jueves, 31 de julio de 2025

Beatriz Sarlo, una intelectual rigurosa y polémica

Profesora universitaria que enseñó a leer literatura a varias generaciones de escritores y críticos, ensayista y creadora de una emblemática revista como Punto de vista (1978-2008), reconoció en varias oportunidades que la empresa de su vida "fue entender el peronismo", aunque tal vez no lo haya logrado. 

Sarlo estaba internada desde hacía varios días a causa de un accidente cerebrovascular.. Imagen: EFE

En tiempos sombríos, la despedida a Beatriz Sarlo, profesora universitaria que enseñó a leer literatura a varias generaciones de escritores y críticos desde su cátedra de Literatura Argentina del Siglo XX, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, ensayista y creadora de una emblemática revista como Punto de vista (1978-2008), se vive como el final de un tipo de intervención crítica que enlazaba lucidez, polémica, disenso y rigor. Murió el 17 de diciembre de 2024 por la madrugada a los 82 años, estaba internada desde hace varios días a causa de un accidente cerebrovascular. La muerte de su pareja, el cineasta Rafael Filippelli en marzo del 2023, había sido un duro golpe para el ánimo y la salud de la autora de Una modernidad periférica y Escenas de la vida posmoderna.

El intento de entender al peronismo

Debatir y disentir respetuosamente, sin insultar y descalificar, es una práctica en la que amplios sectores de la política y la cultura, a un lado y otro de la grieta, están flojos de papeles. El “vieja gorila” con que más de una vez se ha buscado desacreditarla describe más a quien lo pronuncia que a Sarlo, una intelectual con mucho más espesura, erudición y complejidad en el acuerdo o en el disenso, que ha confesado: “la empresa de mi vida fue entender el peronismo”. Fue en 2011, cuando publicó La audacia y el cálculo : Kirchner 2003-2010. Tal vez no lo haya logrado su objetivo. Empresa difícil, por cierto, comprender al peronismo. La tensión que atraviesa la política argentina con mayor o menor intensidad desde 1946 hasta el presente estaba en la propia familia de la escritora, que nació en Buenos Aires, el 29 de marzo de 1942. El padre, el juez Saúl Sarlo Sabajanes, que ella misma reconocía que era “un provocador profesional”, la llevaba de noche a arrancar carteles peronistas en la calle. Su familia era antiperonista por vía materna también (eran maestras), pero hubo un tío que integraba Forja (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), en la que militaban Arturo Jauretche y Homero Manzi, que logró adoctrinar a la niña que había cantado en la puerta de su casa la “Marcha de la libertad”, de la autoproclamada “Revolución Libertadora”.

Gracias a ese tío que no era “gorila”, rumbeó hacia el peronismo antiimperialista revolucionario. Entonces leía al propio Jauretche, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós y Jorge Abelardo Ramos, entre otros. Hubo un viaje que impactó en su imaginario político y la convirtió en una marxista guevarista, como sucedió con muchos jóvenes en los años '60. Un poco más de una década después del viaje iniciático del Che y Alberto Granado, Sarlo transitó por la selva amazónica peruana, el sur de Ecuador, las minas bolivianas y el norte argentino; experiencia que relató en el libro Viajes. De la Amazonia a Malvinas (2014). Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y su tesis de grado fue sobre Juan María Gutiérrez.

Si es cierto que existen pocos momentos que tienen el poder de encaminar la vida, Sarlo estaba convencida de que su momento decisivo fue cuando en 1965, por casualidad, leyó un cartel que solicitaba “estudiante para trabajar en Eudeba”. La editorial universitaria vendía libros en sus propios kioscos callejeros, en paquetes de cuatro ejemplares, muy baratos, ilustrados, que compraban no solo los universitarios. El gerente de Eudeba, Boris Spivacow, un hombre de izquierda, judío, hijo de inmigrantes pobres y popular profesor de la Facultad de Ciencias Exactas, entrevistó a la joven y le dio el que sería su primer trabajo editorial. Después del golpe de Onganía de 1966, Spivacow, como muchos profesores, renunció a sus clases en la universidad y fundó el Centro Editor de América Latina (CEAL), donde también trabajó Sarlo.

Militancia y clandestinidad

En su búsqueda política se acercó al peronismo a través de la CGT de los Argentinos en el '68, pero finalmente ingresó al Partido Comunista Revolucionario. En los años '70 integró el consejo de dirección de la revista Los libros, que había sido fundada por Héctor Schmucler en 1969, y que fue clausurada después del golpe militar de 1976. La imagen de Folon, que ilustró la portada del primer número de la revista Punto de vista, abría las compuertas del lenguaje en una época en la que se imponía sistemáticamente la clausura y la destrucción del sentido. En el fondo de un cubo negro, una suerte de túnel oscurísimo, aparecía la cabeza de un hombrecito que pugnaba por salir adelante. Era marzo de 1978 cuando ese ejemplar apareció en los quioscos de Buenos Aires. Sarlo, su pareja de entonces, el ensayista Carlos Altamirano, y Ricardo Piglia estaban en el fondo del pozo y eran buscados por su militancia política en Vanguardia Comunista, un partido marxista leninista con el que mantuvieron una relación de discusión política muy intensa, y que fue el que aportó el dinero para financiar la publicación. 

La revista se manifestó para ellos, y luego también para los que se incorporaron poco después, María Teresa Gramuglio y Hugo Vezetti, como una forma de supervivencia intelectual. “Nosotros la necesitábamos más que los supuestos lectores potenciales”, confirmaba la escritora. “Yo me considero una persona de izquierda, pero no comparto la nostalgia de los ‘70 -aclaraba al recordar la gestación de la revista-. No podíamos ir a ninguna parte, estábamos viviendo en una pieza de cuatro por cuatro, más o menos en condiciones de clandestinidad. Teníamos tiempo y disposición intelectual para volver a mirar todo. Veníamos de una militancia muy activa y una vez que esa militancia terminó, algo había que hacer. Decidimos revisar la conciencia filosófica anterior, como diría Marx”.

El valor Saer

Punto de vista estuvo al borde de fracasar. Sin el dinero de Vanguardia Comunista no hubieran podido sacar el tercer y cuarto número porque de los primeros dos números no se habían vendido ni cien ejemplares. Con esa lucidez implacable, tan demoledora para los demás como para ella misma, decía que la revista no era minoritaria, era “invisible”, y que fue esa invisibilidad lo que les permitió paradójicamente subsistir. Desde las páginas de Punto de vista se introdujo la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu y el materialismo cultural de Raymond Williams, a quien la revista entrevistó en 1979. Durante la guerra de Malvinas, la revista condenó de manera explícita la aventura bélica de la dictadura cívico militar. Como si esto no fuera suficiente para estar en la historia, propuso otras lecturas del canon literario argentino, con nuevas interpretaciones de Domingo Faustino Sarmiento y Jorge Luis Borges. También revisó el lugar de la revista Sur y leyó tempranamente la obra de Juan José Saer, como también la narrativa de Sergio Chejfec o la obra del poeta Daniel García Helder.

Sarlo conoció a Saer en marzo o abril de 1979 en París. “Juani” –como lo llamaban cariñosamente al escritor– le regaló una traducción de Walter Benjamin al francés, libro que perdió, y el último ejemplar que tenía de la primera edición de El arte de narrar, publicada en 1977. Preservaba ese valioso ejemplar, que estaba dedicado a otro destinatario cuyo nombre el autor de Glosa tachó con tanto esmero que nunca pudo descubrir quién era el tachado o tachada. La felicidad y el asombro que le provocaba la literatura del autor de Responso, Cicatrices y El limonero real –por mencionar apenas un puñado de novelas “iniciáticas”– se despliegan en las páginas de un librazo de principio a fin: Zona Saer (2016). A Sarlo, lectora omnívora de narrativa, poesía, teoría literaria y filosofía y polemista de alto vuelo, le sentaba bien la controversia en el terreno de la escritura. Sus interpretaciones expanden más aún “el valor Saer” que Fogwill le atribuyó a Punto de vista, revista que Sarlo dirigió durante treinta años. “La relación que Borges entabló con Hernández es la que Saer tiene con Borges –plantea la escritora y crítica literaria en uno de los capítulos del libro–. No se puede matar a un gran predecesor, ni es posible escribir simplemente instalándose en su territorio. José Hernández ordena una línea de cultura del siglo anterior a Borges. Martínez Estrada, un contemporáneo de Borges, cree lo mismo y escribe sobre el Martín Fierro el ensayo más extenso, más intensamente crítico y más lúcido del siglo XX. Borges supo bien que, con Hernández, no se arreglaban fácilmente las cuentas. Por eso, lo citó y lo magnificó”.

Cómo leer la literatura argentina

Pensar a Sarlo implica animarse a la incomodidad, a salir de esa zona de confort que levanta el pulgar o lo baja automáticamente, que pontifica a izquierda o a derecha, y se queda chapuceando desde el sentido común y sin profundidad. Fue hija de la educación pública y docente universitaria que ingresó a la Facultad con el regreso de la democracia. Muchos que pasaron por sus clases la recuerdan como una docente que dejó una marca fundamental porque pronto devino una especie de directora de orquesta que organizó cómo leer la literatura argentina y la cultura en un sentido más amplio, especialmente a través de la nueva izquierda inglesa con Raymond Williams a la cabeza, o el marxismo estadounidense del crítico y teórico literario Fredric Jameson. La literatura fue como una ventana a través de la cual podía mirar la centralidad de las ciudades y la modernidad para ampliar el campo intelectual hacia otras zonas. Fue profesora, y dio clases y seminarios en las universidades de Columbia, Berkeley, Maryland, Minnesota y Cambridge.

Pensarla implica volver sobre su legado, una obra en la que hay que destacar también sus primeros libros, escritos en coautoría con Altamirano, Literatura y sociedad (1982) y Ensayos argentinos: de Sarmiento a la vanguardia (1983). Después se suman los textos propios, El imperio de los sentimientos: narraciones de circulación periódica en la Argentina, 1917-1927, un estudio sobre los folletines y la literatura sentimental; Una modernidad periférica (1988), La imaginación técnica: sueños modernos de la cultura argentina (1992), Borges, un escritor en las orillas (1993), su best seller Escenas de la vida posmoderna: Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina (1994), Instantáneas: Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo (1996), La máquina cultural (1998), Tiempo presente (2001), La pasión y la excepción (2003), Tiempo pasado (2005), Escritos sobre literatura argentina (2007), La ciudad vista (2009), La audacia y el cálculo (2011), Ficciones argentinas (2012) y La intimidad pública (2018) y Ficciones argentinas: 33 ensayos (2021), que reúne sus reseñas de libros de escritoras y escritores argentinos que publicó en los distintos medios donde escribió: el diario Clarín, La Nación y Perfil y la revista Noticias. Recibió la beca Guggenheim, el Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes, el diploma al mérito Konex, la Orden del Mérito Cultural de la República de Brasil y la Pluma de Oro de la Academia Argentina de Periodismo.

Ahí donde se la quiere encorsetar, “la Sarlo”, como algunos la llamaban, se escapaba, como si siempre quisiera subrayar una especie de autonomía que la volvía paradójicamente muy ética y polémica al mismo tiempo. Siempre apoyó el aborto. El debate por el lenguaje inclusivo le parecía “arcaico” y le preocupaba más que los adolescentes no pudieran comprender textos complejos. Por Ediciones Godot publicó el libro que condensa la polémica con Santiago Kalinowski (lingüista y lexicógrafo a favor del lenguaje inclusivo), La lengua en disputa. En marzo del 2021 había denunciado que desde el gobierno de la provincia de Buenos Aires le habían ofrecido vacunarse “por debajo de la mesa”. Sarlo se disculpó con el gobernador Axel Kicillof -aunque el daño ya estaba hecho- después de que Soledad Quereilhac, compañera del gobernador y madre de sus hijos, explicó que no hubo “por debajo de la mesa”, que estaban buscando figuras públicas que quisieran vacunarse para generar confianza sobre la eficacia de la Sputnik. Tempranamente, en mayo de 2022, cuestionó a Milei, entonces diputado. “Milei es lo más peligroso que hay, es un populista de derecha”, lo definió. “Milei sintoniza con el hartazgo, lo cual es algo pésimo. Eso sucedió en general con los fascismos”, agregó hace más de dos años, antes que nadie imaginara que ganaría las elecciones presidenciales. “También están los distraídos de las capas medias que dicen: ‘Mirá qué bien Milei, este viene a poner orden’. Esos después son las primeras víctimas”, vaticinó.

La Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), de la que Sarlo era socia honoraria, la despidió con un comunicado en el que pone de relieve la complejidad de pensar a Sarlo. “En un país donde mayormente los pocos intelectuales que se autoperciben intelectuales se han atrincherado en los últimos años de un lado o del otro de una grieta solamente para tirarse bombas, Beatriz siempre estuvo en el lugar fértil de la batalla, que es el lugar en el que se discuten las ideas, que es el lugar incómodo en el que uno tiene que llegar a una conclusión y decir estoy de acuerdo con vos, no estoy de acuerdo con vos, esta es mi idea, discutamos las ideas. Beatriz valiente, Beatriz incondicional con el pensamiento, con las ideas, con el mundo de las ideas. Luego las bajamos, las ejecutamos y vivimos en un país, pero primero hay que pensarlo. Pensemos como pensaba Beatriz. Discutamos lo que pasa. No seamos pasivos sino reflexivos. Cuestionemos las creencias de los demás y las propias”. 

(Fuente: Página 12)

miércoles, 30 de julio de 2025

Agenda Cultural: el Palacio Libertad (ex Centro Cultural Kirchner) renueva, como cada semana, sus propuestas multidisciplinarias para disfrutar en familia

 Mucha música, ballet, una muestra de arte y hasta un mural colaborativo infantil forman parte de la renovada oferta del centro cultural más importante de Latinoamérica, ubicado en Sarmiento 151 (CABA), siempre con entrada libre y gratuita.

• Repatriados, segunda edición: gala de ballet

Repatriados, proyecto que reúne a bailarines argentinos que nos representan en las mejores compañías del mundo, vuelve al Palacio Libertad tras el gran suceso de 2024. Con dirección de Patricio Di Stabile, el programa en el Auditorio Nacional incluye fragmentos de obras clásicas y variaciones coreográficas neoclásicas y contemporáneas, además de creaciones exclusivas para el evento. También se ofrecerán seis clases magistrales y gratuitas en La Cúpula -con inscripción previa vía web- para estudiantes de danza clásica y contemporánea de diversas instituciones.

Domingo 3 de agosto, 16:00 y 20:00 - Auditorio Nacional.

Se accede a la programación completa y a la inscripción para las clases haciendo click aquí.

• La magia de todas las cosas, de Mariana "Cumbi" Bustinza


En este espectáculo teatral y musical para toda la familia, Belu es una chica que sueña con tocar la guitarra y para eso emprende un viaje lleno de aventuras y desafíos: dejar su casa, un viaje al campo, amigos nuevos, los villanos de un sello discográfico, un amor...

Del miércoles 30 de julio al domingo 3 de agosto, 17:00 - Sala Argentina.

• Juguemos en el reino del revés


Desde el corazón de una nuez, en el Reino del Revés, los personajes de María Elena Walsh te esperan para jugar: la Vaca Estudiosa y Don Colador toman el té, la Nena Menor te lleva a recorrer el Bazar de Osías y Don Memoria olvida hasta su nombre.

Miércoles a domingos, 15:00 a 19:00 - Sala 504.

• Un delfín que toca el violín, de Vanessa Alanís y Canta y no llores


Un concierto interactivo que recorre la obra de María Elena Walsh, a la vez que dialoga con la obra del compositor mexicano Cri-Cri. En un espectáculo repleto de magia, la música se mezcla con cuentos, poemas y juegos, invitando a participar y disfrutar en familia. Edad sugerida: a partir de 4 años.

Desde el miércoles 30 de julio al viernes 1 de agosto, 15:00, 16:30 y 18:30 - Sala 303.

• Cine en vacaciones: animación nacional


Una programación especial de animación orientada al público infantil. Se proyectarán los largometrajes Robotia (Diego Cagide y Diego Lucero, 2024) y Gigantes (Gonzalo Gutiérrez, 2024), además de una serie de cortos del Festival Internacional de Animación de Córdoba.

Viernes 1 y sábado 2 de agosto - Sexto piso. Salas Antin y Bemberg.

La programación se puede ver haciendo click aquí.

• Cantando al sol, por Laura Migliorisi


En este viaje sonoro, las canciones de Laura Migliorisi se entrelazan con la poesía y las melodías entrañables de María Elena Walsh. El espectáculo invita a jugar con la música, reencontrarse con la infancia y dejarse llevar por la emoción de lo simple y lo bello.

Sábado 2 y domingo 3 de agosto, 15:00, 16:30 y 18:30 - Sala 303.

• Excursiones artísticas, por Arte Andarín


Leticia Paolantonio, de Arte Andarín, invita a una excursión artística por la exhibición La fábula de la razón y otras realidades posibles. El recorrido por la exposición ubicada en las salas del cuarto piso busca dar a conocer obras curiosas, abrir preguntas y reflexiones a través del juego y la creación.

Sábado 2 y domingo 3 de agosto, 16:00 y 18:00 - Punto de encuentro: tercer piso. Espacio entre ascensores panorámicos.

• Mi casa, tus colores: mural colaborativo con el Proyecto Colectivo Etra


En el espacio entre ascensores panorámicos del séptimo piso, los más chicos están invitados a realizar un mural colaborativo en el que los ambientes de una casa se llenarán de color con cada visita. Edad sugerida: a partir de 3 años.

Viernes a domingos, 15:00 a 19:00 - Punto de encuentro: séptimo piso. Espacio entre ascensores panorámicos.

• Cine japonés: dos películas en 16 mm


El ciclo realizado junto a la Embajada de Japón en Argentina proyecta dos largometrajes en formato fílmico de 16 mm: Primer amor (2000), drama romántico de Tetsuo Shinohara, y la multipremiada comedia Sumo sí, sumo no (1992), de Masayuki Suo.

Domingo 3 de agosto, 15:00 y 17:30 - Sala Manuel Antin.

Los horarios de las proyecciones pueden verse haciendo click aquí.

(Fuente: prensa Palacio Libertad)

Cronopios y mancuspias: lo que las pseudopalabras revelan sobre nuestro cerebro

Todos alguna vez hemos leído o escuchado una palabra que no existe... pero que parecía de verdad. En una de sus obras más conocidas, Historia de cronopios y de famas, Julio Cortázar definió a los cronopios como "criaturas verdes y húmedas, desordenadas y soñadoras".

Ilustración para la portada de "Historias de cronopios y de famas", de Julio Cortázar (Foto: Alfaguara).

Lo mismo hizo con las mancuspias, "animales convexos, de respiración cutánea y hábitos sedentarios". A pesar de que nunca hemos visto un cronopio o una mancuspia, con apenas unos detalles somos capaces de imaginarlas, darles forma o textura e, incluso, de atribuirles personalidad. Estas cadenas de letras inventadas empiezan a cobrar sentido sin necesidad de que nadie nos las explique.

No es un fenómeno exclusivo de la literatura. Lo que ocurre cuando los escritores acuñan términos como mancuspia, cronopio o ambonio es un ejemplo de lo que sucede cuando nos enfrentamos a lo que en el ámbito científico denominamos pseudopalabras: secuencias de letras inventadas que siguen las reglas ortográficas y fonológicas de un idioma, pero que carecen de significado.

Leer palabras que no existen, pero casi

El cerebro humano es especialmente hábil para detectar regularidades y patrones cuando leemos. Por eso, cuando nos encontramos con pseudopalabras que se parecen mucho a una palabra real -como cholocate en lugar de chocolate- es más fácil equivocarnos y leerlas como si fueran palabras de verdad.

En cambio, si vemos una pseudopalabra menos parecida a una palabra, como choconate, nos parece más evidente que algo no encaja. De hecho, al leerlas, se ponen en funcionamiento las mismas áreas que se activan cuando leemos una palabra real. Regiones como el giro frontal inferior y el giro temporal superior -dos zonas relacionadas con el reconocimiento léxico y fonológico- empiezan a trabajar para buscar significados donde no los hay. 

Julio Cortázar (Foto: Sara Facio).

¿Abidas o Adidas? Así nos engañan las letras

El uso de este tipo de estímulos nos ha proporcionado información muy interesante sobre cómo procesamos el lenguaje. Gracias a las pseudopalabras, conocemos la importancia que tiene identificar correctamente las letras durante la lectura. Tenderemos a confundir con una palabra real aquellas en las que una de sus letras es reemplazada por otra visualmente parecida. Este fenómeno ha sido ampliamente explotado por los falsificadores de distintos productos. A las personas nos cuesta darnos cuenta de que unas zapatillas con el logotipo "Abidas", no han sido fabricadas por la conocida marca de ropa deportiva Adidas.

Por otra parte, el denominado efecto de transposición de letras nos ha mostrado que cuando leemos necesitamos codificar la posición de las letras de las palabras para su adecuada comprensión. Este efecto consiste en la tendencia a identificar como palabras aquellas pseudopalabras formadas a partir del intercambio de la posición de dos letras de una palabra real. Por ejemplo, confundiremos con relativa facilidad la pseudopalabra "amzaon" con "amazon", al transponer las letras m y z. Por el contrario, al reemplazar estas mismas letras por la c y la e nos resultará mucho más fácil distinguir la pseudopalabra "amceon" del nombre de la conocida marca comercial.

Ejemplos del logo de Amazon escritos correcta e incorrectamente. Basada en una figura del artículo "Are brand names special words? Letter visual-similarity affects the identification of brand names, but not common words" (Foto: British Journal of Psychology).

 "Kiki" suena puntiagudo, "Bouba" suena redondo

A partir del sonido de las pseudopalabras, podemos tener la impresión de que están expresando conceptos relacionados con el tamaño, la forma o, incluso, la emoción. Ésto se conoce como el efecto bouba/kiki. Y es que se ha demostrado que tendemos a asociar los sonidos agudos, como kiki o takete, con formas puntiagudas. Por el contrario, tendemos a vincular los sonidos suaves, como los de las pseudoplabras bouba o maluma, con formas redondeadas.

Nuestro cerebro, de hecho, parece estar preparado para establecer estos vínculos. Áreas cerebrales como la corteza auditiva y la corteza visual, encargadas de procesar sonidos y formas, junto a regiones relacionadas con el lenguaje, como la circunvolución frontal inferior izquierda y la circunvolución supramarginal izquierda, trabajan conjuntamente para que esa simple cadena de sonidos pueda cobrar sentido en nuestra mente.

Quizá, por este tipo de asociaciones entre el sonido y el significado, no sea casualidad que Cortázar imaginara a los cronopios como seres cálidos, alegres y juguetones.

Demostración de kiki y bouba. Se tiende a asociar kiki a la figura de la izquierda, mientras que los contornos redondeados se asocian a bouba (Foto: Journal of Consciousness Studies, Ramachandran & Hubbard, 2001).

Pseudopalabras que emocionan

El empleo de pseudopalabras también nos ha proporcionado información muy valiosa sobre cómo adquirimos los significados emocionales. ¿Cómo es posible que aquello que no existe nos genere emoción? La clave está en que emparejamos pseudopalabras con expresiones faciales de emoción, sonidos y hasta olores agradables o desagradables. Pasado un tiempo, su lectura nos despertará emociones parecidas a la de los estímulos con los que fueron asociados.

Además, las pseudopalabras que derivan de palabras emocionales tardan más en reconocerse que aquellas que derivan de palabras neutras. De esta forma, será más rápido identificar "drocedario" (dromedario) como pseudopalabra que "irtus" (ictus). Esto muestra que el contenido emocional de la palabra original influye en cómo procesamos y reconocemos las palabras inventadas, como si las emociones facilitaran la interpretación de lo desconocido.

Ya hemos visto que las pseudopalabras no son sólo una mera cadena de letras. Lewis Carroll era ya consciente de esto cuando hizo que Alicia se enfrentase a un singular personaje en su poema Jabberwocky: “Era la asarvespertina, y los flexilimos toves giroscaban y taladraban en la loma…”. A cualquier lector le costará un esfuerzo adicional entender lo que dice. 

Sin embargo, al leer pseudopalabras como “tulgoso” o “vorpal”, también invención de Carroll, no podemos dejar de sentir una atmósfera amenazante o la presencia de un peligro inminente: "Y, mientras meditaba melancólico, ¡el Galimatazo, con ojos de fuego, vino silbando por el bosque tulgoso y burbujeaba mientras iba luego! ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Y la vorpal espada una y otra vez fue triscando veloz! Y dejolo muerto, y con su cabeza regresó galopando triunfador".

En conclusión, como exclamó Alicia mientras caía por la madriguera del conejo en el país de las maravillas, el lenguaje que no existe es cada vez más "curiorífico".

(Fuente: The Conversation)

Cómo crear ejercicios de matemáticas para niños usando inteligencia artificial

De esta manera, si queremos reforzar sus conocimientos o ponerles algunas tareas o ejercicios extra, vamos a poder hacerlos fácilmente, incluso sin tener muchos conocimientos ni de matemáticas ni de didáctica. 

Hay que ser muy cuidadoso y verificar todos los ejercicios, porque las llamadas alucinaciones de la IA pueden llevarla a afirmar, por ejemplo, que ocho dividido cuatro es cinco (Foto: Xataka).

Vamos a empezar con una serie de consejos previos, con cosas que debemos tener en cuenta antes de ponernos a crear ejercicios con IA. Luego, pasaremos a ver cómo hacerlo con una IA generativa. Después seguiremos con una lista de otras herramientas basadas en IA que es posible usar, y terminaremos explicando cómo usar dos de ellas.

Antes de empezar, unos apuntes

• En primer lugar, debemos saber que las IA pueden tener errores a la hora de crear ejercicios. Estos algoritmos pueden tener lo que llamamos alucinaciones, y ponernos cosas sin sentido como si fueran reales. Por eso, conviene repasar todos los ejercicios para comprobar que están bien antes de dárselos a los niños.

• Cuando vamos a ponernos a realizar estos ejercicios, lo primero que debemos saber es qué área o competencia queremos trabajar. Debemos pensar si queremos ejercicios variados, o si queremos centrarnos en sumas, restas, lógica, geometría, fracciones, o cualquier otro ámbito específico. Esto tendremos que especificarlo a la hora de pedir crearlos.

• Debemos tener claro la franja de edad con la que vamos a trabajar. Aquí, lo más sencillo será especificarle la edad para la que van dirigidos a la IA, pero también conviene que sepamos que debemos evitar palabras muy técnicas o que debemos conseguir que los ejercicios sean breves y concretos.

• Hay que intentar darle variedad a los ejercicios para que no sean siempre iguales. Según vayamos creándolos, intentar que no se repitan las estructuras o las operaciones a realizar y que, si usamos algún tipo de ejemplos, que no sean siempre los mismos.

• Además de todo ésto, si vamos a utilizar la IA para corregir los ejercicios, conviene que le pidamos que de explicaciones sencillas para saber por qué algo está mal, o que no se limite a dar las respuestas. Además, podemos pedirle que de pistas o ayuda progresiva.

Ejercicios para niños usando IA generativa

(Foto: captura de pantalla).

La manera más sencilla y genérica de crear ejercicios matemáticos para niños es utilizar los chats de inteligencia artificial generales y generativos, como ChatGPT, Copilot, Gemini, DeepSeek u otras similares. Aquí, la parte importante será el comando o prompt que le demos a la IA.

Por ejemplo, podemos usar un prompt como éste: "Necesito que crees 10 ejercicios de suma para niños de 6 años con dibujos de frutas como contexto. Muestra la solución paso a paso".

Usando este prompt, la IA generará una serie de ejercicios usando emojis de frutas, o de la temática que le pidamos. La parte importante es especificar la edad de los niños para los que vaya dirigido el ejercicio, y explicar tanto la cantidad como el tipo de ejercicios. Si no queremos que sean sólo sumas, podemos decirle que sea variado, pero siempre especificando que sean matemáticos y la edad para la que van dirigidos.

Cuidado con el tema de las soluciones. Con el prompt que hemos usado, estas aparecerán debajo de cada ejercicio. Sin embargo, podemos pedirle que los ejercicios estén en una hoja y las soluciones en otra, para que así estén separadas y los pequeños no tengan la tentación de saltarte pasos.

Por último, podemos pedirle a la IA que convierta la respuesta a un PDF para que podamos imprimirlo todo. También  es posible pedirle que lo convierta en una imagen PNG, especificando el formato, como por ejemplo en tamaño de una hoja A4.


(Foto: captura de pantalla).

Usar una herramienta online especializada

Existen varias herramientas online que permiten crear ejercicios con inteligencia artificial. Esta es una lista con las principales que vamos a poder utilizar, así como sus características:

• Teachermatic: un aula virtual por IA en el que podemos crear todo tipo de materiales escolares. Se puede elegir el nivel, y lo que crea es totalmente imprimible y multilingüe. En la cuenta gratis podemos generar cinco documentos por día.

• Conker: una plataforma gratis para profesores, con la que podemos generar cuestionarios por IA, incluyendo contenidos matemáticos. Aquí, podremos especificar edad, tema o tipo de preguntas. La mala noticia es que está sólo en inglés, aunque podemos generar contenido en español.

• Curipod: sirve para crear presentaciones y actividades educativas, pudiendo usarlo para generar ejercicios, juegos, encuestas o problemas matemáticos con explicaciones.

• MagicSchool: otro portal donde podemos crear todo tipo de ejercicios y evaluaciones con IA, desde hojas de cálculo a problemas matemáticos. Podemos usarla en español, pero la página está ne inglés.

• Khanmigo: una web de la Khan Academy, donde su asistente educativo basado en GPT permite generar ejercicios o ayudar a un alumno a resolverlos paso a paso.

Crear ejercicios con TeacherMatic

(Foto: captura de pantalla).

Tiene un índice gigante con todo tipo de filtros, pero para crear los ejercicios matemáticos es posible elegir la opción de Hoja de trabajo, que es para crear todo tipo de ejercicios.

Luego, iremos a una pantalla previa donde es posible configurar el tipo de ejercicios que queremos crear. Podemos especificar la materia y las actividades, así como especificar la edad para la que van dirigidos y también dar muchos detalles sobre nuestros estudiantes y su nivel, para darle contexto.

(Foto: captura de pantalla).

Cuando especifiquemos todo, la IA generará la hoja de trabajo. Lo hará en un formato que vamos a poder imprimir para utilizarlo eventualmente en nuestra clase, y en todo momento es posible regenerarlo y pedirle cambios.

Crea ejercicios con Conker

(Foto: captura de pantalla).

Otra buena herramienta de la lista es Conker, donde podemos crear ejercicios en tres pasos. Primero debemos especificar el tipo de ejercicio que quieres pedirle, aunque también podemos buscar ejemplos. Lo mejor es escribirlo en inglés.

(Foto: captura de pantalla).

En el segundo paso, debemos configurar el ejercicio. Podemos elegir el idioma y el nivel para el que está dirigido, y como tercero podemos elegir el tipo de preguntas que queremos crear. Una vez lo digamos, la IA de esta web generará el ejercicio para nosotros.

(Fuente: Xataka)

martes, 29 de julio de 2025

La noche de los bastones largos: cómo se destruyó "una cueva de marxistas"

El 29 de julio de 1966, la dictadura encabezada por Juan Carlos Onganía desalojó violentamente distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires, ocupadas por autoridades, profesores y alumnos en defensa de la autonomía universitaria. Las increíbles imágenes recorrieron el mundo ese mismo día, pero sus consecuencias perduran hasta hoy.

La noche de los bastones largos.

Durante la aciaga noche del 29 de julio de 1966, después de intervenir todas las universidades del país, la oscurantista dictadura liderada por Juan Carlos Onganía ordenó el desalojo por la fuerza de cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires.

Los largos palos de madera con los que las fuerzas policiales reprimieron ferozmente a estudiantes, profesores, autoridades y graduados, hicieron que este triste episodio pasara a las páginas más oscuras de la historia argentina como “La Noche de los Bastones Largos”.

Si la reforma universitaria de 1918 había sido un hito de la Argentina moderna y una de las principales herramientas de movilidad social ascendente, esa noche se consumó el retroceso más importante de la educación pública en lo que transcurría del siglo XX, y se clausuró violentamente una etapa dorada de la universidad argentina que había consolidado la práctica de la ciencia moderna, la aplicación del conocimiento científico a los problemas del desarrollo nacional y la modernización de la cultura.

El plan represivo

El ataque venía gestándose desde el golpe de Estado que el 28 de junio de ese mismo año había derrocado al honesto gobierno del Presidente Arturo Illia: se abolió la Constitución Nacional, que fue reemplazada por el Estatuto de la “Revolución Argentina”, infausto nombre con que los militares golpistas bautizaron a una nueva usurpación de la democracia.

La misma noche del golpe, las autoridades de la UBA habían consensuado una declaración que hacía “un llamado a los claustros universitarios en el sentido de que se siga defendiendo como hasta ahora la Autonomía Universitaria (…) y que se comprometan a mantener vivo el espíritu que haga posible el restablecimiento de la Democracia”.

En esa línea, cientos de docentes de la Facultad de Ciencias Exactas firmaron, además, una declaración manifestando su “irrevocable decisión de no reconocer otras autoridades de la Facultad y de la Universidad de Buenos Aires, que las que legítimamente emanan del cumplimiento del Estatuto Universitario, así como de las leyes y de la Constitución Nacional”.

Disueltos rápidamente el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia, intervenidas todas las provincias y prohibida la actividad de los partidos políticos, la Universidad permanecía aún como uno de los últimos bastiones de resistencia frente al rápido avance dictatorial sobre las instituciones democráticas.

Sin embargo, Onganía no tardaría en actuar contra lo que consideraba era “una cueva de marxistas". Así, justo a un mes del golpe de Estado, sancionó el decreto-Ley Nº 16.912 que establecía la intervención de las universidades y ponía fin a la autonomía, con el pretendido objetivo de “eliminar las causas de acción subversiva”.

Dicha norma de facto intimaba a los rectores y decanos de las ocho universidades nacionales que existían por entonces a que en un plazo de 48 horas asumieran como interventores de una institución que, por primera vez, se subordinaba directamente al Ministerio de Educación de la Nación. Asimismo, disponía el cese de toda actividad política en las universidades y la clausura de los centros de estudiantes.

Frente a ello, las máximas autoridades de las universidades de Buenos Aires, Córdoba, La Plata, Tucumán y Litoral decidieron renunciar. En la UBA, nueve decanos decidieron acompañar la dimisión del Rector Hilario Fernández Long y realizaron sendas asambleas en oposición a la intervención.

El decano Rolando García, acompañado por el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Exactas, no sólo resolvió rechazar explícitamente dicha norma, sino que decidió resistir la intervención junto a cientos de estudiantes, profesores y graduados en las instalaciones de la Facultad, por entonces ubicada en Perú 222, en la histórica Manzana de las Luces.


Como represalia, a las diez de la noche del viernes 29 de julio de 1966, tropas de Infantería comandadas por el comisario Alberto Villar, siguiendo instrucciones del jefe de la Policía Federal general Mario Fonseca, gritando consignas antisemitas y anticomunistas, arremetieron contra estudiantes, graduados y profesores con una violencia hasta entonces pocas veces vista.

Al salir por la fuerza al patio central de dicha casa de altos estudios, los estudiantes, autoridades y docentes fueron forzados a formar en doble fila, donde fueron golpeados, vejados, y sometidos incluso a simulacros de fusilamiento. El propio Decano García, al manifestarle al oficial a cargo del operativo que él era la autoridad, recibió como respuesta un brutal golpe con un bastón, cuyas consecuencias se observan crudamente en las fotos de la época.

Si bien también se registraron hechos graves en las Facultades de Filosofía y Letras, Ingeniería, Medicina y Arquitectura, no era en absoluto casual que el ataque de las fuerzas represivas del régimen tuviera su capítulo más feroz en la facultad de Ciencias Exactas, paradigma de las políticas progresistas que se impulsaron en esos años, y en la figura de su decano, decisivo impulsor de muchas ellas.

La violenta represión finalizó con más de 400 detenidos, entre ellos varios investigadores de renombre internacional invitados, como el Dr. Warren Ambrose, profesor del MIT, que en una elocuente carta titulada “Bastones largos, mentes cortas” publicada en el New York Times al día siguiente, describía en detalle la naturaleza brutal y humillante del ataque policial.

Luis Botet, el interventor de la UBA designado por Onganía, asumió con una frase que sintetizaba con particular crudeza el espíritu de la feroz represión: "la autoridad está por encima de la ciencia".

El final de la década de oro de la Universidad argentina

La intervención clausuró violentamente lo que se conoció como la “década de oro” de la universidad argentina, que se había iniciado con la gestión del Rector Risieri Frondizi durante la presidencia de su hermano Arturo.

En ese momento, la UBA disfrutaba de su mayor esplendor académico y reconocimiento internacional. De la mano de uno de los mayores presupuestos universitarios de la historia, y de la autonomía y el cogobierno, la UBA desarrolló proyectos como la editorial Eudeba; impulsó la extensión universitaria con masivas campañas de alfabetización; creó el CONICET y el Instituto de Cálculo, que fue pionero en las ciencias de la computación con la máquina “Clementina”; puso en marcha las carreras de sociología y psicología; fundó la Ciudad Universitaria; entre tantas otras iniciativas.

Se trataba de un proyecto de universidad crítica y reflexiva, donde la investigación era parte esencial de la actividad de los docentes con dedicación exclusiva.


En ese marco, la Facultad de Ciencias Exactas acumulaba el mayor caudal de conocimiento científico del país, y se erigía como el paradigma de la universidad modernizadora y cuna de dos de los tres premios Nobel del país.

Sin embargo, los móviles dictatoriales no se agotaban en el régimen de gobierno de las universidades. Eran tiempos signados por una gran conflictividad política y social, con el peronismo proscrito y el auge de los movimientos tercermundistas, las luchas por la liberación nacional, la revolución cubana y el Mayo francés.

En ese contexto de alta politización, que inevitablemente llegó a las universidades, la dictadura buscaba también silenciar el espíritu crítico y combatir la rebeldía estudiantil.

Un golpe al conocimiento

El ataque de Onganía a la universidad inició la diáspora de docentes e investigadores que condenaría a una generación brillante al exilio.

Durante los meses siguientes al ataque, aproximadamente 1500 de los mejores docentes e investigadores fueron despedidos o renunciaron a sus cátedras en las universidades nacionales. Una importante cantidad de ellos se exiliaron y fueron contratados por universidades latinoamericanas, de Estados Unidos, Canadá y Europa.

La universidad argentina era, así, vaciada de sus mejores exponentes y contenidos, iniciándose una emigración de científicos que se prolongaría hasta los albores del nuevo milenio.

La sangría privaría a la cultura del país de figuras como Manuel Sadosky, quién instaló en la UBA la primera computadora que conoció el país; el epistemólogo, físico y meteorólogo Rolando García, que en el exilio desarrolló junto a Jean Piaget la epistemología genética; el historiador y sociólogo Sergio Bagú, pionero de la teoría de la dependencia; la astrónoma Catherine Gattegno; el historiador Tulio Halperín Donghi; el epistemólogo Gregorio Klimosvsky; el geólogo Amílcar Herrera; la física atómica, Mariana Weissmann; entre tantos otros referentes de la ciencia argentina.

Un imprescindible ejercicio de memoria histórica

La “Noche de los Bastones Largos” inauguró una política de persecución, intolerancia y violencia contra el pensamiento crítico que produciría graves daños al desarrollo científico y a las instituciones de educación superior.

Es en este sentido que los episodios del 29 de julio de 1966 pueden verse como el preludio del terrorismo de Estado que se instauraría en Argentina con la dictadura cívico-militar de 1976. Ambas dictaduras identificarían en las universidades un enemigo común: pensamiento crítico, formación con valores democráticos e investigación científica al servicio del desarrollo nacional.


Al cumplirse 59 años de esta negra noche, es imprescindible reafirmar el firme compromiso con los principios de autonomía y cogobierno, pilares fundamentales de nuestras universidades nacionales, junto con la convivencia democrática, el respeto por la diversidad y el espíritu crítico.

Hoy los “bastones” pueden ser más sutiles, pero siguen siempre al acecho en los discursos que cuestionan la universalización de la educación superior, en los ajustes y recortes presupuestarios, en los intentos de desarticulación del sistema científico-tecnológico, en la falta de inversión pública en el nivel medio que condena a miles de jóvenes a la deserción escolar, entre tantas otras políticas que buscan seguir acallando esa fecunda rebeldía que caracteriza a la universidad reformista.

(Fuente: Página12)

Móviles y una sociedad prácticamente incomunicada: necesitamos algo de silencio para volver a conversar

Cómo piensan algunos autores las diferentes formas del ruido tecnológico y la dependencia de las pantallas. Arte, fotografía, literatura y propuestas para hallar las claves que permitan retomar el intercambio y la charla. La escritora y periodista Hinde Pomeraniec reflexiona al respecto.

Imagen de la serie fotográfica "Removed", de Eric Pickersgill. Las manos vacías conservan la forma de los teléfonos celulares (Foto: Eric Pickersgill).

Lo primero que veo son sus manos entrelazadas jugando por encima de la mesa. Mi visión es óptima: estoy de frente a ellos, a quienes veo de perfil por mi ubicación en el bar. La mano derecha de ella y la mano izquierda de él se acarician a un ritmo propio sobre el blanco del mantel. No conversan, solo se tocan. Tampoco se miran a los ojos sino que están, por separado, distraídos en sus respectivos universos virtuales gerenciados por algoritmos. Lejos de la piel amada, la mano libre de cada uno de ellos sostiene la carcasa fría del celular, esa prótesis embrujada que supimos conseguir.

Con el pulgar "scrollean" la pantalla. No los vi sacar fotos de lo que están comiendo y bebiendo. No postean, quiero decir, aunque advierto que mandan y responden mensajes de whatsapp y se muestran cada tanto entre ellos y con gesto amoroso alguna oferta de las que les aparecen en las redes. Las redes, foros en los que hasta hace un tiempo nos mostrábamos con fotos y textos en ese simulacro que fingía reproducir el comportamiento social de la conversación, pero sin cuerpos presentes. Una puesta en escena que parecía acercarnos y que nos hizo creer en la democratización de la palabra; que nos dio falsa compañía durante la pandemia y que hoy sólo replica a los que ponen plata y buscan plata. 

"A Conversation", de Vanessa Bell (Foto: The Courtauld Gallery).

Ya no conversamos ni nos comunicamos, solo encontramos ahí marketing, ventas, banalidad y violencia extrema en ideas y discursos. Fuimos expulsados y casi no posteamos porque las redes dejaron de ser un espacio en el que compartíamos el devenir cotidiano de la humanidad y se volvieron un mercado en el que para que tu palabra se escuche tenés que agitar ruido y rendir como provocador o pagar para ser miembro gold de la red o para que el algoritmo se decida a mostrar tu haiku del día o la foto del emprendimiento con el que te ganás la vida.

Vimos nacer con estruendo plataformas efímeras y también vimos a otras redes agonizar o entrar en estado de putrefacción. Nos agotamos de comenzar de cero en cada plataforma nueva a la que nos sumábamos para no perdernos la diversión o el entretenimiento y con la intención de trasladar la agenda de la anterior. Aquello que formaba parte del espíritu original de la conversación virtual ya no existe. Nos quedamos sin charla en vivo ni charla a distancia, hay un vacío en la comunicación de las personas. El silencio es ensordecedor.

Así como en su momento retaceamos los cuerpos de la escena real atrapados por el magnetismo de las pantallas, todo indica que ahora asistimos a un llamado contagioso para el éxodo. Nos borramos de la conducción colectiva pero aún persiste una actividad: la del voyeur, el adicto, el que no puede dejar de perderse en lo irrelevante.

Las razones para la negativa a postear son miles. Algunas, según los especialistas: hartazgo y fobia a la exposición, miedo a la cancelación o a postear algo que resulte desubicado a los ojos de la mayoría, autocensura, un cambio de era generacional, la exigencia de opinar o expresarse sobre todo aún cuando no tenemos las herramientas para hacerlo, la agresividad como respuesta si tu posteo no representa las expectativas de los otros.

Hoy nos quedamos sin la charla en persona y también sin la conversación a distancia. Imagen de la serie "Removed", de Eric Pickersgill (Foto: Eric Pickersgill).

El miembro fantasma

Hace algunos años, el fotógrafo estadounidense Eric Pickersgill arrancó un proyecto artístico y casi antropológico, una serie de imágenes que lograban mostrar un hábito, una adicción y también un cambio de era. Se trata de fotos de personas de diferentes edades, culturas y géneros que están juntas pero no se hablan porque están cada uno en lo suyo. Las manos parecen contener un celular, pero el dispositivo no está.

Fue también en un café, en Nueva York, cuando una imagen despertó su inquietud. Lo escucho contar así la experienca en un video que se encuentra en internet: “Había una familia sentada junto a mí en el café Ilium, se los veía totalmente desconectados los unos de los otros. No hablaban mucho entre ellos; el padre y las dos hijas estaban con su celular. Solo la madre no tiene o ha decidido dejarlo. Mira por la ventana, triste y sola en la compañía de su familia más cercana. De vez en cuando el padre levanta la cabeza para anunciar alguna información que ha encontrado online”.

Así comenzó a trabajar en la serie “Removed” y aunque las fotos tienen algunos años, como decía, siguen siendo igual de perturbadoras. El celular en este caso ya no como prótesis sino como miembro fantasma, las manos siguen adaptadas al scrolleo infinito y la atención, dispersa. Estar con otros ya no es intercambiar palabras o emociones sino apenas compartir un espacio físico.

"La conversación", de Henri Matisse. El antropólogo David Le Breton sostiene que la llegada de los teléfonos inteligentes hizo de la conversación una tarea imposible (Foto: Hermitage Museum).

Comunicar no es conversar

El título de una nota en el diario El País no dejaba lugar a dudas del apocalipsis emocional en que nos movemos. Se trata de un textual del antropólogo francés David Le Breton, quien en entrevista con el diario de Madrid señalaba que “las redes sociales reducen el placer de vivir”. Durante la charla, a propósito de sus libros "Caminar la vida" y "¿El fin de la conversación?" (aún sin traducción al español), Le Breton habla de la gente que camina enganchada a su móvil como zombis y habla de un mundo actual excesivamente tecnológico, violento, en el que vivimos juntos pero en soledad. “Nunca en la historia los jóvenes han sufrido más problemas de ansiedad, depresión y suicidio. Las redes sociales no aumentan el placer de vivir, sino que lo reducen”, asegura.

Es en ese contexto que sostiene que caminar (por supuesto, sin el celular encima) es un gesto de resistencia y habla de los peligros de una “humanidad sentada”, del modo en que las emociones han superado la razón (“vivimos en un mundo dominado por la ira y el resentimiento”) y, atención, habla de la soledad y de cómo las personas se diluyen ante las pantallas. Lo dice así:

“En realidad, cuando estás mirando la pantalla no estás en ninguna parte, te diluyes. Me gusta oponer conversación a comunicación: la primera es cara a cara, implica estar atento y mirarse a los ojos. Hay lugar para el silencio, la lentitud, la complicidad. La segunda es más dispersa y utilitaria. La pantalla supone una especie de burbuja: no hay una sensorialidad común”, dice.

En "¿El fin de la conversación?", cuya bajada habla de “la palabra en una sociedad espectral”, Le Breton explica aquello de que con la llegada de los teléfonos inteligentes la conversación fue sustituida por la comunicación y dice que a diferencia de la charla, la comunicación es unilateral e individualista, y que al estar todo mediado por una pantalla la profundidad y el intercambio de ideas se convirtieron en tareas imposibles.

Otra imagen de la serie ”Removed”, de Eric Pickersgill. En esta foto, el propio artista y su esposa (Foto: Eric Pickersgill).

Le Breton habla de los ruidos que se interponen en la posible conversación y en la capacidad de concentración de las personas -habla incluso del creciente ruido ambiente en los espacios públicos- y también del modo en que hoy se privilegia la documentación y el registro de los eventos más que la propia experiencia de ellos.

Nada que no sepamos o no veamos, aunque leer todo eso así, sistematizado, nos hace pensar si es acaso este carnaval de ruido lo que queremos tener alrededor, al lado, encima, por el resto de nuestras vidas.

De Józef Mehoffer: Boceto para la pintura "Conversación" (Foto: National Museum of Poland).

Volvió la tertulia

Hace una semana, Orly Benzacar invitó a un grupo de personas del mundo de la cultura a la prestigiosa galería de arte que lleva el nombre de su madre, Ruth Benzacar, y que está cumpliendo 60 años de actividad. La intención era la de reproducir, de algún modo, una actividad que Ruth llevaba adelante en los primeros años de la galería: la tertulia. Una reunión de personas que no necesariamente tienen vínculos entre sí aunque comparten intereses y se reúnen para comer y beber algo y, sobre todo, para conversar animadamente en un escenario amable, bello.

Por estos días, dos grandes artistas (de obras muy diferentes entre sí) exponen en Benzacar: Eduardo Basualdo y Delia Cancela. “Yo soy rococó y él es barroco”, le dijo Delia Cancela a la periodista Celina Chatruc el día de la inauguración de las muestras.

Delia es color, mujeres pájaro, flores, marcos dorados, aunque también hay gotas de sangre y palabras que hablan de sufrimiento y heridas. Basualdo es dramatismo, oscuridad (hay una suerte de cueva inquietante que puede y debe visitarse para experimentar esas tinieblas con mínimos resquicios de luz) y seres sin carne, o más bien, el cruce entre imágenes sombrías y casi radiográficas de esqueletos, por un lado, y colgajos de una tela gomosa que reproducen el efecto de una piel que ya no está.

El contraste entre las obras es vibrante, intenso. La conversación que se dio esa noche (había escritores, artistas como Liliana Porter y Ana Tiscornia, activistas, curadores, chefs, cineastas, científicos y periodistas) fue rica y estimulante, aunque me fui con la sensación de que algo se percibía a media máquina.

Recién ahora, mientras lo escribo, advierto que posiblemente lo que sentí es que perdimos ritmo en tantos años de virtualidad y ensimismamiento, de modo que nos falta práctica para la conversación real y en voz alta. Como si tuviéramos que entrenar para volver a hablar pero, sobre todo, para volver a escucharnos.

"The conversation", de Mary Cassatt (Foto: wikiart.org).

¿La hora del "posteo cero"?

Me gusta cómo piensa (y, sobre todo, cómo escribe) Kyle Chayka, experto en la cultura de internet de The New Yorker. Para Chayka, “la web de redes sociales tal como la conocíamos, un lugar donde consumíamos las publicaciones de nuestros semejantes y publicábamos a cambio, parece haber llegado a su fin”. Según explica el columnista, la explosión de lo bizarro y la presión para que todos nos desempeñemos como influencers dio como resultado que cada vez más gente se sienta intimidada ante el riesgo y la mayoría sean hoy consumidores pasivos.

Podríamos estar dirigiéndonos hacia algo que Chayka llama posteo cero, “un punto en el que las personas normales (las masas no profesionalizadas, no mercantilizadas y no refinadas) dejen de compartir cosas en las redes sociales a medida que se cansan del ruido, la fricción y la exposición”. Dice Chayka que las redes sociales ya no tienen nada que ver con aquellas en las que había “un registro en tiempo real del mundo creado por cualquiera que estuviera experimentando algo”, un foro de conversación y reciprocidad, como señala en la misma nota Eleanor Stern, videoensayista de TikTok, para quien ese foro hoy se ha convertido sólo en un espacio para escuchar y mirar.

Para Chayka, justamente lo que hacía interesantes a las redes era la presencia de los “normalitos” (no expertos, personas comunes). El columnista da por cerrada esa etapa y escribe que Internet hoy se siente más vacío, “como un pasillo resonante, incluso cuando está lleno de más contenido que nunca”. En el ocaso de ese espacio que vibró con la vida de millones de personas, advierte que allí “como detritos en una playa que una vez estuvo concurrida, solo habrá marketing corporativo seco, bazofia generada por IA y basura de estafadores sedientos que intentan monetizar una audiencia menguante de voyeurs”.

"Cicuta para los oídos", de Sebastián Hacher, fue publicado por Eterna cadencia (Foto: composición propia).

El asesino del silencio

“Los paisajes abiertos hacen que escuchemos a mayor distancia y que tengamos una perspectiva diferente de primer plano y de fondo. Como no hay motores ni ruidos blancos, el sonido tiene una fidelidad distinta a la de la ciudad, pero el recién llegado tarda en ubicar cada elemento en su lugar.(...) Después de un tiempo, el propio hábitat se mete adentro tuyo y te ayuda a construir una forma de estar en el mundo acompasada con el clima y las circunstancias. El paisaje te moldea”.

En estas semanas leí "Cicuta para los oídos", publicado por Eterna Cadencia. Se trata del nuevo libro del periodista argentino Sebastián Hacher, en el que cuenta su experiencia de vida luego de haber elegido salir de la ciudad y mudarse al campo, lejos del ruido ansioso de la urbe. Escrita a la manera de lo que hoy algunos llaman "novela de no ficción", Hacher despliega su talento narrativo en un relato sobrio, casi contenido, por el que se cuelan la belleza y las emociones.

Lo hace a través de una forma de crónica que cuenta lo que puede ser el regreso a la naturaleza y sus ciclos, a la convivencia entre especies, con mascotas inesperadas y bichos y alimañas de toda clase; una vida austera y en los confines de la vida social, con una casa que requiere esfuerzo para la construcción de comodidades básicas pero también ofrece el espacio ideal para visitas amigas, aquellas con quienes la conversación viene interrumpida por la modernidad tecnológica y por la ansiedad como enfermedad de la era.

Claro que el hombre que se retira para habitar una vida precaria, el que comienza a bordar como una nueva forma de contar historias y quiere “ponerle mute al mundo” para encontrarse con él mismo, no contaba con un accidente y es que el ruido no se concentra en un solo lugar, de modo que podía extenderse y alcanzarlo. Eso es lo que sucede.

“El oído evolucionó para que podamos escapar de las fieras o convertirnos en una”, advierte el narrador. La pesadilla toma la forma de una casa enfrente de la suya, que pertenece a gente que no vive allí y que la usa esporádicamente. La música puede ser maravillosa pero también convertirse en un escándalo. Sus dueños pasan a ser “los vecinos musicales”, los que llegan para romper el silencio, la paz, el sueño y también, a la manera de una plaga, para destruir con malicia el escenario imaginado.

“Hasta que empezó la temporada de pileta, nunca los había visto. Ahora son parte del paisaje. Pueden aparecer un miércoles a las seis de la tarde o un sábado a las dos de la mañana. Siempre suena música a un volumen demencial. (...) El sonido repetido día tras día a cualquier hora se naturaliza y se vuelve invisible. Quien haya vivido cerca de un tren, de la autopista o de un aeropuerto en algún momento deja de escuchar. Aquí no pasa. Las variables no son constantes: cinco o seis días de tranquilidad extrema y dos de caos no alcanzan para encapsular la herida, para volverla soportable”, describe.

"Conversación interesante", de Federico Zandomeneghi (Foto: arthive.com).

En el texto de Hacher hay un asesino y es el ruido, que persigue al protagonista hasta su refugio de vida natural. Reflexivo, angustiado, con ansias criminales, el narrador pasa por todas las caras de la desesperación ante la interrupción del silencio: borda, piensa, siembra, alimenta animales y dibuja (hay dibujos hermosos en el libro).

Y escribe, claro. Hacher escribe con una modulación elegante y sin estridencias que permite distinguir los matices de una voz y conmoverse casi como si el ruido nos hubiera abandonado definitivamente y pudiéramos, por fin, retomar la conversación, allí donde la dejamos.

(Fuente: Hinde Pomeraniec / Infobae / redacción propia)