viernes, 22 de diciembre de 2023

Islandia, corazón de fuego bajo un manto de hielo: así es la zona volcánica más activa del mundo

La isla posee unas características geológicas únicas, con 130 volcanes, de los que una treintena están activos. Lejos de ser una maldición, sus habitantes lo han utilizado para prosperar en uno de los entornos más hostiles del planeta.

Científicos de la Universidad de Islandia monitorizan la reciente erupción de Grindavík (AP - M. Di Marco).

Enclavada en el Atlántico Norte, justo en el límite con el Círculo Polar Ártico, Islandia es única desde el punto de vista geológico. La isla está partida en dos por la dorsal mesoatlántica, que marca la confluencia entre la placa euroasiática y la norteamericana, y además está considerada como un punto caliente, lo que le convierte en el lugar del planeta con mayor actividad volcánica.

El país cuenta aproximadamente con 130 volcanes, de los que una treintena están activos. Para hacerse una idea de la intensidad del vulcanismo islandés, basta un dato: un tercio de la producción mundial de lava de los últimos 500 años ha salido de sus entrañas. "Creo que Islandia, desde el punto de vista volcánico, podría considerarse como la zona más activa del mundo. Hay otras también muy activas, pero normalmente o están relacionadas con puntos calientes o están relacionadas con zonas de subducción, pero que se dé la confluencia de una dorsal oceánica y un punto caliente, únicamente ocurre allí", manifiesta Rosa María Mateos, doctora en Geología y directora del Departamento de Riesgos Geológicos y Cambio Climático del Instituto Geológico y Minero de España.

Las dorsales oceánicas son gigantescas suturas que atraviesan el fondo de los océanos y que se caracterizan por ser muy activas volcánicamente, ya que es en ellas donde se produce la separación de las placas tectónicas. En cambio, los denominados "puntos calientes", como es el caso de Canarias o Hawaii, son esas zonas del planeta donde hay una actividad volcánica especialmente intensa, ya que el magma se acumula bajo su corteza y aflora a la superficie. Finalmente, las zonas de subducción se forman cuando dos placas tectónicas convergen y una queda por encima de la otra. El Cinturón de Fuego del Pacífico es la cadena de zonas de subducción más importante, y allí se concentran tres cuartas partes de los volcanes del planeta.


Islandia está partida en dos por la dorsal mesoatlántica, que marca el límite entre la placa euroasiática y la norteamericana, y además está considerada como un punto caliente volcánico, que son aquellas zonas donde existe un vulcanismo persistente, lo que le convierten en uno de los lugares del mundo con mayor actividad geológica (Icelandic Met Office).

"Islandia es una bomba de relojería. Tiene infinidad de volcanes activos, aunque suelen ser erupciones relativamente tranquilas, porque son fisurales, también conocidas como efusivas, que son las que se producen a través de grandes grietas, y su explosividad es menor", afirma Rosa María Mateos, quien recalca que la actual erupción de Grindavík cumple fielmente con estas características. "El problema de Islandia sucede cuando se produce una erupción volcánica debajo de una gran masa de hielo, de un glaciar, porque se vuelven explosivas y son más peligrosas", agrega, y explica que es lo que ocurrió con el volcán Eyjafjallajökull en 2010. Aunque no se trató de un evento mortífero, la erupción forzó a cientos de personas a abandonar sus hogares y la nube resultante de la erupción provocó el cierre del espacio aéreo de gran parte del continente europeo, debido al peligro que representaba la ceniza para los motores de los aviones.

Desde la colonización de la isla en el siglo IX por parte de los vikingos, 18 volcanes han entrado en erupción, entre los que destaca el Hekla, el más activo de todos -acumula 20 erupciones, la última en el año 2000-. En promedio, Islandia vive una erupción volcánica cada cinco años, algunas de las que han tenido importantes efectos no solo dentro del país, sino también en el resto del mundo. Es el caso de la del volcán Laki, entre 1783 y 1784, que provocó una hambruna que causó la muerte de 9.000 personas, una quinta parte de la población islandesa de entonces, además de emitir una nube de ceniza que cubrió amplias zonas de Europa, Asia y África. Con todo, la capacidad explosiva de los volcanes islandeses está muy lejos de la de otros situados en el Cinturón de Fuego, como el Krakatoa o el Tambora, cuyas monstruosas erupciones pueden llegar a desencadenar auténticas catástrofes climáticas.

"Islandia es un lugar maravilloso, ya que es el único punto del planeta donde la dorsal mediooceánica es capaz de subir por encima del nivel del mar", asegura José Mangas, catedrático de Geología y profesor en la Universidad de Las Palmas, quien expone que en la Tierra hay unos 80.000 kilómetros de dorsales, que son "lugares donde se está generando continuamente vulcanismo porque se está formando corteza oceánica, pero el único sitio donde podemos ver cómo funcionan es en Islandia. Es tal la actividad que tiene la dorsal en ese punto, que durante millones de años, gracias a miles de erupciones sucesivas, ha logrado sobrepasar el nivel del mar desde el fondo oceánico y ascender miles de metros".

Últimas erupciones volcánicas en Islandia (Catálogo de volcanes islandeses).

"Lo más espectacular que tiene Islandia es que se crean ríos de lava, de la cantidad de magma que hay", añade Mangas, quien compara esta característica con Hawaii. "También se crean fuentes de lava en las fisuras, que pueden llegar a tener 50 metros de altura", continúa detallando.

La naturaleza como activo económico

Islandia tiene 103.000 kilómetros cuadrados, una superficie mayor que la de Portugal, pero su población no llega a los 400.000 habitantes, que se concentran sobre todo en la capital, Reikiavik, y en la costa meridional, donde se benefician de temperaturas más benignas gracias a los efectos de la corriente del Golfo. Más expuestos a los rigores del clima subártico, el centro y el norte de la isla están prácticamente deshabitados.

Glaciares, lagos y roca desnuda ocupan gran parte de la isla, de la que solo un 25% está cubierta por vegetación, sin apenas árboles, algo de lo que también es responsable el intenso pastoreo.​ El principal glaciar es el Vatnajökull, el mayor de Europa, con una superficie de 7.900 kilómetros cuadrados, muy similar a la de la Comunidad de Madrid. Otras masas de hielo importantes son el Langjökull, el Hofsjökull y el Eyjafjallajökull, situado sobre el volcán del mismo nombre que provocó el caos aéreo europeo en 2010.

El interior de Islandia es un desierto, en forma de agreste meseta salpicada de volcanes, campos geotermales, montañas, glaciares y ríos. Sin apenas huella humana, la naturaleza tiene un protagonismo absoluto, y sus habitantes han sabido sacar partido de ella para prosperar en uno de los entornos más inhóspitos del planeta.

Considerado como uno de los países más seguros y desarrollados del mundo, Islandia ha vivido con relativa placidez desde que se independizó definitivamente de Dinamarca, en 1944. Atrás quedaron largos siglos de pobreza, lastrada por una economía de subsistencia. En la actualidad, la isla depende en gran medida de sus recursos naturales y las industrias relacionadas, como la pesca en alta mar o las energías hidráulica y geotérmica.

La energía geotérmica es producida por la alta actividad volcánica procedente del subsuelo, que además de proveer de energía eléctrica a los hogares islandeses, proporciona calefacción y agua caliente. Así, las fuentes de energía renovables, principalmente la geotérmica y la hidráulica, cubren íntegramente la electricidad requerida en el país, además de cerca del 80% de toda la energía utilizada por sus habitantes.


Godafoss, conocida como la "cascada de los dioses", en el norte de Islandia (Getty Images).

El turismo de volcanes, disparado

Islandia sufrió recientemente su etapa más convulsa, con la crisis financiera de 2008, que condujo al hundimiento de sus tres principales bancos. Comparado con el tamaño de su economía, este colapso financiero es el mayor sufrido por cualquier país en la historia económica mundial. Aunque desde entonces se ha recuperado completamente, impulsado en parte por un nuevo actor que ha irrumpido con fuerza: el turismo de naturaleza y volcanes, que en la actualidad representa ya el tercer pilar económico por volumen de negocio.

"Desde el punto de vista del patrimonio histórico no tienen prácticamente nada, pero su patrimonio natural es extraordinario. Yo, como geóloga, no he visto nada más impresionante en mi vida. Es espectacular. Son coladas de lava por todos los sitios, cascadas de agua, glaciares, géiseres, campos geotermales… Y los islandeses han sabido vender al exterior su idiosincrasia, que no es otra cosa que naturaleza en estado puro", describe Rosa María Mateos, del Instituto Geológico y Minero de España.

Islandia se ha convertido en los últimos años en un destino turístico de primer orden. Desde el colapso financiero, el número de visitantes llegó a cuadruplicarse en poco más de una década, pasando de medio millón en 2008 a superar los 2,3 millones en 2018. Una cifra completamente desproporcionada en relación a su población e infraestructuras, lo que ha comenzado a generar importantes problemas de masificación, a pesar de que el país siempre ha intentado mantener un enfoque de turismo sostenible.

Lejos de ser una maldición, la naturaleza violenta que ha moldeado este rincón del Atlántico Norte durante millones de años es ahora su principal activo económico, en cuanto a recursos y, cada vez más, en lo relacionado con el turismo. Imágenes tan impactantes como las de la erupción de Grindavík, que se repiten sin descanso en televisiones de todo el mundo y en redes sociales, no son sino un potente reclamo para que millones de personas se animen a visitarla, a pesar de sus precios prohibitivos, mientras la isla ya comienza a plantearse cómo sobrevivir a su propio éxito.