viernes, 12 de diciembre de 2025

La sociedad extenuada: cómo el "cansancio existencial" se ha convertido en una gran industria de Occidente

No está del todo claro que vivamos en la sociedad más extenuante de la historia, pero sí que es la primera que, para nuestra desgracia, ha aprendido a sacarle partido.

(Foto: Bruno Aguirre).

La serie Dr. Who es un clásico de la televisión británica que viene filmándose desde el año 1963 y continúa hoy día, casi una especie de "símbolo patrio". En ella hay unas extrañas máquinas llamadas morpheus, que permiten descansar en un tiempo récord sin necesidad de dormir. Una forma magnífica de no perder horas con los ojos cerrados, de emplear nuestro tiempo en cosas poco útiles. Y con todas los ventajas químicas del descanso.

Una aberración, es cierto, pero una con la que muchos hemos fantaseado alguna vez. Porque, al fin y al cabo, ¿qué son las bebidas energéticas, el metilfenidato recreativo o las técnicas para aprender a dormir apenas cuatro horas sino pequeñas máquinas morpheus? ¿Qué son sino síntomas de una sociedad cada vez más cansada?

Cuando el cuerpo pide parar

El problema es que el cansancio del que hablamos es mucho más que no dormir. El estrés crónico, la falta de sueño, los ritmos de vida cada vez más acelerados e hiperactivos, la sobrecarga digital, la ansiedad, el burnout... La idea de que vivimos en una sociedad cada vez más agotadora se ha convertido no sólo en un lugar común del discurso contemporáneo, sino en un rasgo identitario de nuestra época.

Por eso no faltan teorías que intentan dar con la clave que nos permita explicar qué está pasando. Algunas están bien documentadas y se suman a los problemas crónicos de falta de sueño: es el caso de la nutrición. Algunos especialistas han propuesto la hipótesis de que parte del cansancio generalizado que nos afecta se debe a déficits leves de vitaminas o minerales.

(Foto: V2osk).

El ejemplo más conocido es la vitamina B12. Un déficit de esta vitamina puede provocar anemia, debilidad y fatiga persistente. En casos graves, puede ocasionar problemas respiratorios, mareos y hasta problemas neurológicos. Y, aunque las deficiencias nutricionales marcadas no son muy comunes en adultos jóvenes sanos, sí aumentan con la edad y, en un contexto de alimentación cada vez peor, pueden pasar inadvertidas durante meses.

Hiperproductividad, multitarea y sobrecarga digital

Basta con repasar datos para coincidir en que el cansancio se ha vuelto un fenómeno ubicuo, una epidemia, una condena: desde el trabajador "burnout" hasta el estudiante saturado de información, pasando por quienes viven en permanente ansiedad, todos tienen en común esa rara sensación de fatiga, cansancio y extenuación.

Según el informe State of the Global Workplace de Gallup, hasta el 44% de los profesionales encuestados aseguraron que sentían altos niveles de estrés a diario. Y es algo que se puede ver en otros informes laborales parecidos, como uno de Adecco en el que señalaba que el 40% de los trabajadores globales habían sufrido burnout durante el último año.

Siendo directos: todo parece indicar que, a las causas puramente orgánicas, hay que sumar el impacto constante de un estilo de vida centrado en la hiperproductividad (productividad tóxica), la multitarea y la sobrecarga permanente. Según explicaba la psicóloga de la Universidad de Harvard,  Natalie Dattilo, "sentir la presión de ser productivo en cada instante del día, tener siempre una lista de pendientes y culpa por no cumplirla, es una señal de este fenómeno que conduce a ansiedad, insomnio y agotamiento extremo".

En los 90, David K. Lewis acuñó la expresión "fatiga informativa" para hablar del agotamiento mental por exceso de información. Hoy, con los smartphones reclamando constantemente nuestra atención, ese fenómeno se ha globalizado: notificaciones, decenas de pestañas abiertas, un stream permanente de correos, chats y redes sociales. Es la historia de una forma de vida muy costosa a nivel cognitivo, de pérdida de eficiencia y fatiga generalizada.

(Foto: Gabriel Benois).

El cansancio interior

Como bien señala la Dra. Anna Katharina Shaffner, cuando hablamos de agotamiento hablamos de algo que "no se puede explicar fácilmente en términos físicos", algo que "reside en la frontera entre la mente y el cuerpo". Al mal funcionamiento de la maquinaria psicofisiológica y los excesos del entorno social, hay que sumar algo más: las profundas raíces emocionales, culturales e incluso filosóficas del cansancio contemporáneo.

Es decir, la idea de que el agotamiento no deja de ser un síntoma cultural de nuestro tiempo. En su libro "La sociedad del cansancio", por buscar una de las introducciones más accesibles a estas ideas, el filósofo Byung-Chul Han plantea que hemos dejado de ser una "sociedad disciplinaria" (como nos definió Foucault) y nos hemos convertido en una evolución bizarra de ella: masas incomunicadas de "empresarios de uno mismo".

Es lo que hace ya casi una década denunciaba Jose César Perales, catedrático de la Universidad de Granada: que el pensamiento positivo es problemático "porque responde a una ideología y unas motivaciones económicas concretas,  porque hace a las personas responsables únicas de sentirse bien, bajo la amenaza de ser tildadas de tóxicas, porque oculta las verdaderas causas del bienestar o malestar psicológicos, y porque interfiere con las intervenciones serias encaminadas a promover la salud mental y física".

La autoexplotación que denuncia el mencionado Han promueve una sociedad de individuos extenuados, deprimidos y aislados, un mundo donde las enfermedades emblemáticas de nuestro siglo ya no son infecciones virales, sino trastornos neurales como la depresión, el síndrome de burnout o el trastorno por déficit de atención.

¿Estamos más estresados que nunca?

Con todo esto encima de la mesa es difícil no volver a repetir que "estamos más estresados que nunca". Y, sin embargo, algo no cuadra. A poco que escarbamos nos damos cuenta de que la historia del cansancio es algo más complicado.

"Muchas edades tienden a presentarse como las más agotadas, como si el agotamiento fuera una insignia de honor y competir por el título del más destrozado fuera una especie de deporte", escribía la también anteriormente citada Schaffner en su trabajo "Exhaustion: A History", un repaso histórico no sólo sobre el agotamiento, sino de las formas en las que las sociedades pensaron sobre él.

Suena a algo moderno, a una de las figuras de la alineación; por ello, esta profesora de la Universidad de Kent se sorprendió tanto cuando descubrió que "la humanidad siempre se ha preocupado por el agotamiento de sus recursos energéticos".

(Foto: Susan Q. Yin).

"Lo que cambia a lo largo de la historia no es que nos preocupemos por el agotamiento, sino cómo lo explicamos", decía Schaffner pensando en la doctrina teológica de los primeros cristianos, el vampirismo o el impacto de Saturno. Pero, en realidad, muchas veces no ocurría ni eso, porque las teorías sobre la neurastenia del siglo XIX se parecen mucho a las teorías actuales que adjudican al ritmo de vida, a las nuevas tecnologías y a la aceleración en cansancio crónico contemporáneo.

Los humanos en su laberinto

¿Y si, en realidad, siempre hemos estado cansados? ¿Y si todas las teorías, hipótesis e ideas que hemos barajado no son sino máscaras de un problema permanente que nos ha acompañado desde que comenzamos a desplazarnos sólo sobre nuestras piernas? ¿En qué situación nos deja eso? ¿Es el cansancio nuestra maldición? Por el momento hay muchas teorías pero ninguna respuesta terminante.

(Fuente: Xataka / varios / redacción propia)