martes, 19 de agosto de 2025

Cuando la recompensa engaña al cerebro: así decidimos a qué prestar atención y qué ignorar

Un nuevo estudio revela que nuestro cerebro no procesa de la misma manera la promesa de una recompensa según dónde y cómo se presente. A veces refuerza la atención visual, otras sólo ajusta la estrategia de respuesta sin implicar atención real.

(Foto: Sora / Edgary Rodríguez).

En la vida diaria, perseguimos recompensas: una sonrisa, un logro laboral, una porción de pastel. Pero, ¿cómo transforma el cerebro esa expectativa en acciones concretas? ¿Presta más atención a ciertos estímulos o simplemente cambia la forma de decidir? Investigadores del Indian Institute of Science han descubierto que la respuesta no es única. Según cómo se estructure la recompensa, el cerebro activa mecanismos totalmente distintos.

El trabajo, publicado recientemente en PLOS Biology, distingue por primera vez dos rutas separadas: una que mejora la percepción sensorial y otra que ajusta el sesgo de decisión. Ambas están ligadas a la expectativa de recompensa, pero sólo involucra la maquinaria neuronal clásica de la atención.

Los hallazgos no sólo amplían la comprensión de la atención humana, sino que también cuestionan ideas previas sobre cómo se mide y se interpreta el papel de la recompensa en tareas cognitivas.

Dos caras de la recompensa

El experimento planteó dos escenarios distintos para 24 voluntarios. En el primero, la recompensa variaba según la ubicación de un estímulo visual, lo que los científicos llamaron expectativa específica de espacio. En el segundo, la recompensa dependía del tipo de respuesta correcta, la llamada expectativa específica de elección.

En el caso espacial, cuando una ubicación prometía más puntos o evitaba más penalizaciones, los participantes afinaban su percepción allí. La sensibilidad visual (d) aumentaba, y eso les permitía detectar cambios con mayor precisión.

En el escenario por elección, lo que cambiaba era el criterio de respuesta (c). Los voluntarios tendían a decir “sí” o “no” con más facilidad según cuál fuera la opción más rentable en ese momento. No veían mejor el estímulo, simplemente apostaban por la respuesta que más convenía.

(Foto: iStock).

Cómo midieron el cerebro en acción

Para entender qué ocurría detrás de estos cambios, el equipo registró la actividad cerebral con electroencefalografía (EEG) mientras los voluntarios realizaban tareas de detección de cambios en patrones visuales.

En la condición espacial, aparecieron señales neuronales típicas de la atención: un aumento en componentes eléctricos como el N2pc y el P300, que indican que el cerebro dedica más recursos a procesar un estímulo en una posición concreta. También se observó una supresión de la actividad alfa en el hemisferio opuesto al estímulo relevante, un patrón asociado con la concentración visual.

En cambio, en la condición de elección, estas huellas de atención espacial estaban ausentes. Lo que sí emergió fue un cambio en la actividad alfa antes de que apareciera el estímulo, lo que sugiere un ajuste en la predisposición a responder, no en la calidad de la percepción.

Supresión de ondas alfa en el hemisferio opuesto al estímulo cuando la recompensa varía por ubicación, un marcador clásico de atención visual (Foto: PLOS Biology).

Lo que hacen los ojos y las manos

La atención no sólo se ve en el cerebro: también se nota en cómo se mueven los ojos y en la velocidad de respuesta. En la condición espacial, los participantes hicieron más microsacadas -pequeños movimientos involuntarios de los ojos- hacia la zona más recompensada. Además, respondieron más rápido cuando el cambio estaba allí.

En la condición de elección, estos indicadores motores de atención espacial no aparecieron. Sin embargo, sí se registró que las respuestas más rentables se daban con mayor rapidez, lo que refuerza la idea de que el cambio se producía en la estrategia decisional y no en la focalización de la atención.

Este contraste motor refuerza la conclusión central: no todas las estrategias que mejoran el rendimiento se basan en prestar más atención al estímulo, algunas consisten simplemente en elegir más rápido la respuesta más conveniente.

(Foto: iStock).

Un recurso limitado que se reparte

Un hallazgo clave fue que, en la condición espacial, la atención se comportó como un recurso limitado. Cuando aumentaba en un lado del campo visual, disminuía en el otro. Este equilibrio no se dio en la condición de elección, lo que confirma que los ajustes de criterio no forman parte de la atención espacial.

Este patrón competitivo se reflejó tanto en las medidas de sensibilidad visual como en las señales cerebrales y los movimientos oculares. Todos estos datos se coordinaban, prediciendo cuándo y dónde el cerebro iba a rendir mejor.

En otras palabras, la atención visual es como una manta corta: si se tira hacia un lado, se descubre el otro. Y sólo la expectativa de recompensa en un lugar concreto parece estirar esa manta hacia ese punto.

Qué nos dice esto sobre la vida diaria

Este estudio ayuda a entender por qué, a veces, no prestamos más atención a lo que más nos conviene. Por ejemplo, si en una conversación ya hemos decidido a quién vamos a dar la razón, quizá escuchemos menos lo que dice la otra persona, aunque sea importante. En ese caso, ajustamos nuestra “respuesta” pero no estamos realmente más atentos.

En cambio, cuando buscamos algo que sabemos que nos dará un beneficio directo -como encontrar la salida en un aeropuerto o ubicar un objeto en una foto-, nuestro cerebro sí activa todo el arsenal de recursos atencionales para procesar mejor la información visual.

La investigación sugiere que diseñar entornos o tareas que activen la atención espacial real podría ser más eficaz que sólo influir en las decisiones, al menos cuando se busca mejorar la percepción y no sólo la rapidez de respuesta.

Próximos pasos y aplicaciones

Los autores proponen que futuros trabajos distingan con más precisión qué tipos de sesgo de decisión implican atención espacial y cuáles no. Esto podría ser útil en campos como la educación, el entrenamiento deportivo o incluso el diseño de interfaces para que la información clave reciba más atención real.

En neurociencia clínica, esta distinción podría ayudar a identificar problemas de atención en pacientes con trastornos neurológicos y a diseñar terapias que no se limiten a modificar respuestas, sino que realmente mejoren la capacidad de concentrarse.

En definitiva, el estudio demuestra que la promesa de una recompensa no siempre activa los mismos circuitos del cerebro. A veces afina nuestros sentidos y otras sólo nos lleva a “jugar” con nuestras decisiones. Saber cuándo ocurre cada cosa puede ser clave para entrenar, mejorar y proteger nuestra atención.

(Fuente: muyinteresante.com)