El municipio bonaerense de Zárate convirtió a un chatbot en directora general: firma expedientes y atiende reclamos. Luces y sombras de un futuro incierto.
(Foto: Grok).
En Zárate, la nueva Directora General no toma café, no llega tarde y no se enferma. Tampoco paga impuestos y no mira a nadie a los ojos. Se llama Zara, no tiene DNI y, desde esta semana, puede firmar resoluciones municipales como si nada. Argentina acaba de sumar a su organigrama estatal a la primera "funcionaria no humana". Y no pasó en Silicon Valley: pasó a la vuelta del muelle, en la ribera del Paraná.
Detrás del nombre de vecina amable hay un chatbot de inteligencia artificial al que el intendente de Zárate, Marcelo Matzkin, le dio rango de Directora General de Atención al Vecino No Humana mediante el decreto 532/25. En castellano: Zara tendrá una dirección propia, atenderá reclamos y gestiones, tramitará expedientes y podrá firmar actos administrativos válidos, que sólo podrán ser revocados por un funcionario de mayor jerarquía.
En la letra del decreto, Zara es la única encargada de la atención al vecino no presencial y depende de la Subsecretaría de Innovación y Accesibilidad Digital. La escena oficial es prolija: el municipio promete respuestas inmediatas, trámites 24/7 y derivaciones automáticas a las áreas correctas. El relato es conocido: la tecnología como atajo elegante para ordenar la burocracia.
Una funcionaria que nunca duerme
El intendente jura que nadie se queda afuera. Que Zara "no reemplaza a los trabajadores municipales, los potencia", que la idea es ganar eficiencia, ser más ágiles y convertir a Zárate en un hub de inteligencia artificial, con exenciones impositivas por 15 años para las empresas y startups que se instalen en el distrito si su negocio se apoya en IA.
En paralelo, el decreto convoca a una licitación para que una empresa desarrolle y opere el sistema que encarna a Zara. Es decir: la funcionaria no humana nace ya tercerizada. No tiene sindicato, pero tiene pliego. Sus respuestas serán vinculantes para la administración municipal y, si se equivoca, la culpa será de algún programador o de la famosa "configuración del modelo". El viejo "error de sistema" ahora entra directo en el expediente.
Zárate no está sola en este salto al vacío. Hace dos meses, Albania presentó a Diella, una ministra de inteligencia artificial encargada de combatir la corrupción. Diella es una figura digital vestida con traje tradicional, sonriente en pantallas gigantes, que promete licitaciones transparentes y datos limpios en un país peleado con sus propios índices de sospecha. Mientras Diella habla en el Parlamento de Tirana, Zara contesta en un chat municipal del norte bonaerense. La geografía cambia, la apuesta es la misma: ponerle cara amable a una base de datos y bautizarla autoridad.
Cuando la ventanilla se cruza con el futuro del trabajo
El momento tampoco es inocente. Según el Future of Jobs Report 2025 del Foro Económico Mundial (WEF), el 39% de las habilidades laborales actuales quedará transformado u obsoleto de acá a 2030. Es decir: casi cuatro de cada diez competencias que hoy pagan las cuentas van camino a volverse ruido de fondo. En simultáneo, el informe proyecta la creación de unos 170 millones de nuevos puestos impulsados por la IA, la transición verde y los cambios demográficos, con un saldo neto de empleo positivo, pero con un costo brutal para quienes queden atrapados del lado viejo del mostrador.
En ese cruce entre tecnologías inteligentes y vida cotidiana, estos grandes números bajan al territorio: qué pasa con los oficios administrativos, cómo se reconvierten las tareas rutinarias y qué tan preparados están los Estados locales para que la automatización no sea sinónimo de exclusión. Zara, en ese mapa, aparece como un caso de laboratorio.
Ahí aparece la grieta silenciosa que Zara no puede responder con un emoji cordial. En un lado están los discursos sobre "upskilling" y "reskilling" (procesos de mejora y adaptación de habilidades en respuesta a cambios en el mercado de trabajo y la tecnología) y "ciudades inteligentes"; del otro, la persona que hoy llega a la municipalidad con una carpeta de plástico, la boleta del impuesto doblada y un teléfono que apenas soporta WhatsApp. El sistema promete que ese vecino podrá hacer el mismo trámite desde su casa, guiado por una IA que no se cansa. La pregunta es quién le enseña a usarla, quién se hace cargo del tramo analógico de la ciudadanía.
La administración local asegura que la IA no implicará pérdida de empleo, sino "fortalecimiento" del Estado. Es la promesa estándar en la era de los algoritmos: nadie pierde el trabajo, sólo cambia de tareas.
¿Eficiencia o automatización sin control?
La política lee, por supuesto, la oportunidad de marketing. En tiempos de billeteras digitales, criptos en caída y algoritmos que escriben discursos mejor que muchos asesores, un intendente bonaerense que nombra a una IA como funcionaria consigue un titular inmediato: "primera funcionaria no humana del país". El dato es atractivo, la discusión de fondo es menos glamorosa: quién controla el código, quién audita las decisiones, qué pasa cuando un sesgo en el modelo se traduce en un "no" administrativo con efectos concretos en la calle.
En los próximos meses, Zárate empezará a probar hasta dónde llega esta funcionaria que nunca duerme. Tal vez reduzca filas, mejore tiempos y responda con una eficiencia que deje en evidencia a más de un mortal. O tal vez se convierta en la versión digital de la ventanilla cerrada: un chatbot girando en círculos con frases amables pero inútiles.
(Fuente: Agencia de Noticias Científicas / UNQ / redacción propia)
