últimos datos del Instituto Nacional del Cáncer en Argentina, en 2020 se detectaron más de 130.000 nuevos casos de cáncer en ambos sexos, de los cuales el 1.4% fueron tumores encefálicos y de la médula espinal.

Dentro de los tumores cerebrales, el 58% son malignos, el 35% son benignos y el 7% presentan un comportamiento incierto. La supervivencia a cinco años en menores de 35 años con un tumor cerebral maligno es del 60%. En cuanto a la distribución por sexos, el 56% de los casos afecta a mujeres y el 44% a hombres.


Nuevos tratamientos de los tumores cerebrales

"Respecto al tratamiento de los tumores cerebrales de forma general, uno podría decir que la elección del tratamiento más adecuado depende de varios factores, como ser que tipo de tumor tiene el paciente, la localización, tamaño y el estado general del paciente", afirmó el doctor Sergio Rodríguez Quiroga, médico neurólogo del Área de Parkinson y Trastornos del Movimiento en el Hospital José María Ramos Mejía de Buenos Aires.

Dentro las principales opciones de tratamiento el especialista destacó:

• La extirpacion quirúrgica del tumor.

• La radioterapia: empleo de radiaciones para eliminar las células afectadas

• La quimioterapia: empleo de medicamentos que destruyen las células cancerígenas.

"En muchos casos, es necesario combinar estas terapias para obtener mejores resultados. Además, es fundamental brindar apoyo psicológico a los pacientes y asesoramiento e información a sus familias. Recientemente, los avances en el tratamiento de los tumores cerebrales han ofrecido nuevas esperanzas tanto a pacientes como a médicos", precisó Rodríguez Quiroga.

Y agregó: "Entre las nuevas estrategias médicas más destacadas se encuentran las terapias dirigidas, que utilizan medicamentos diseñados para atacar específicamente las células tumorales, minimizando el daño a los tejidos sanos. Además, técnicas de inmunoterapia han demostrado ser prometedoras, ya que estimulan el sistema inmunológico del paciente para que reconozca y destruya las células cancerosas. Estas innovaciones, junto con tecnologías emergentes como la inteligencia artificial y la realidad aumentada, están mejorando la planificación y precisión de las intervenciones quirúrgicas, proporcionando un enfoque más completo y efectivo para el tratamiento".

El experto, que también integra el equipo de Neurogenética en el Hospital Ramos Mejía, sostuvo que "en el ámbito de la genética, los avances recientes han sido fundamentales para comprender mejor la biología de los tumores cerebrales y desarrollar tratamientos más precisos y personalizados. Se ha identificado que la presencia de determinadas variaciones genéticas, condicionan subgrupos específicos de pacientes portadores de un mismo tipo de tumor cerebral".

Y concluyó: "La identificación de variaciones genéticas específicas permite a los investigadores desarrollar terapias que atacan las alteraciones presentes en las células tumorales y por otro lado permite a los médicos de incorporar actualmente estos estudios para poder realizar diagnósticos más precisos, mejorar la predicción del pronóstico y elegir tratamientos más efectivos para cada paciente".

Avances destacados y últimas investigaciones

Las investigaciones sobre metástasis cerebrales y glioblastoma fueron de los avances más destacados presentados en el Congreso Mundial de Oncología Clínica, que concluyó hace días en la ciudad de Chicago, Estados Unidos.

En la reunión anual organizada por la American Society of Clinical Oncology (ASCO), se presentaron los últimos resultados de una serie de estudios clínicos sobre metástasis cerebrales dirigidos por médicos investigadores del Miami Cancer Institute.

"No podríamos estar más entusiasmados con la investigación sobre tumores cerebrales dirigida por investigadores de Miami Cancer Institute", afirmó el doctor Manmeet Ahluwalia, jefe de oncología médica, y director adjunto de Miami Cancer Institute.

"Nos entusiasma presentar nuestros hallazgos, porque muchos de ellos son estudios históricos que están transformando la atención, prolongando y mejorando la calidad de vida", dijo el titular de la Cátedra de Investigación Oncológica patrocinada por la Fundación de la Familia Fernández.

Entre las presentaciones se encuentran:

• Resultados de METIS (EF-25), un estudio internacional multicéntrico, aleatorizado, de fase III, para evaluar la eficacia y la seguridad del tratamiento de tumores con campos eléctricos (TTFields) en pacientes de cáncer pulmonar no microcítico (CPNM) con metástasis cerebrales, del Dr. Minesh Mehta.

• Estudio multicéntrico de fase I de tucatinib, trastuzumab y capecitabina con radiocirugía estereotáctica en pacientes con metástasis cerebrales de cáncer de seno HER-2 positivo (TUTOR), del Dr. Manmeet Ahluwalia.

• Estudio de fases I/II para evaluar la seguridad y las pruebas preliminares del efecto terapéutico del azeliragón combinado con radioterapia estereotáctica en pacientes con metástasis cerebrales, del Dr. Rupesh Kotecha.

• Análisis comparativo de la supervivencia de pacientes con cáncer de seno metastásico HER-2 bajo y HER2 positivo, con o sin metástasis cerebrales, tratadas con trastuzumab deruxtecán, del Dr. Vivek Podder.

"El impacto de nuestro trabajo es amplio, en el sentido de que abarca temas como el uso de novedosas terapias independientes del tejido de origen y regímenes combinatorios con nuevos medicamentos y radiocirugía estereotáctica", declaró el doctor Ahluwalia.

"Al mismo tiempo, puso de relieve la colaboración de nuestros médicos con expertos de todo el mundo y la convergencia de tipos de cáncer que se benefician de la investigación y los resultados compartidos", agregó.

En el ámbito del glioblastoma, las presentaciones del Instituto en ASCO comprenden:

• Estudio multicéntrico, de fase 2b, aleatorizado y comparado, de la vacuna anti-survivina SurVaxM más temozolomida adyuvante para el glioblastoma de diagnóstico reciente, del Dr. Manmeet Ahluwalia.

• Estudio prospectivo y multicéntrico de ultrasonido focalizado de baja intensidad (LIFU) para la interrupción de la barrera hematoencefálica para la biopsia líquida en el glioblastoma, del Dr. Manmeet Ahluwalia.

• Estudio de fase 2 aleatorizado y comparado de nivolumab más dosis estándar o dosis baja de bevacizumab para el glioblastoma recurrente, del Dr. Manmeet Ahluwalia.

• Se presentaron resultados actualizados de un ensayo de fase 0/II de niraparib en pacientes con glioblastoma no metilado con MGMT recién diagnosticado (resumen de ASCO nº 2002), un estudio colaborativo patrocinado por el Ivy Brain Tumor Center. El tratamiento con niraparib logró una media de supervivencia global de 20,3 meses, frente a un control histórico de 12,7 meses. El perfil de seguridad fue consistente con lo que se informó anteriormente en este estudio. Sobre la base de estos resultados, se ha acelerado un ensayo clínico de fase III de niraparib versus tratamiento estándar.

Otras presentaciones en ASCO dirigidas por médicos investigadores de Miami Cancer Institute y otros expertos incluyen sesiones sobre cáncer de seno, de pulmón, de vejiga y cánceres de cabeza y cuello relacionados con el VPH.

(Fuente: Infobae / Wikipedia)

miércoles, 29 de mayo de 2024

Estimulan el cerebro con electrodos para tratar la depresión y el TOC

La estimulación eléctrica por interferencia temporal transcraneal se dirige específicamente a regiones profundas del cerebro que son los centros de control de varias funciones cognitivas importantes y están involucradas en diferentes patologías neurológicas y psiquiátricas.


La estimulación cerebral profunda es una técnica innovadora que se está empleando en el tratamiento de enfermedades como el párkinson. Sin embargo, los científicos creen que su uso también aportaría beneficios para el tratamiento de algunos trastornos neurológicos, como la adicción, la depresión y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), patologías que afectan a millones de personas en todo el mundo.

La estimulación cerebral no invasiva es una nueva esperanza para comprender y tratar una gran variedad de afecciones neurológicas y psiquiátricas sin intervención quirúrgica ni implantes, aseguran Friedhelm Hummel y Pierre Vassiliadis, de la Facultad de Ciencias de la Vida de la EPFL (Suiza) pioneros en un nuevo enfoque en este campo, abriendo fronteras en el tratamiento de afecciones como la adicción y la depresión.

Su investigación, aprovechando la estimulación eléctrica por interferencia temporal transcraneal (tTIS), se dirige específicamente a regiones profundas del cerebro que son los centros de control de varias funciones cognitivas importantes y están involucradas en diferentes patologías neurológicas y psiquiátricas.

La investigación destaca el enfoque interdisciplinario que integra medicina, neurociencia, computación e ingeniería para mejorar nuestra comprensión del cerebro y desarrollar terapias que potencialmente cambian la vida.

Los trastornos neurológicos se caracterizan por ser patologías complejas que involucran múltiples regiones y circuitos cerebrales. Son notoriamente difíciles de tratar debido a la naturaleza intrincada y poco comprendida de las funciones cerebrales y al desafío de administrar terapias a las estructuras cerebrales profundas sin procedimientos invasivos.

"La estimulación cerebral profunda invasiva ya se ha aplicado con éxito a los centros de control neuronal profundamente arraigados para frenar la adicción y tratar el párkinson, el TOC o la depresión" -afirma Hummel-. "La diferencia clave con nuestro enfoque es que no es invasivo, lo que significa que utilizamos estimulación eléctrica de bajo nivel en el cuero cabelludo para apuntar a estas regiones".

Dos pares de electrodos

Vassiliadis, autor principal del artículo, describe este nuevo tipo de estimulación como el uso de dos pares de electrodos conectados al cuero cabelludo para aplicar campos eléctricos débiles dentro del cerebro. "Hasta ahora, no podíamos apuntar específicamente a estas regiones con técnicas no invasivas, ya que los campos eléctricos de bajo nivel estimularían todas las regiones entre el cráneo y las zonas más profundas, lo que haría que cualquier tratamiento fuera ineficaz. Este enfoque nos permite seleccionar estimulan regiones cerebrales profundas que son importantes en los trastornos neuropsiquiátricos", explica.

La técnica innovadora se basa en el concepto de interferencia temporal, explorado inicialmente en modelos de roedores y ahora traducido con éxito a aplicaciones humanas por el equipo de EPFL. En este experimento, un par de electrodos se ajusta a una frecuencia de 2000 Hz, mientras que el otro se ajusta a 2080 Hz. Gracias a modelos computacionales detallados de la estructura cerebral, los electrodos se colocan específicamente en el cuero cabelludo para garantizar que sus señales se crucen en la región objetivo

El foco de esta última investigación es el cuerpo estriado humano, un actor clave en los mecanismos de recompensa y refuerzo.

Es en este momento cuando se produce la magia de la interferencia: la ligera disparidad de frecuencia de 80 Hz entre las dos corrientes se convierte en la frecuencia de estimulación efectiva dentro de la zona objetivo. La brillantez de este método reside en su selectividad; las frecuencias de base altas (p. ej., 2000 Hz) no estimulan la actividad neuronal directamente, lo que deja el tejido cerebral interpuesto no afectado y centra el efecto únicamente en la región objetivo.

El foco de esta última investigación es el cuerpo estriado humano, un actor clave en los mecanismos de recompensa y refuerzo. "Estamos examinando cómo el aprendizaje por refuerzo, esencialmente cómo aprendemos a través de recompensas, puede verse influenciado al apuntar a frecuencias cerebrales específicas", destaca Vassiliadis.

Al aplicar estimulación del cuerpo estriado a 80 Hz, el equipo descubrió que podían alterar su funcionamiento normal, afectando directamente al proceso de aprendizaje.

El potencial terapéutico de su trabajo es inmenso, particularmente para condiciones como la adicción, la apatía y la depresión, donde los mecanismos de recompensa juegan un papel crucial. "En las adicciones, por ejemplo, las personas tienden a exagerar las recompensas. Nuestro método podría ayudar a reducir este énfasis patológico excesivo", señala Vassiliadis, que también es investigador en el Instituto de Neurociencia de la Universidad Católica de Lovaina.

Además, el equipo está explorando cómo diferentes patrones de estimulación pueden no sólo alterar sino también mejorar potencialmente las funciones cerebrales. "Este primer paso fue probar la hipótesis de que 80 Hz afectan el cuerpo estriado, y lo logramos interrumpiendo su funcionamiento. Nuestra investigación también es prometedora en la mejora del comportamiento motor y el aumento de la actividad del cuerpo estriado, particularmente en adultos mayores con capacidades de aprendizaje reducidas", añade Vassiliadis.

(Fuente: ABC Salud)