martes, 22 de abril de 2025

En su nuevo libro, Martín Kohan escribe para chicos con belleza y sin lugares comunes: ¿era realmente más feliz la infancia que la adultez?

El autor presenta "El tiempo más feliz", un libro infantil protagonizado por un personaje muy parecido a él. Habla de un verano, de abuelos, de aventuras simples.. ¿un mundo posible?

(Foto: Ediciones Siglo XXI).

"¿Era de verdad el tiempo más feliz, era de veras el más perfecto? ¿O es que ahora, que ya pasaron los años, lo idealizo en el recuerdo?" Esto plantea, no más arrancar su libro, el escritor argentino Martín Kohan, que además es un profesor de literatura de esos que uno querría tener, además de un polemista de cuidado.

¿Era de verdad el tiempo más perfecto? Kohan -autor de ensayos como "1917" o "La vanguardia permanente" y de novelas como "Dos veces junio" o "Fuera de lugar"- está hablando de su infancia, de los veranos, de los eneros de su infancia. Y lo hace en un libro para chicos, que tituló "El tiempo más feliz". ¿Ahora lo idealizo?, les pregunta, dejando claro que habla desde la adultez, desde el recuerdo, desde esos años que han pasado (¿terribles, malvados?).

El libro -con ilustraciones deliciosas de Leandro E. Pérez, que hizo un personaje que uno imagina como un Kohan chiquito- cuenta los viajes a la casa de los abuelos, de Buenos Aires a las sierras de Córdoba. Un pueblito, un río, una playa, una burra sobre la que se podía pasear. Correr para alejarse de la luz de los faroles y así escapar de los bichitos. Las moscas, las tormentas, el nene rubio de anteojos mirando el cielo ¿y pensando en qué?

(Foto: Ediciones Siglo XXI).

Y, sobre todo, la independencia. En ese pueblo el nene podía andar solo, andar por los caminos, ser un explorador. El chico de ciudad, ese chico que -¿ya lo era?- será un gran lector ahora, por un rato, se enfrenta a lugares desconocidos, a una iguana, a ese paisaje que a veces es tan igual que uno se puede perder. A estar solo consigo mismo, solo con la inmensidad.

¿Quién no ha pensado en el universo sentado frente a la nada, panza arriba bajo el cielo? ¿Quién no ha sentido, con el viento en la cara, que era mejor, otra persona, un humano más allá de esas cositas del día a día?

Kohan, en otro registro, ya ha escrito sobre su infancia. Lo hizo en un libro entrañable titulado "Me acuerdo", en el que va tirando frases que pueden parecer sueltas pero que, con el correr de las páginas, se van encadenando hasta armar un mundo y una época. Dice, por ejemplo: "La remera azul y blanca, a rayas horizontales, que no me quise sacar durante todo el mes de vacaciones, ni siquiera para entrar al río". O "Un día le pregunté a la chica que nos ayudaba a subir y bajar del micro si el vestido que tenía puesto mi mamá le gustaba".

(Foto: Ediciones Siglo XXI).

Un chico que no quiere ir a la colonia, un chico que va a la escuela judía, un chico que se enamora, un chico que siente cómo le cambian las sensaciones del cuerpo, un chico que da su primer beso. Todo eso va armando el universo de su nuevo libro. Kohan nació en 1967 en Buenos Aires y, necesariamente, ese mundo se va poblando de autos que son un Falcon o un Torino, de rock, y de alguna manera, lateral, de la dictadura militar.

"Se equivoca quien piense que por leer este libro me conoce", ha dicho Kohan respecto de "Me acuerdo", subrayando que lo que hace él no es autobiografía sino literatura y eso, en todo caso, siempre tiene al menos una cuota de ficción.

Kohan ha contado algunos momentos intensos de su infancia. Como cuando hacía publicidad: "Hice más de treinta publicidades en televisión. Gráficas hice dos o tres, la que aparece ahí es de la revista Gente", ha dicho. "Yo era una cara de la tele".

Sin embargo, no es ni ese niño famoso ni ese niño ficcional lo que parece haber visto Leandro Pérez, el ilustrador, porque el personaje es ese "mini-Kohan" que da ternura, que se asombra, que se agita.

Martín Kohan en la Feria del Libro 2024 (Foto: prensa FILBA).

Como en sus libros para adultos, Kohan es a la vez ameno y desafiante, no renuncia a la belleza de la narración pero, sobre todo, a plantear un mundo contra la corriente, sutilmente contra la corriente. Sin apuro, con la felicidad del verano, incluso en soledad, ese chico vive experiencias que hoy, que es un cincuentón, califica como las más felices de su vida.

Eso, dice, era la felicidad, o por lo menos hoy parece haberlo sido. Un paraíso menos conectado, menos cruel, menos canchero, menos "cool". "No sé si hay algo de 'todo tiempo pasado fue mejor' en eso. Más bien me parece un 'así vale mucho la pena vivir'", sentencia.

(Fuente: Infobae)